Capítulo 713:

Ella le ofreció una sonrisa y asintió: «Claro».

Aquella mañana, Marissa se había dirigido a Connor con mordaz sarcasmo, pero ahora su tono era tierno y le había sonreído varias veces. Este cambio alegró notablemente el ánimo de Connor.

Domenic, Marc y Terry, que habían estado observando en silencio, exhalaron aliviados ante esta evolución positiva.

Cuando el coche se detuvo en el restaurante, Connor se entretuvo antes de salir, temeroso de encontrarse con alguien conocido.

Lamentablemente, sus temores se hicieron realidad. Nada más salir del coche se encontró con un conocido.

En cuanto vio una cara conocida, sintió un impulso irrefrenable de desaparecer.

Si hubiera sido un conocido cualquiera, podría haberlo ignorado fácilmente. Al fin y al cabo, nunca le había importado mucho la opinión de los demás.

Pero se trataba de su abuela de noventa años.

Cuando sus miradas se cruzaron, quedaron igualmente sorprendidos.

En ese momento, Marissa salió del coche. Al ver sus expresiones de asombro, la situación le pareció hilarante y decidió no saludar a Arabella de inmediato, optando en su lugar por disfrutar del espectáculo.

Domenic, Marc y Terry también se quedaron atrás, observando en silencio el desarrollo de la escena.

Arabella estaba flanqueada por Cade, su criada y sus guardaespaldas. Todos miraban boquiabiertos a Connor, preguntándose por qué su imponente y dominante señor Connor Daniels se había convertido de repente en un delicado niño bonito.

Aunque sorprendidos, Cade, la criada y los guardaespaldas guardaron silencio. Arabella, sin embargo, soltó un grito al recuperarse de la sorpresa. «¡Dios mío! ¿Es realmente mi nieto?»

Su exclamación atrajo la atención de todos.

Connor, ya mortificado, se sintió aún más avergonzado ante tantas miradas.

«¡Ejem!» Se aclaró la garganta torpemente.

Se acercó a Arabella y le susurró: «Abuela, ¿qué haces aquí?».

«He venido a comer», respondió Arabella.

Mientras hablaba, sus ojos seguían escrutando a Connor de pies a cabeza.

Connor deseó desvanecerse en el acto.

Formado como heredero desde la infancia, siempre había lucido un peinado sencillo y se había enfundado en trajes y zapatos negros.

Su imagen había sido siempre seria, y su abuela siempre le había insistido en que mantuviera un comportamiento tranquilo y sereno.

Su nuevo y frívolo look de hoy podría disgustar a su abuela, o eso creía él.

Se preparó, esperando que su abuela le criticara o incluso le diera un golpe con su muleta, exigiéndole que volviera a su antiguo aspecto inmediatamente.

Para su asombro, después de escrutarle de pies a cabeza, su abuela se tapó la boca y se echó a reír. «Bribón, ¿le gusta a mi nieta política que vistas así?».

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