Ámame maldito CEO -
Capítulo 341
Capítulo 341:
Ella trajo las escrituras, que ya estaban a su nombre.
Merybeth las miró y las guardó en su cartera.
“Bien, firmemos, debes firmar aquí”, dijo Orson señalando.
“Que firme el primero”.
“Ah… él ya firmó”, dijo Orson, intentando serlo más suave posible.
Merybeth alzó las cejas con sorpresa.
“Ah, entiendo”, bien dijo con falso desdén.
Sean estaba sentado con los brazos cruzados.
Observaba como ella estampaba su firma y pudo recordar aquel día, en la boda, cuando ella firmó los papales.
Una lágrima cayó por su rostro, pero ahora no lloraba, y eso extrañamente le dolió más a él, sintió un nudo en su garganta, pero tragó saliva.
‘Jamás pensé llegar hasta aquí» pens’, Sean.
“¿Eso es todo?”, exclamó ella.
Orson asintió.
“Lo es, aquí está el cheque con la cantidad que se acordó”.
Merybeth tomó el cheque, pero ni lo miró.
Estaba sentada, y lo llevó bajó la mesa, sin que nadie la viera lo rompió en pequeños pedazos, y lo hizo bolita.
Luego esbozó una sonrisa divertida.
“Bien, debo irme, ahora soy una mujer libre de cualquier mosca, ¡Debo celebrarlo! No me feliciten, sé que deben ser hipócritas”.
Edward rio y Sean le miró severo.
Merybeth estaba por irse, y se detuvo.
“Señor Hyland, puedo pedirle un último gran favor”.
Sean la miró endeble.
“Sí”, dijo con rapidez.
Ella se acercó unos pasos y él sintió que temblaba, que no podía más, si ella se acercaba un poco más, no podría dejarla ir.
“Bueno, puede abrir la boca y decir a es que vi algo en su muela, y estoy angustiada”.
Sean le miró receloso.
Supo que alguna travesura planeaba, pero no tuvo alternativa.
Abrió la boca y dijo:
“A”
Merybeth aprovechó y de inmediato metió la bola de papel en su boca.
“¡Trágate tu dinero y provecho!”, exclamó con rabia, dando la vuelta y yéndose apresurada.
Orson y Edward se quedaron impactados.
ÉI escupió el papel al suelo, y miró que era el cheque.
Sean salió tras ella, enfurecido, y ellos lo siguieron.
Merybeth estaba por irse, pero la asistente de Sean la detuvo.
“Señora, no encontré repelente, solo este matamoscas”.
Merybeth sonrió al verlo, y lo tomó
“¡Oh, gracias!”, exclamó divertida y maliciosa.
Sean fue tras ella.
“¡Merybeth! ¿Qué rayos fue eso? Me hiciste firmar un cheque, hacer miles de moviente bancarios, ¡Para nada!”
“¡No quiero tu maldito dinero! Solo quería joderte, ya lo hice, estamos a mano”.
“Te haré otro cheque y lo tomarás, esto no es un juego”, sentenció severo.
Merybeth le miró con rabia.
“De ti, no quiero nada, que tu dinero te aproveche para tu nueva esposa por contrato, solo así podrás tener una nueva mujer, porque eres insoportable, querido, y que tú y Joe disfruten de su maldito infierno”.
“¡Merybeth!”
Ella sintió rabia de que la llamara.
Cuando él quiso tocar su brazo, ella se giró y le dio con el matamoscas en la frente, el gritó sorprendido del dolor.
“¡AIéjate de mí mosca de la Antártida! Me fallaste, me perdiste, Sean Hyland, ahora búscate a ti mismo, porque yo sé quién soy, hermosa y divertida, contigo, o sin ti”.
Ella entró al elevador.
Luego oprimió un botón, hondeó su mano y dijo adiós, lanzando un beso al aire, y sonrió, las puertas del elevador se cerraron.
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