Atraído por mi mujer de mil caras -
Capítulo 676
Capítulo 676:
Esto se debía a que un individuo capaz de soportar tal multitud de virus y servir como su sujeto de prueba era extraordinariamente raro. La fisiología de Ayla representaba un activo inestimable para Clarissa.
Como este nuevo virus híbrido no se había estudiado a fondo, Marissa no podía determinar todos sus efectos. Sin embargo, al observar a Ayla, Marissa discernió que el virus podía alterar potencialmente el cuerpo humano, aumentando su resistencia.
Actualmente, Ayla parecía un depósito viviente de virus. Cualquiera que entrara en contacto con su sangre a través de una herida correría un grave peligro.
Marissa se sintió profundamente aliviada porque, cuando extrajo la sangre de Ayla el día anterior, no tenía ninguna herida en las manos y había tomado meticulosas precauciones para evitar cualquier contaminación.
Mientras Marissa se sentía desconcertada por el informe del análisis de sangre, Sansa, malinterpretando la reacción de Marissa como miedo, se jactó: «¿Te intimida la condición de mi hija? Si estás asustada, deberías arrodillarte y disculparte».
Marissa guardó el teléfono, levantó lentamente la mirada hacia Ayla y sintió una punzada de compasión. La vida de Ayla había sido completamente destruida por su madre.
En su juventud, Sansa había maltratado despiadadamente a Tiffany, exhibiendo constantemente a Ayla no por auténtico afecto, sino para realzar su propia estatura.
Ahora, en pos de su riqueza y prestigio, Sansa había vendido a su hija a Clarissa, no sólo como sujeto de pruebas de drogas, sino como sujeto de pruebas de virus.
No estaba claro si Sansa era consciente de que su hija se había convertido en un depósito viviente de virus.
El impacto exacto de este nuevo virus híbrido en el cuerpo humano y en el futuro de Ayla seguía siendo incierto. No obstante, Sansa seguía deleitándose en su actual opulencia, ajena a los peligros que amenazaban a su hija.
Mientras Marissa se levantaba abrumada por la emoción, Ayla le ordenó secamente: «¡Arrodíllate y discúlpate!».
Inmediatamente después de la orden de Ayla, Sheppard y Wesson repicaron como aduladores.
Sheppard ladró: «¡Arrodíllate y discúlpate con Ayla, insufrible!».
Wesson añadió: «Si no lo haces, Ayla te denunciará al presidente y te enfrentarás a consecuencias más graves que la expulsión».
A Marissa su comportamiento le pareció bastante divertido.
Sansa y su hija no eran más que peones en el juego de Clarissa, y sin embargo Sheppard y Wesson parecían creer que podían asegurarse el favor del Consorcio Peridot congraciándose con aquel dúo, una idea poco menos que delirante.
Marissa prefirió no participar en su mezquino teatro. Estaba ansiosa por conocer a Kevin, así como por volver e investigar a fondo el novedoso virus híbrido presente en el cuerpo de Ayla.
Sin mediar palabra, Marissa los ignoró y se marchó.
Ayla, indignada por el despido de Marissa, se abalanzó para golpearla por la espalda.
Marissa percibió instintivamente la amenaza, y su expresión se endureció mientras se preparaba para contraatacar. Antes de que pudiera moverse, una voz de mando cortó la tensión y gritó: «¡Alto!».
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