Ámame maldito CEO -
Capítulo 348
Capítulo 348:
Tocó las paredes, para no dejarse caer.
Claro que sabía que Joe moriría, pero pensó que tendría más tiempo para pasar a su lado.
Las lágrimas cayeron por su rostro, apenas pudo llamar a Orson.
“Puedes venir al Hospital de Genesee”, dijo con la voz rota.
“Iré de inmediato, ¿Cómo está Joe?”
“ÉI… ¡Ha muerto!”
Orson se quedó silencioso.
Reaccionó un segundo después, ya que la noticia fue muy fuerte.
“¡Lo siento tanto!”
Sean colgó la llamada.
Orson le contó a Jane.
Lynda se quedó a cuidarla, y él salió tan rápido rumbo al hospital.
Cuando llegó al hospital, miró a Sean destrozado.
“Estaba bien, no sé cómo de un momento a otro…”
Orson le dio un abrazo.
“¡Sean!”
Esa voz los hizo enmudecer, cuando Sean se giró a mirarla, se quedó perplejo.
“Merybeth, ¿Qué haces aquí?”, exclamó sorprendido de verla ahí.
“Yo… supe que Joe se enfermó, él me llamó”.
Sean le miró con gran desconcierto.
“¿Qué? ¿ÉI te llamó? ¿Cuándo?”
“Por la mañana, hace unas horas, él dijo que estaba enfermo, y que por eso… ¿Dónde está? ¿Cómo está?”
Sean negó, con las lágrimas cubriendo su rostro.
Ella dio un paso atrás.
“¿Cómo está?”
Sean no pudo hablar.
Solo después de hacer un gran esfuerzo y de mentalizarse, lo dijo:
“Merybeth… Joe murió”.
Ella se quedó tan perpleja, mirándolos con ojos muy grandes, a punto de las lágrimas.
“¡¿Qué?! No, no puede ser, ¡HabIé con él! Dijo que estaba mal, pero, no para morir”.
Merybeth comenzó a llorar sin control.
“Ni siguiera pude despedirme, ni verlo, esto no está pasando, ¡Quiero verlo! ¡Exijo verlo! No creeré que murió, si no lo veo con mis propios ojos”
Sean y Orson se miraron con duda.
“Ya pueden pasar para reconocer el cuerpo”.
Las palabras del doctor les dieron un escalofrío.
“Quiero entrar, por favor, Sean te lo suplico”.
ÉI bajó la mirada, y asintió.
Merybeth entró junto a Sean.
El cuerpo estaba en una mesa.
Ella temblaba.
Estaba cubierto con una sábana blanca.
Hacía un frío que la hizo temblar.
El doctor destapó el cuerpo desde la cara, hasta el dorso.
Merybeth abrió ojos tan grandes al verlo.
Las lágrimas cubrían su rostro.
Se acercó tan despacio, como si temiera, y acarició su mejilla, con suavidad; Joe parecía más pálido, pero a ella le pareció que incluso se veía como si estuviese dormido.
Pensó que tal vez, todos los muertos al principio, solo parecían dormidos, hasta deteriorarse.
“¡Joe!”, exclamó con un sollozo
Ella negó.
El doctor cubrió el cuerpo al verla tan triste.
Sean estaba recargado contra la pared.
Solo pudo verlo de reojo.
No quería ver nada más.
No era tan valiente como siempre creyó.
Ambos salieron de ahí.
Un silencio estaba entre los dos.
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