Capítulo 110:

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“Te amo, papi”

Pegó su mejilla sobre su firme pectoral, además de dar un par de palmaditas sobre sus hombros.

“¿Trajeron donas?”

Indagó mirándolo a los ojos con un brillo especial.

Arrugó su ceño ante su pregunta y caminaron hacia la alcoba de su Isa.

“Lo lamento, las olvidamos”

Dijo con sinceridad.

La pequeña separó los labios tan grande como pudo y se cubrió su boquita, como si hubieran cometido un terrible crimen.

“¿Y ahora qué cenaremos?”

Preguntó con preocupación.

Isabella no pudo evitar ladear sus labios y sonreír, en verdad su hija, era una gran candidata para ser una gran actriz, al maximizar las cosas.

“Prepararemos algo, no te preocupes”.

Se llevó sus manos al rostro a punto de llorar.

“Prometiste que traerías donas”

Dijo con la voz fragmentada.

“Te acabaste las últimas de ayer”

Arrugó el ceño al ver a su mamá.

Aquella interacción la fue relajando.

No pudo evitar sonreír al escuchar su reclamo.

Presionó sus labios en una delicada línea al ver a Guillermo mirarla de la misma forma que lo hacía María.

En verdad hacían buen equipo juntos.

“Lo lamento”

Manifestó.

“Se me antojan mucho”

Se justificó tocando su v!entre.

Guillermo se aclaró la garganta al verla, lo estaba manipulando de la manera más tierna que podía.

“No te preocupes, princesa. Le pediremos a Bruno que nos compre más”

Comunicó tomando su móvil.

Se limpió sus ojitos y de inmediato lo abrazó con fuerza.

“Eres el mejor papá del mundo”.

Elevó el mentón con altivez, sintiendo su pecho hinchado de felicidad.

“Lo soy”

Pronunció con emoción, frotando con cariño su pequeña espalda.

Después de que Bruno les llevó las donas y cenaron, llevaron a dormir a la niña, entonces, Isabella se quitó la ropa y se colocó el pijama.

Sintió un gran alivio al sentir el contacto del mullido colchón sobre su espalda.

“¿Te sientes más tranquila?”

Preguntó Guillermo recostándose a su lado.

“Un poco”

Contestó con sinceridad.

“Conforme crece María, cada día es más ocurrente”

Sonrió.

“Es verdad”

Guillermo no pudo evitar sonreír también.

“Se parece a su papá”.

Enarcó una ceja con orgullo y se dirigió a los pies de su chica y comenzó a masajear.

“Me la imagino siendo la primera en su clase, ganando trofeos en las competencias deportivas, participando a mi lado”.

Estaba disfrutando de aquel delicioso masaje, cerrando sus ojos, hasta que lo escuchó hablar, tomó una almohada y se la lanzó sin poder reírse.

“Eres un engreído”

Expresó carcajeándose.

“Solo digo la verdad”

Mencionó con normalidad y luego estalló en una risotada, lo que buscaba era hacerla reír, que se olvidara del mal rato.

Cuando logró controlarse lo miró a los ojos con seriedad.

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