Ámame maldito CEO -
Capítulo 254
Capítulo 254:
“¡Por favor, no me cuentes ninguna historia sobre tiburones que llueven, ni sangrienta, no quiero entrar en pánico!”
“¿Acaso mi mosca de Chernóbil no es valiente?”
ÉI rio.
“No quiero tu cuento de terror, lo odio”
“Pero, no es de terror. Iba a contarte uno bonito esta vez, pero acabas con mi inspiración”, explicó ella en tono triste.
ÉI besó su frente y ella besó sus labios.
“Bien, quiero escucharlo”.
Parecía resignado.
Merybeth puso su cabeza sobre su regazo.
Ambos miraron el cielo azul marino, con estrellas brillantes.
“No es una historia, es una leyenda celta que dice que, a los ojos del alma noble, del que sabe ver con amor, vislumbra una llama azulada sobre el hombro izquierdo de su alma gemela, del lado del corazón. Solo verá esa llama en la persona de su alma gemela, y no en ninguna otra y solo sucederá una vez en cada vida, así reconocerá a su amor eterno”.
Sean alzó la vista y la miró a los ojos.
“Yo ya he visto esa llama en ti”, dijo Sean.
Ella sonrió, sabiendo que era una de sus mentiras.
“Mentiroso”
ÉI la atrajo.
Luego sus dedos se entrelazaron en sus oscuros cabellos.
Después la besó con pasión, acariciando su lengua, sintiendo la humedad, era un beso profundo, sin necesidad de palabras.
“No me importa, ¿Sabes?”, dijo.
“No necesito de un llama o señal para saber que tú eres mi única alma gemela”
Ella sonrió y siguió besándolo, colgando sus manos a su cuello.
…
Mientras tanto en otro lugar…
Mary BelI soñaba atemorizada.
De pronto, abrió ojos grandes enderezando su postura sin saber que había soñado con exactitud, se sentía nerviosa.
Luego se levantó con rapidez y salió.
Vio a Octave sentado frente a una laptop, buscaba información sobre Mary BelI Riley, hasta ahora consiguió la dirección de una casa en Londres dende ella vivió.
“¿Qué haces?”
Cuando Octave levantó la mirada tuvo que sonreír.
“Mary BelI ¿Aún despierta?”
“Tuve pesadillas”.
Octave lamentó escuchar eso.
“Debes dormir, Mary, recuerda que te hará bien, vamos te acompaño a descansar”.
ÉI la llevó de vuelta a la habitación, y ella se recostó en la cama.
Octave estaba por irse, pero su voz lo detuvo.
“No te vayas”, dijo.
“Por favor, tengo miedo, duerme conmigo”, dijo tocando al otro lado de la cama.
Octave la miró con inseguridad.
¿Acaso ella sabía lo que le pedía?
Era demasiado para él, pero su mirada asustada, que le recordaba a un conejito asustado, lo hizo desistir de partir.
Recostándose a su lado, incluso con sus zapatos puestos, dijo:
“Me quedaré y vigilaré tu sueño, ¿Bien?”
Ella sonrió y asintió.
Parecía feliz.
Se sentía segura.
“A veces, lo recuerdo como un fantasma, sé que no era bueno”.
“¿A quién?”
“A mi esposo”, dijo ella.
“Era cruel, ¿Cómo pude amar a alguien así?”, exclamó con los ojos llenos de Iágrimas.
Estaba triste.
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