Arráncame la vida
Capítulo 29

Capítulo 29:

“Ya te lo dije, yo soy su padre”, respondió Otto molesto.

“Sé que la amas como si fuera tuya y te lo agradezco infinitamente… pero un día crecerá y se dará cuenta que no es tu hija y cuando eso pase tendremos más problemas de los que podremos solucionar. Prefiero que crezca sabiendo que es hija de Johan”.

“¿Qué estás haciendo, Lorena? ¿Tanto te impresionó verlo con esa elegancia y sus vinos? No puedes resistir tenerlo lejos, ¿Cierto? Buscas la manera de que esté de alguna u otra forma a la vista, cerca, directa o indirectamente…”

“Otto… No es eso…”

“Nunca podrás ser completamente mía, siempre tendré que compartirte con él. Yo creí que esta relación era de dos, pero me doy cuenta de que siempre será de tres”

“Estás molesto y no voy a caer en provocaciones…”, dijo Lorena conteniendo su lengua.

“No pienso decir nada que te lastime solo porque estoy molesta, pero… me encantaría que me dijeras por qué tu verdadero apellido es Fisher y no Legrand… lo peor es que lo que más me preocupa es que nuestro matrimonio sea una farsa”.

Las palabras de Lorena dejaron congelado a Otto, quien retrocedió hasta que su espalda chocó con la pared.

“¿Quién te lo dijo?”, preguntó temiendo que los Gibrand lo hubieran puesto en evidencia.

“Discúlpame si la decisión que tomé no fue de tu agrado. Entiendo que tal vez tuve que hablar contigo antes… supongo que me dejé llevar por la emoción del momento, pero ya no hay marcha atrás…”

“Lorena… yo…”

“No tienes que explicarte, Otto… eres un buen hombre, no sé cuáles eran tus intenciones al cambiar de identidad, pero las sospecho, y también sospecho que te arrepentiste, pues han pasado tres años, tiempo suficiente para que intentaras vengarte de mi madre y de mí, pero no lo has hecho…”

“Ni lo haré…”, respondió Otto.

“Lo sé, eres bueno… y una víctima más de Natalie”, dijo Lorena triste.

Aunque había aprendido a querer a su madre, estaba consciente que era más complicada de lo que aparentaba.

“Te amo, Otto… Legrand o Fisher, eso no importa…”

Y no mentía, en este tiempo había aprendido a quererlo de forma especial, a elogiar sus buenas intenciones hacia ella y comprender que era un buen esposo, un gran amigo y un excelente padre para Jane.

No lo amaba de esa forma pasional e intensa con la que amaba a Johan, pero lo quería y se mantendría en su postura de que él fuera el único hombre en su vida.

El amor sincero de un hombre podía hacer cosas sorprendentes, incluso aceptar convivir con otro hombre que adorara a la misma mujer.

Cuando el fin de semana terminó, Lorena y Johan regresaron a sus respectivos hogares, bajo la promesa de que Johan podría ver a Jane cuantas veces quisiera.

Entonces la magia sucedió justo en el jardín de Natalie unas semanas después.

Jane jugaba con Peter quien estaba fascinado por tener una hermana menor y la protegía hasta de su sombra, mientras Johan y Otto los cuidaban, con una distancia entre ellos que aclaraba la enemistad que existía, pero compartiendo el mismo espacio por los niños y por Lorena.

Natalie tenía que admitir que Johan había corregido el camino. No tenía heridas nuevas y no había ninguna noticia en los periódicos que sugiriera que había hecho fechorías, por el contrario, se había vuelto un padre de tiempo completo.

Se desvivía por Peter y Jane de tal forma que, ante los ojos de Lorena, se ganó el derecho de llevarse a Jane al viñedo a pasar un par de días.

Aunque Johan seguía amando con locura a Lorena, mantenía su distancia, respetando el matrimonio con Otto.

Desviaba la mirada cuando ellos se besaban o se dedicaban palabras de amor.

Su corazón dolía y ansiaba desaparecer, pero solo tenía que ver a Jane para comprender que ahora lo único que necesitaba era estar con sus hijos.

No los abandonaría como sus padres lo abandonaron, tampoco los usaría como Natalie lo usó. Quería ser el padre que él hubiera deseado tener, ahora esa era su prioridad.

No hay fecha que no llegue, ni plazo que no se cumpla.

Eso lo entendió Natalie en cuanto su salud se deterioró con rapidez, evitando que pudiera salir del hospital.

Los medicamentos que tomaba parecían no surtir efecto, sus médicos cambiaron muchas veces de fórmula, pero nada funcionaba, el cáncer había acabado con ella, corrompiendo cada órgano y dejando solo un cascarón demacrado de la mujer que alguna vez fue.

Lorena la cuidó con dedicación, pero cada día empeoraba.

Contrario a lo que Natalie esperaba, Johan también se mantuvo a su lado, recibiendo instrucciones de Lorena para que Natalie estuviera más cómoda y mejor cuidada.

“Perdóname, Johan… por acabar con el amor que había entre ustedes”, dijo Natalia con lágrimas en los ojos.

“No acabaste con el amor entre nosotros…”, dijo Johan acercándose a la cama y tomando la mano de Natalie.

“Yo la sigo amando con devoción y sé que ella sigue enamorada de mí. Aunque no podamos estar juntos, nos seguimos amando y así será siempre”.

“Fue un error intervenir entre ustedes… y me arrepiento de haberte alejado de ella”.

“Ya no pienses en eso”

Johan la maldecía internamente, pero por fuera le dedicaba una media sonrisa que intentaba ser de consuelo.

“Ella parece feliz y es un alivio para mí poder estar cerca, por lo menos de esta forma. Aunque no la pueda tocar, ni besar como quisiera, todavía puedo protegerla como prometí”.

“Aún puedes conseguir su corazón…”

“No lo digas…”

Acarició la cabellera de Natalie.

“El tiempo donde pude luchar por ella se terminó”.

Esa noche le tocaba a Lorena cuidar de su madre.

La arropó con cariño y acomodó su almohada para que estuviera más cómoda.

“Lorena… no me quiero ir con culpa en el corazón, no quiero sentir remordimiento por lo que hice… no puedo descansar en paz si no obtengo tu perdón…”

“¿Mi perdón?”, preguntó Lorena con una sonrisa tierna y acarició la frente de Natalie.

“¿De qué estás hablando?

“Solo te he causado dolor y problemas… te abandoné cuando eras una bebé y alejé a Johan de tu vida, creyendo que sería lo mejor… no sabes lo arrepentida que estoy”.

“No hables de eso…”

“Yo le pedí a Johan que te rompiera el corazón para que te alejaras de él, creyendo que era una mala persona para ti. Fue mi culpa, yo lo presioné y terminé lastimando a los dos…”

Esas palabras habían abierto viejas heridas que Lorena creyó olvidadas.

Recordó las palabras llenas de sarcasmo de Johan y no podía creer que las hubiera dicho por petición de Natalie.

“Desde niño lo adiestré para que en lo único que pensara fuera en protegerte. Su vida la dedicó a ti desde que tenía uso de razón. Aún recuerdo la impresión que se llevó de ti la primera vez que te vio. Regresó asombrado, narrándome lo hermosa que eras y lo dulce que te comportaste. Estaba deslumbrado por tu presencia y temí lo peor… él era un asesino, un criminal, así lo hice para que no tuviera recato ni duda en matar por ti…”

“Ya no hables de eso… todo está bien ahora”, dijo Lorena con ternura y soportando el dolor de su corazón.

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