Buscando recuperarla
Capítulo 25

Capítulo 25:

“Siéntate delante”.

No sin reticencia, Celia subió.

Olía a cuero y a gasolina.

Miró el asiento del copiloto.

Estaba vacío.

Toda esa bravuconería de juventud la había abandonado por completo.

La idea de viajar en helicóptero, de ir a Europa… era demasiado para ella.

Se obligó a respirar profundamente y se tragó el pánico que la atenazaba.

Abrochándose el cinturón, miró a su alrededor, hacia los mandos del aparato, hacia la ventanilla…

Se volteó hacia el piloto para preguntarle si podía sentarse detrás, pero el hombre abandonó el helicóptero en ese momento.

Le entregó sus cascos a Malcolm, se puso la gorra que este le daba y se dirigió hacia el deportivo.

Malcolm tomó el sitio del piloto.

Luego se puso los cascos y le entregó los suyos a Celia.

“Si quieres hablar en privado, aprieta este botón”

Le dijo.

Comprobó los mandos para asegurarse de que todo estaba en orden y entonces pidió permiso a la torre de control para despegar.

“Eh, Malcolm… ¿Vas a pilotar tú esta cosa?”

El helicóptero se elevó.

Celia reprimió un grito y se agarró del asiento.

Las casas se hacían cada vez más pequeñas.

“Bueno, ya veo que lo estás haciendo. Supongo que tendrás una licencia”.

“Sí, señora”.

“No me digas que Elliot Starc también te enseñó a pilotar esto”.

“No fue Elliot”

La miró un instante y le guiñó un ojo.

“Fue un instructor privado”.

Celia se relajó un poco.

Malcolm apretó el botón del micrófono.

“No te preocupes, Celia”

Le dijo mientras pilotaba el helicóptero, surcando el cielo como un ave.

Ella estaba más pálida que nunca.

Era evidente que había dejado atrás a aquella adolescente temeraria y rebelde.

“Te lo juro. Nos vamos a encontrar con un antiguo amigo mío del colegio en su casa de Florida. Él nos ayudará a salir del país sin armar revuelo y sin necesidad de pasar por el aeropuerto”.

“Un amigo del colegio?”

“Sí. Mantengo el contacto con algunos de ellos”.

Él se refería a los chicos de Salvatore, La Hermandad Alfa.

“¿Amigos íntimos?”

“Sí. Claro. Había dos clases de gente en ese internado, lo que querían ser militares y los que necesitaban un régimen militar”.

“Bueno, tú ya estabas muy motivado y eras disciplinado por aquella época. No te hacía falta eso”.

Dijo él.

“Al parecer, sí que me hacía falta. Ir de un bar a otro sin ser mayor de edad, dejar embarazada a mi novia… yo no diría que era muy disciplinado”.

“Yo también tuve parte en eso”.

“Tuve mucha suerte de terminar allí. Me metieron en cintura”.

“¿Era muy malo el colegio al que te enviaron?”

Celia entrelazó las manos sobre su regazo y empezó a retorcerlas.

“Me preocupé mucho por ti”.

“No fue tan malo como hubiera sido haber ido a la cárcel. Sé que tuve mucha suerte. Como te he dicho, conseguí la mejor educación, clases de música y mucha disciplina. Y lo mejor de todo… Mi madre ya no tuvo que volver a hacer dobles turnos”.

“Ah. Entonces realmente te quedaste en ese colegio por ella”.

“Siempre has sido capaz de leerme la mente”

Volvió a revisar los mandos.

“Estaba tan enfadado entonces que quería decirle al juez que se fuera al demonio con su acuerdo. Yo era inocente y nadie me iba a llamar drogadicto. Pero cuando miré a mi madre supe que tenía que aceptar”.

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