Arráncame la vida
Capítulo 3

Capítulo 3:

“¡Mindy!”, exclamó Gwen molesta.

“¡Es la verdad y estoy harta de que la defiendas!”, contestó furiosa, apretando los puños.

“Mindy… ¿Qué dirá tu jefe? Contrólate…”, dijo John sin prestarle mucha atención a su hija.

Lorena se encerró en su cuarto.

Aún no podía con la sorpresa de haber visto a Johan.

¿Era el jefe de Mindy, al que tanto admiraba y con el que se planeaba quedarse?

De pronto estaba rabiando de celos.

‘¿Qué sentido tiene? Ni siquiera hizo algo para acercarse. Creo que el punto quedó claro en el casino ese día’, pensó Lorena con dolor y se lanzó a su cama, recordando la última vez que vio a Johan.

Aquella ocasión, hacía más de un año, después de la cena que habían tenido en el balcón del casino, las cosas entre Lorena y Johan eran más cordiales y dulces.

“Fue lindo volver a hablar contigo sin una pistola apuntando a mi cabeza”, dijo Lorena con media sonrisa mientras Johan la acompañaba hasta su habitación.

“Gracias”.

“Gracias a ti por acudir a la cena”, respondió Johan perdido en esos profundos ojos miel que lucía con tanta gracia la joven frente a él.

Su corazón latía desesperado.

No quería dejarla ir.

“Me dio miedo que no aceptaras”

Lorena revisó el interior del cuarto.

Emma había desaparecido del casino y tampoco estaba ahí.

Aunque le preocupaba, no la creía en peligro.

Cuando regresó su atención hacia Johan, se dio cuenta que compartía el mismo anhelo que él.

Deseaba que la noche no terminara y se armó de valor.

“¿Quieres pasar un rato?”, preguntó nerviosa, agarrándose de la puerta.

“Sabes lo que ocurrirá si me invitas a pasar”

Johan se acercó un poco más y su mirada se clavó en esos suaves labios rosas que quería besar desde antes de que la cena terminara.

“¿Estás segura?”

Lorena entró a la habitación sin darle la espalda, dejando la puerta abierta, invitándolo a entrar solo con la mirada.

Johan la siguió, hipnotizado por su belleza y en cuanto cerró la puerta detrás de él, recortó la distancia entre ambos y la devoró con ansias, besándola atrabancadamente y arrancándole el aire mientras sus manos se resbalaban por debajo del vestido, buscando sentir su suave piel.

Desde que la había conocido, la deseaba.

No había noche que no pensara en ella, que no quisiera tenerla en su cama y en ese momento estaba haciendo realidad las más oscuras fantasías que alguna vez se imaginó con ella.

Cuando volvió a ser dueño de sí mismo, estaba entre sus piernas, apresándola contra la cama, aferrándose al frágil cuerpo debajo de él, encajando sus dedos en la tersa piel mientras los movimientos cadenciosos la hacían g$mir con fuerza.

Su voz temblorosa era como música y el calor en el que ardían era insoportable y al mismo tiempo adictivo.

Se perdió en sus pupilas dilatadas y su humedad lo enloquecía.

Su corazón no parecía capaz de soportar tanta adrenalina y endorfinas, aun así, no podía parar, su cadera la embestía con violencia, queriendo obtener cada vez más, llegar más profundo y sentirla suya por completo.

Esa noche probó cada rincón de su cuerpo con devoción, degustando su sabor con la punta de la lengua, tejiendo entramados caminos por su piel que la quemaban de manera placentera.

Fue la primera vez que Lorena se entregó a un hombre, pasando del dolor al placer, del miedo a la devoción.

No sabía si era lo correcto, pero era lo que su corazón clamaba, consumirse entre los brazos de ese hombre peligroso disfrazado de aristócrata.

“Dime que lo deje todo por ti… y lo haré…”, dijo Johan mientras dejaba pequeños besos en el abdomen de Lorena, acariciando con sus labios su suave piel.

“¿Qué?”, preguntó desconcertada.

“Pídeme que deje todas mis ambiciones por ti, Lorena… júrame que cuando me quede sin nada, te tendré a ti y soltaré todo”

Su mirada estaba cargada de miedo y desesperación.

Había probado la gloria esa noche y estaba dispuesto a hacer ese sacrificio por tener a Lorena siempre a su lado.

“Eres la única mujer que me ha visto de esa forma, con tanta gentileza y dulzura, pese a saber quién soy en verdad. Quédate conmigo, solo tú eres capaz de hacerme feliz. Dejaré todo lo que tengo por volver a ser un simple jardinero si tengo la oportunidad de permanecer a tu lado”

Lorena estaba conmovida.

Veía el compromiso en su mirada y estaba segura de que Johan no mentía.

Su boca se abrió con la firme intención de aceptarlo y decirle que lo quería tanto como él a ella, pero algo la detuvo de golpe, congelándola en el acto.

Si quería permanecer al lado de la Familia Gibrand, no podía aceptar a Johan en su vida.

Román sabía que era un asesino y que había intentado matar a su familia, en cuanto tuviera oportunidad, se cobraría sus malas intenciones.

Además, no podía renunciar, solo Román tenía el derecho a despedirla, eso era parte del contrato.

Todo lo que había hecho por ella y lo que le había enseñado, no podía ser correspondido con ingratitud.

“Esto está mal…”, dijo Lorena levantándose de la cama de un brinco y buscando su ropa.

“¿Qué?”, preguntó Johan desconcertado y herido.

“Eres un hombre casado y tienes un hijo… y yo… solo soy la criada de la familia que alguna vez quisiste asesinar”

Se vistió rápidamente, sin poder ocultar su nerviosismo.

“Debes de estar bromeando…”

Johan no se lo creía.

Se levantó indignado y comenzó a vestirse.

“Todo lo que pasamos esta noche, lo echas a la basura con una facilidad que me sorprende”.

“Johan… entiende que no puedo dejar mi labor con el señor Román y él claramente te odia. Intentaste matar a su familia, ¿Crees que no lo sabe?”

“Entonces vayámonos juntos, deja a esa familia y busquemos nuestra propia suerte”, dijo Johan en un último intento.

“No… Yo… No puedo dejar mi trabajo. Perdóname, Johan”.

El miedo de traicionar a Román la contenía.

No quería decepcionarlo.

La familia Gibrand le había dado grandes alegrías.

¿No era su obligación seguir sirviendo?

¿No era una mujer agradecida?

“Si eso es lo que quieres… que así sea”, dijo Johan herido, enfundándose el saco.

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