Arráncame la vida
Capítulo 23

Capítulo 23:

Johan besó cada rincón del cuerpo de Lorena con devoción, grabándose el sabor de su piel, temeroso de algún día olvidarlo.

Querían atarse a sus huesos y fundirse con ella para siempre, ser parte de su alma y vivir en su corazón.

Recogió con sus labios cada lágrima que Lorena dejó caer y le repitió al oído cuanto la amaba, sabiendo que ella no le creería, pero, aun así, intentándolo.

Las horas pasaron, consumidos en fuego y dolor, deseando que el momento no acabara, pero lo hizo, y cuando terminó, Lorena no pudo pegar los párpados.

Desnuda y abrazando el torso herido de Johan, vio como lentamente su amante se rendía ante el cansancio y el dolor.

Ella no sabía qué le provocó tales heridas y sufría por saber que su vida como criminal no había terminado.

Cuando la respiración de Johan se volvió más profunda, Lorena se levantó de la cama y tomó su ropa.

La fiesta debía de estar a punto de terminar y todos se preguntarían dónde estaba la novia.

Sus ojos se llenaron de lágrimas, pues no deseaba volver, pero estaba llena de odio contra sí misma, había vuelto a caer en la cama del asesino, sabiendo que no era correcto, que él no la amaba en realidad y que, aunque así fuera, nunca podrían estar juntos.

En la puerta de la habitación, Lorena posó su mano en su vientre y vio por última vez a Johan dormido, con la apariencia de un ángel caído con las alas consumidas por el fuego del infierno que le tocó vivir.

Recorrió los pasillos buscando la salida y cuando estaba a punto de abandonar la finca, una delicada vocecita la detuvo, petrificándola con la mano aún en el pomo de la puerta.

“¿Nena?”

Lorena volteó lentamente, encontrándose con el pequeño Peter que cargaba su mantita y se tallaba los ojos.

“No te vayas”, dijo somnoliento y con un puchero que lo hacía ver encantador.

“Mi amor, me tengo que ir”, contestó Lorena con el corazón roto y regresó hacia él, tomándolo en sus brazos y estrechándolo con cariño.

“Vamos a dormir”.

Sintió como el cuerpo del niño vibraba.

Estaba llorando mientras se aferraba a ella.

Era la fiel representación de ese niño interior que vivía en Johan, ese que no quería una vida tan cruel como la 1que vivió y se aferraba lo único bueno que había conocido: Lorena.

En la habitación de Peter, lo cobijó y lo arrulló mientras acariciaba sus cabellos castaños y besaba su frente repetidas veces.

“¿Me quieres?”, preguntó Peter con miedo.

“Te quiero mucho, mi niño…”, respondió Lorena con ternura.

“¿Quieres a mi papito?”

Lorena se quedó con las palabras atoradas en la garganta.

¿Qué le podía decir?

“Lo amo…”, respondió con el corazón.

“Entonces… ¿Por qué te vas?”

“A veces los adultos hacemos cosas que no parecen tener mucha lógica en el afán de perseguir lo que es moralmente correcto…”, respondió Lorena conteniendo sus ganas de llorar.

“Cuando crezcas lo entenderás. Ahora duerme”.

Peter no pudo luchar contra el sueño y en poco tiempo cayó dormido, dejando que Lorena abandonara el lugar en silencio y con el corazón roto.

Algunos invitados ya habían partido de la celebración y tanto la Familia Gibrand, como Natalie y Otto, buscaban con desesperación a Lorena.

Solo habían encontrado el vestido de novia colgado en la misma habitación donde se había arreglado.

Natalie fue la única que se quedó en esa habitación, viendo el vestido con tristeza y temiendo lo peor.

‘¿Huiste con Johan?’, se preguntó mientras las lágrimas caían por sus mejillas.

De pronto la puerta se abrió, mostrando ante ella a Lorena, con las ropas manchadas de sangre y un semblante taciturno.

“¡Mi vida! ¡¿Dónde estabas?!”, exclamó Natalie y abrazó a Lorena con ternura.

“Todos estábamos muy preocupados por ti…”

Lorena abrazó a Natalie en silencio, conteniendo sus ganas de llorar, sintiéndose destrozada.

“¿Por qué desapareciste de esa forma?”

Natalie tomó el rostro de su hija y la vio directo a los ojos.

“¿Por qué tus ropas están manchadas de sangre?”

“Johan estaba herido… necesitaba mi ayuda…”

“Me lo imaginé… sigue arriesgando su vida cuando ya tiene un negocio que le da lo que necesita e incluso más. Bien dicen que las malas costumbres nunca se pierden… ¿Ahora entiendes por qué él no es para ti? ¿Quieres vivir eso cada noche? ¿Pasar días angustiada preguntándote si regresará vivo o muerto?”

“Mamá…”

Lorena estaba cayendo a pedazos.

No sabía cómo pedirle a Natalie que se detuviera.

“Johan es una mala persona y nunca dejará de serlo. No tienes por qué vivir esa vida junto con él, tienes la oportunidad de ser feliz con un hombre que te dará todo, te ama y te cuida… sobre todo, que no pondrá tu vida en peligro ni te puede involucrar en algo que te termine metiendo a la cárcel…”

Natalie tomó el rostro de Lorena entre sus manos y le sonrió con gentileza.

“Tomaste la mejor decisión al casarte con Otto, es un hombre bueno”.

“Esta noche, mamá, me arranqué el corazón y lo dejé sobre la almohada de Johan”, respondió Lorena con los ojos llenos de lágrimas.

“Lo amo, es el veneno al que soy adicta. Sé que me puede matar y algo dentro de mí me dice que habrá valido la pena, pero entiendo que… hay una brecha muy grande entre lo que quiero y lo que tengo que hacer… estaré con Otto y tal vez sea feliz, tal vez tengamos un par de hijos más y envejezca a su lado,

pero mi mente siempre pensará en Johan, por lo menos cinco minutos de mi día le van a pertenecer y así será hasta el final de mi vida”.

Natalie se quedó en silencio mientras Lorena tomaba el vestido de novia y comenzaba a ponérselo.

Terminaría la noche manteniendo la imagen de la novia más feliz del mundo, después de todo, ese era el primer día del resto de su matrimonio soñado, el que cualquier mujer estaría dispuesta a tener, con un hombre exitoso y guapo que le daría todo lo que necesite, incluso un amor que ella nunca podría corresponder por completo.

Era la primera noche de la luna de miel y estaba encerrada en el baño de la habitación.

Otto la había llevado a la hermosa París, pero en ese momento a ella no le importaba, solo quería salir corriendo.

Aun así, se adornó con lencería blanca y perfumó su piel dejando un suave aroma floral. Respiró un par de veces antes de ponerse una bata de seda y salir del baño.

“Pensaba que fuéramos mañana a la torre Eiffel, alrededor hay muchas cafeterías muy lindas y la comida es… deliciosa…”

Otto se quedó pasmado en cuanto volteó hacia Lorena. Sus mejillas sonrojadas y esa actitud nerviosa la hacían ver encantadora.

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