Capítulo 23:

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Ella lo había escuchado claramente antes.

Tanto sus ojos como su aura…

No mentían.

¡Transmitían todo lo contrario!

“No es cierto”

Dijo molesto.

“Nunca te habías comportado tan apasionado, me estabas haciendo vibrar como nunca y vienes a arruinarlo todo, al nombrar a Isabella”

Su rostro se tornó lleno de resentimiento.

Simplemente no podía creérselo.

“No puedo creer que haga lo que haga, no puedo competir contra esa traidora”.

Dijo en un intento de ver si él lograba despertar.

¡Tenía que fijarse en ella y no en la otra1

Oliver presionó con fuerza sus dientes.

“No es para tanto”

Gruñó y la tomó entre sus brazos.

“Olvidemos el incidente y sigamos en lo que estábamos, por favor, no compliques las cosas entre nosotros”.

Dijo en un intento de persuadirla.

No quería arruinarlo.

No quería destruir su relación, aunque por alguna razón…

Todo esto se sentía vacío.

¿Qué faltaba?

Emma inhaló profundo.

“Lo voy a pensar”

Expresó sabiendo que no lo deseaba perder.

Lo amaba tanto.

Incluso más que a ella misma.

De eso estaba segura, y no deseaba perderlo.

Eso a pesar de que él no lo hiciera como ella lo hacía.

Al despertar, lo primero que llegó a sus fosas nasales, fue el aroma a desinfectante.

Eso la hizo recordar que se encontraba en el hospital.

Giró su rostro buscando a su hija, y frunció el ceño al darse cuenta, que el otro extremo de la pequeña cama estaba vacío.

¿Dónde estaba?

¿Qué había pasado?

¿Le habían mentido?

Su corazón retumbó con fuerza,.

Estuvo a punto de quitarse la venoclisis, que tenía sobre su brazo, hasta que se dio cuenta que se encontraba en uno de los sillones, acompañada de Guillermo.

Regresó su cabeza, sobre la almohada y por unos instantes se dedicó a observarlos interactuar, ladeó los labios esbozando una pequeña sonrisa, al ver que aquella persona de la que no sabía nada, le ayudaba a comer a su hija.

“¿Quieres pan?”

Le preguntó a la pequeña, acercándole la charola con un par de piezas para que ella eligiera.

“Sí ¿Y tú?”

Respondió ella y lo tomó con su pequeña manita.

“No, yo no, gracias”

Contestó susurrando para no despertar a Isabella.

Tomó el vaso de café que tenía y dio un sorbo.

“¡Salud!”

María alzó su vaso para chocarlo con el de él.

Guillermo dibujó una sonrisa al escucharla.

En ese momento escuchó el ruido que hacía la cama.

Al cambiar de posición, ambos giraron a verla y la observaron quedar sentada.

“Buenos días”

Pronunció estando un poco aturdida.

“¡Mamá!”

Exclamó la pequeña María con una gran sonrisa en sus labios.

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