Aventuras principescas -
Capítulo 81
Capítulo 81:
Emery
Lo siento, Cole. De verdad», le digo, dándole una palmadita en el hombro; queriendo asegurarme de mostrar mi más sincero pésame -nunca he querido que ninguno de nosotros acabara así porque siempre he querido lo mejor.
Sonríe: «No pasa nada. No te preocupes por mí».
»Debería ser yo quien te pidiera disculpas. Es mi hermana y debería haberlo sabido. Esto es demasiado jodido, tío y creo que me voy a volver loco», murmura, despacio pero con claridad. Por supuesto, cualquiera se volvería loco si pasara algo de esto, estaríamos como locos.
Cole se vuelve para mirar a Daniel, que en estos momentos está de pie, solo, cerca de la entrada del palacio. Parece estar pasando el tiempo a solas y desconectado, él sólo haría eso. Ha estado haciendo eso durante la última hora.
«Habla con él. Lo necesita», dice, refiriéndose a Daniel.
Me dirijo hacia Daniel, ver que últimamente se ha estado desconectando me preocupa. Una vez que estoy a su lado, no puedo evitar seguir su mirada; lo veo mirando a Evelyn y Andrea, lo que me confunde.
«Entonces, ¿te gusta mi hermana? le pregunto bromeando.
Para mi sorpresa, se echa a reír, negando con la cabeza.
¿No va eso en contra del código de los hermanos? Levanta una ceja: «Pero no, tío. Ojalá me gustara tu hermana para poder sacarla de aquí… Londres está muy bien, ¿pero ser de la realeza? No creo que sea su fuerte». Añade, sonriendo mientras mira al suelo.
Eh, supongo que los Van Allan hemos nacido para desplegar nuestras alas, porque me has descrito a la perfección». Respondo, haciéndole soltar una risita. «¿Qué tienes en la cabeza?». le pregunto.
Daniel guarda silencio unos segundos antes de responder, pero sé que sólo intenta decirme que está bien. Sin embargo, me doy cuenta de que se le da mal mentir; siempre se le da mal hacer cosas malas; créeme, lo sé.
»Es sólo que, no puedo dejar de pensar en Hannah», responde, »Sabes que la niña es mía y me siento tan desesperado que realmente estoy dejando que se enfrente a la muerte», Por la forma en que habla, sé que ella le gusta o probablemente más porque quiere lo mejor para su hija.
«¿La quieres? ¿Quieres a Hannah? Pregunto despacio.
Él frunce las cejas: «No puedo evitar admitir que sí. Lo que pasa es que ella no se da cuenta de lo mucho que la he apoyado, sobre todo cuando tú no estabas, sin ánimo de ofender. Hannah está jodida ahora porque nunca ha sido así, créeme, tío. Tú también lo sabes», dice.
No me ofendo», respondo, aclarándome la garganta.
Empieza a suspirar profundamente; de algún modo, deja escapar todas sus penas y preocupaciones con ese simple suspiro. El juez ha sentenciado su muerte tras dar a luz a su hijo y sé que ni siquiera va a tardar mucho.
«¿Para cuándo? Pregunto, queriendo saber.
Probablemente en ocho meses. Puede que le quede un mes entero para estar con nuestro hijo, pero eso es sólo una posibilidad. No me lo puedo creer», responde frunciendo el ceño.
Te vas a convertir en padre. Enhorabuena», sonrío, intentando animarle un poco y asegurándome de que aún se siente lleno de esperanza. Aunque Hannah no esté ahí para él ni para su hijo, al menos él estará ahí para apoyar y cuidar al suyo.
»Siento lo que le pasó a Emma,»
No te preocupes. Ella se está curando y yo estoy tratando de aceptarlo todo. Es un proceso lento», murmuro en voz baja, pero lo bastante alto para que me oiga bien. Estoy seguro de que lo que pasó entre Emma y yo tiene que haber una razón. Quizá no estábamos preparados para ser padres; quizá, quizá.
»Siempre podéis volver a intentarlo. Aún sois jóvenes; quiero decir, tened un hijo cuando estéis preparados para tenerlo. No dediquéis vuestra vida sólo a tener un hijo, intentad pasarla con vuestra mujer; ese tipo de vida de casados», afirma, sorprendiéndome un poco por sus palabras porque bueno, Daniel nunca me ha dado un consejo que merezca la pena.
Sonrío, dándole la razón ya que no hay palabras.
En cuestión de segundos, me doy la vuelta para ver a Emma bajando las escaleras mientras sus ojos se desvían para encontrarme – una vez que sus ojos se encuentran con los míos, mis labios se curvan instantáneamente en una sonrisa; dejándola sonriendo de vuelta.
Lo único que puedo decir es que eres un hombre muy afortunado», murmura a mi lado, señalando a Emma con sus palabras mientras yo sigo mirando a mi mujer. La forma en que sus labios se curvan en una sonrisa que al instante me haría desvanecer sin fin, sin duda, soy afortunado.
«Siéntanse como en casa, ¿de acuerdo? Digo mientras me dirijo hacia ella, pero antes de que pueda alcanzarla, ya ha salido por el pasillo, fuera de mi vista. Tiene que haber algo en su mente que quiera decir porque bueno, sólo supongo.
Una vez que he caminado por el pasillo, entro en la habitación que tiene las dos puertas abiertas; revelando a Emma, de pie en el centro antes de volverse para mirarme, haciéndome un gesto para que cierre la puerta detrás de mí. Hago lo que me pide.
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