Ámame maldito CEO
Capítulo 215

Capítulo 215: 

Merybeth estaba por finalizar el trabajo, cuando vio las rosas que llegaron.

Eran hermosas.

Ella tomó la tarjeta y leyó:

[Faltan cuarenta y ocho horas… ¿Tienes razones para volver a casa? Recuerda la primera vez que hicimos el amor, nuestra cama te extraña Sean Hyland]

Ella esbozó una suave sonrisa al recordar esa noche.

Luego se frustró.

Tomó la nota y la rompió, lanzándola a la basura.

Después llamó a su asistente.

“Toma las rosas y repártelas entre todos los empleados”.

“Sí, Merybeth”, dijo la chica.

Merybeth recibió una llamada.

Era el abogado Edward Grant.

“Llamo para informarle que ya envié la petición de divorcio al Señor Hyland, ahora espere su respuesta, tenga cuidado”, dijo el hombre y colgó la llamada.

Merybeth tragó saliva, tuvo miedo.

Quizás a esas horas Sean ya había recibido la demanda de divorcio.

Mientras tanto en otro lugar…

Sean, que terminaba el trabajo, era imposible concentrarse.

Deseaba ser el de antes.

Ese al que nada le importaba.

Pero era imposible.

Su asistente entró y trajo aquel sobre para éI.

“Han traído esto de un tal despacho Grant”.

Sean arrugó el gesto.

Intrigado y lo tomó en sus manos.

La asistente salió, éI abrió el sobre y tomó las hojas, para leer con avidez.

Sus ojos fueron enormes al leer la demanda de divorcio, incluso le faltó la respiración, tomó las llaves del auto, salió de prisa, sin decir nada a nadie.

Edward Grant estaba por irse, iba rumbo a su auto, cuando vio a ese hombre esperando ahí, como si fuera un guardia.

ÉI sonrió, previó que Sean Hyland vendría a éI, pero, nunca esperó que lo hiciera tan pronto.

“Buenas tardes, Sean Hyland”.

ÉI tenía una sonrisa en los labios.

Pero su mirada era severa.

“Nos volvemos a encontrar, Grant, ¿Así que viste la forma de hacerte notar, tomando el caso de mi esposa?”

Edward sonrió.

“Ella vino a mí, pobre, buscando un poco de ayuda”

Sean borró su sonrisa.

“¿Pobre? Mi esposa es todo, menos pobre, desiste del maldito divorcio y aconséjale que volve a mí, es lo mejor que puede hacer”.

“¿Y por qué haría algo así?”

“Ella no podrá pagarte, así que desiste”.

Edward rio.

“Ella no me pagará, pero, tú, sí”, sentenció.

Sean rio en su cara.

“¡Buitre! Por eso estás en donde estás, nunca has podido avanzar en estos años, mírate, en la peor Genesee ¿Y sabes por qué? Porque vives mordiendo el dólar, haciendo el mal, ¿Acaso no defiendes a la peor escoria del pueblo y del país?”

Grant tragó saliva.

El hombre lo hería en su orgullo

“No puedes obligar a una mujer a ser tu esposa, si ya no quiere serlo, debes dejarla ir, pero, por lo visto, Merybeth Hansen te importa mucho, ¿Acaso he encontrado tu punto débil?”

Sean le miró con ojos pequeños.

“Ten cuidado, Grant, ¿Recuerdas hace años en la universidad? Hiciste creer a todo el mundo que te hice trampa en la tesis, casi arruinas mi posibilidad de graduarme, a pesar de que fui el primero de la clase, y tú el segundo; ¿Y qué pasó?”

Sean hizo un gesto con sus manos.

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