Capítulo 181:

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El tiempo siguió transcurriendo, Isabella no tuvo el tiempo para llorar como deseaba por la pérdida de su esposo, ni de su pequeño.

Llevaba una herida abierta, que dolía y sangraba.

Ya no sonreía, su vida se había tornado sombría y vacía, cada día sentía que estaba en picada hacia un abismo.

Su único motivo para levantarse día a día era María.

Aquella camarera que les había tendido la mano, al ser la hija de la propietaria del negocio, le consiguió trabajo, y no solo eso, sino que le permitieron llevar a la niña, a quien dejaba en una habitación de poco espacio, a lado; la cual tenía un colchón sobre el piso y un viejo televisor. En donde también se quedaba el pequeño hijo de aquella peculiar joven de piel de chocolate y rizos más densos que los de Isabella.

La paga no era mucha, pero le ayudaba a poder alimentarse y comprar vestimenta, de no ser por Macarena, quien les llevó algo de ropa cuando llegaron al albergue, no sabía que hubiera hecho.

Para quien no fue nada sencillo aceptarla, fue para María, ya que tuvo que usar prendas de los sobrinos de aquella joven, quienes eran niños, eso provocó que hiciera rabietas, cosa que no era común en ella.

Se lanzó al suelo y lloró como nunca.

Isabella se sentía frustrada, sabía que María no podía procesar tantos cambios y tanto dolor en tan poco tiempo, sabía que era la manera en la que se desahogaba, por lo que permitía que llorara hasta que se cansaba y luego hablaban sobre lo sucedido, y se abrazaban con mayor fuerza, un que desconocía.

Aquella mañana, se sentó sobre el catre en el que dormía María.

“Te tengo una sorpresa”

Dijo con una sonrisa.

“¿Quieres saber de qué se trata?”

Preguntó al verla recostada, viendo hacia el piso.

“Voltea”.

Presionó la bolsa que sostenía en sus manos, ladeó los labios al ver que se movía.

“¿Qué es?”

Cuestionó viendo aquel objeto blanco de plástico.

“Es algo que te compré”

Anunció.

“¿Quieres averiguar?”

Indagó sonriente.

Comenzó a sacarlo con toda calma, anhelaba ver su reacción.

María dibujó una sonrisa.

“¡Un vestido!”

Exclamó.

A pesar de que no era nuevo, sino de segunda mano, ver la expresión en el rostro de la niña, la hizo sentir como si en verdad fuera la primera vez que se lo iba a poner.

“¿Te gusta?”

Indagó con nostalgia, cada cosa que hacía, le traía recuerdos, que la envolvían en una gran tristeza, la cual intentaba ocultar a toda costa.

“Sí, es muy bonito”

Contestó con timidez, abrazándolo.

Desde que, aquella terrible desgracia, cayó sobre ellas, por primera en mucho, mucho tiempo, María emitió una pequeña sonrisa.

Ella tampoco era la misma.

“Vamos a la cafetería”

Expresó ayudando a cambiarse.

“Te voy a comprar el especial de chocolate”.

Tomó el monedero en donde guardó un extra, para darle ese gusto a su pequeña; ese día era su cumpleaños.

Tenia que hacerlo especial.

Mientras tanto en otro lugar…

Toronto, Canada.

La mirada de Virgine, estaba perdida hacia el exterior de la calle, desde la ventana de la sala de espera del hospital, podía observar un parque en donde varios niños jugaban en los columpios, al instante varias lágrimas corrieron sobre sus mejillas.

Dio un sorbo al termo que llevaba entre sus manos, presionó con fuerza sus labios, después de haberse quemado, con aquella humeante bebida.

Estaba distraída, esperando, como cada uno de los días, de los que llevaban ahí. Su barbilla tembló y su mirada se cristalizó, ante la impotencia que la abordaba.

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