Amor verdadero
Capítulo 53

Capítulo 53:

Estaba en el quirófano listo para mi cirugía, esperando que la anestesia comenzara a surtir efecto, cuando los recuerdos de una caja roja y un extraño altar en casa de Morelia llegaron a mi mente.

“Maldición Morelia ¿Tú también?”.

Fue lo último que salió de mi boca antes de entrar en estado de inconciencia.

“¿Lista? Ya terminaron de cargar todo”.

La voz de Calos que me ayudó con la mudanza me sacó de mis pensamientos.

Ahí parada en ese balcón en el que pasé tan buenos momentos a lado de Adrián Morales, ese hombre al que había conocido por una aplicación de citas y que pensé que podía ser alguien importante en mi vida y que ahora que me mudaba, lo más probable era que no lo volviera a ver nunca.

Tomé la mano que Carlos me ofrecía, a su lado había encontrado en pocos días esa paz y esa pasión que tanta falta le hacía a mi vida.

Cada momento a su lado era toda una aventura, él tenía el don de seducirme con su inteligencia y con sus palabras.

Su sonrisa iluminaba mis días y un solo mensaje suyo, me bastaba para conservar la sonrisa durante todo el día.

¿A caso se podía pedir más?

El momento más feliz fue cuando cumplimos un mes de relación, nos veíamos dos o tres veces por semana y hablábamos todos los días por llamada.

Carlos prefería hablar que mensajear y eso me gustaba mucho porque me hacía sentir que en ese momento toda su atención era solo para mí.

“Te voy a pedir que redobles esfuerzos porque necesito que te tomes un día libre”, me dijo abrazándose a mi cintura y dejando ligeros besos en mi cuello.

“Mmm, ¡Qué rico!”, dije refiriéndome al roce de sus labios con mi piel que me volvía loca.

“¿A dónde vas a llevarme?”.

“Quiero que vayamos a comer a Barra Vieja, a Valentina le encanta el mar y quiero aprovechar la ocasión para presentarlas”.

Sus palabras me causaron una gran emoción.

El hecho de que pensara que ya era tiempo de que conociera a su hija era una muestra de que sus intenciones conmigo eran serias y proyectadas a un futuro juntos.

Me hacía mucha ilusión conocer a Valentina, Carlos hablaba tanto de ella que me contagiaba con su amor de padre y yo quería poder compartir esa parte de su vida también.

Estaba nerviosa por la reacción de la niña, sabía que las niñas podían ser celosas de sus padres, sobre todo porque hasta el momento, todo su tiempo, cariño y atenciones eran solo para ella.

Tuve el impulso de comprarle un obsequio, pero luego me arrepentí, no porque no quisiera regalarle nada, sino porque quería ganarme su cariño de manera genuina y no con base en los regalos que pudiera recibir de mí. Ya le daría un obsequio el día de su cumpleaños que era la próxima semana.

Cuando escuché el claxon que indicaba que habían llegado por mí, tomé mi pequeña maleta con lo indispensable para estar un día en la playa y salí nerviosa como si fueran a presentarme a mi suegra.

Sabía que los niños eran muy duros al juzgar a las personas, y temía no ser de su agrado.

Carlos se bajó del auto y me saludó con un ligero beso en la mejilla, me recibió la maleta y me abrió la puerta del copiloto.

Valentina me miraba detrás de unos anteojos para el sol, no decía nada, pero estaba atenta a todos nuestros movimientos.

“Princesa, ella es More, es mi amiga de la que te hablé”, dijo Carlos cuando todos estuvimos en el auto.

Me giré para saludarla y ella miró hacia la ventana ignorándome por completo.

“Hola Vale, me da mucho gusto conocerte, tu papi me ha hablado mucho de ti y de lo mucho que te quiere”.

Traté de que volteara a verme, pero no lo hizo, siguió mirando por la ventana, aunque sentí que me veía y me inspeccionaba por el rabillo del ojo.

“Vale, saluda a More, no seas grosera”, dijo Carlos exasperado por la actitud indiferente de la niña.

“Hola More”, dijo sin mirarme y me di cuenta de que ganarme su confianza y su cariño, no iba a ser nada fácil.

Carlos me había compartido una playlist de sus canciones favoritas y yo las había escuchado toda la noche para tratar de impresionarla cantándolas con ella, así que esa era mi arma secreta y esperaba que funcionara.

Carlos encendió el equipo de sonido y yo comencé a cantar sin voltear a ver la niña, no quería que se diera cuenta de que mi intención era que viera que me sabía sus canciones, sino que pensara que mi gusto por ellas era genuino.

Comencé a cantar al ritmo de ‘El ratón vaquero’, ‘Elmuñeco pin pon’ y ‘la vaca lechera’ después de unos minutos, ella también comenzó a cantar a todo pulmón.

Estábamos por llegar a nuestro destino cuando el ritmo de la música cambió, dejó de ser una canción para niños y el dueto Río Roma con su canción ‘Tú eres mi persona favorita’.

Carlos comenzó a cantar y me apretó la mejilla diciendo ‘Tú eres mi persona favorita’ los niños son muy observadores, Valentina dejó de cantar y se me quedó mirando de reojo.

Bajamos del auto y se colgó de la pierna de su papá como si temiera perderlo, intenté que me diera la mano, pero negó con la cabeza y no me permitió que la tocara.

Llegamos al restaurante donde nos instalamos bajo la sombra de una palapa, Carlos pidió la comida y dijo que quería que estuviera lista para las dos de la tarde.

“Te va a encantar el pescado zarandeado que preparan aquí, ya verás”, me dijo y me guiñó el ojo.

“Vale, voy a ir al tocador de damas a ponerme un traje de baño para meterme al mar, ¿Vienes conmigo?”

Volteó a ver a su papá dudando de que fuera correcto ir conmigo.

“Ve con ella princesa, ya eres una damita y yo no puedo entrar a los vestidores de dama para ayudarte con el traje de baño, More te ayudará esta vez”

Me miró con recelo, pero terminó por coger su mochila y darme la mano para ir conmigo al vestidor.

Me encargué de quitarle la ropa y ponerle el traje de baño y luego hice lo mismo.

“¿Tú eres novia de mi papá?”, me preguntó rompiendo el silencio y poniéndome todavía más nerviosa de lo que estaba.

“¿Te molestaría que fuera su novia?”, le contesté con otra pregunta porque no quería molestarla con la respuesta.

“¿Lo quieres mucho?”

“Sí, lo quiero muchísimo”, dije y pude ver que su semblante cambió, su entrecejo se relajó y parecía que estábamos por buen camino.

“¿Eres mamá?”

Me tomó por sorpresa su pregunta.

“No princesa, yo no tengo hijos”.

“¿Y te gustaría tener hijos?”

“Me encantaría tener una hija así de hermosa como tú”.

Me regaló una sonrisa y me dio la mano, salimos del vestidor y a partir de ese momento nos convertimos en amigas, corrimos juntas detrás de una pelota y correteamos las olas mojándonos los pies.

Carlos nos miraba desde la palapa, se mantuvo al margen del desarrollo de nuestra relación.

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