Capítulo 1293:

Pearce exhaló profundamente, su tono tranquilizador. «Abuela, intenta ignorarla. Sus acusaciones no tienen fundamento. No merecen tu enfado».

Elyse se acercó lentamente a Felicia, con la mirada llena de una mezcla de emociones. Sus sentimientos hacia Felicia eran complicados. Una vez había soñado con Felicia, la madre de su padre, como una fuente de amor familiar incondicional. Sin embargo, momentos como éste la dejaban dividida entre la gratitud por la férrea defensa de Felicia y el malestar por la intensidad de sus reacciones.

Elyse nunca había experimentado el amor de sus padres ni de ningún otro miembro de la familia. Cuando supo por primera vez de la existencia de Felicia, había imaginado un reencuentro idealizado: Felicia la abrazaría, le hablaría con calidez y le preguntaría por su pasado, curiosa por las penurias que había soportado. Sin embargo, la realidad de su encuentro había echado por tierra esas esperanzas.

Por un momento, Elyse se sintió indigna del amor de su familia, como si estuviera destinada a permanecer sola. Pero enseguida se serenó y despejó sus expectativas idealistas respecto a Felicia. Decidió afrontar lo que se le viniera encima con calma y paz.

Enfrentada ahora a Elyse, el corazón de Felicia se aceleró. Agarró con fuerza el bastón y esbozó una sonrisa forzada. «Querida, espero que tu viaje hasta aquí haya sido tranquilo. Perdona mi ausencia en tu concurso; he estado indispuesta».

A su lado, Pearce asintió con la cabeza. «Es cierto. La abuela tuvo que someterse a una operación menor».

Elyse no sintió resentimiento por su ausencia en la competición. En su lugar, le ofreció una sonrisa amable. «Abuela, tienes que centrarte en tu salud. Ya no eres tan joven como antes».

Felicia esbozó una sonrisa, aunque no pudo ignorar la sutil brecha que Elyse había abierto entre ellas. La expresión de Elyse era cordial pero fría, su sonrisa cortés tan distante como un día de invierno. No había rastro de calidez, sólo un fino velo de urbanidad.

Felicia se sintió culpable al recordar los errores del pasado. Disimulando su pesar con una fachada alegre, alargó la mano y la puso suavemente sobre la de Elyse.

Elyse se estremeció instintivamente, dispuesta a retirarse, pero los ojos atentos de los invitados le recordaron la necesidad de mantener la compostura. Endureció el brazo, permitiendo que Felicia se lo sujetara, con una contención tan firme como el acero.

Sin perder un segundo, Felicia se quitó una pulsera de jade de la muñeca y se la puso a Elyse. Elyse parpadeó sorprendida y retrocedió un poco.

«Abuela, esto es demasiado valioso. No puedo aceptarlo», dijo, con los dedos dispuestos a devolver la pulsera.

Felicia apretó con fuerza la mano de Elyse, con una expresión entre resignada y anhelante. «Esta pulsera siempre fue para tu madre. Pero yo… Nunca la aprobé, así que la guardé todos estos años».

Estudió la mano de Elyse con una leve sonrisa agridulce. «Me he dado cuenta de que fue egoísta quedármelo. Debería haber sido suya. Y como eso ya no es posible, te pertenece a ti».

Felicia añadió suavemente, con la voz temblorosa por la emoción: «Pasártelo a ti me da una sensación de paz».

El peso de las palabras de Felicia dejó a Elyse perpleja, el razonamiento que había detrás del gesto se le escurría entre los dedos como arena. Miró la pulsera, con expresión desgarrada.

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