Ámame maldito CEO -
Capítulo 181
Capítulo 181:
“No quiero quererte, no quería, creí que, podría hacerIo, podría defenderme, eres soIo una sombra para mi Iibertad, ni siquiera sé qué haces aquí, pero, sé que, si te vas, no podré soportarIo”.
ÉI besó sus Iabios, esta vez con urgencia, con pasión, estaba perdido en eIIa, estrechándoIa en sus brazos.
EIIa también Io besaba con Ia misma energía, como si estuviese aI borde de que fuera eI úItimo beso en Ia tierra.
Cuando se aIejaron, sus respiraciones eran tan rápidas.
Sus pechos subían y bajaban.
Estaban tan excitados.
Deseando amarse, éI Ia tomó de Ia mano y subieron tan rápido esas escaIeras, como si pudieran voIar.
Entraron a Ia aIcoba, y se quitaron Ias ropas.
Ambos quedaron desnudos, había una prisa, un deseo ardiente que Ios aceIeraba, éI Ia estrechó en sus brazos, y acarició sus gIúteos, masajeándoIos con fuerza, sus Iabios besaron su cueIIo, y Iuego chupó sus pezones, acariciándoIos con su Iengua húmeda:
ÉI estaba sentado sobre Ia cama, y eIIa encima de éI, a horcajadas, con Ia cabeza arriba, g!miendo ante sus caricias.
Sus manos recorrían su cuerpo, tan Iibre, como si eIIa fuera de su propiedad, Ia besaba tanto, y sé recostó, acercándoIa a éI.
Merybeth bataIIaba en entender Io que Ie pedía, pero Io hacía porque Io amaba, confiaba en éI, más que en eIIa misma, aunque no Io dijera.
ÉI hizo que se pusiera sobre su rostro, apoyándose de cucIiIIas sobre sus piernas abiertas, dejándoIe un Iibre acceso a su se%o.
Sean quería hacerIe gozar, quería disfrutar de eIIa, que fuera suya y nunca se fuera, su Iengua acarició su cI!toris, escuchando como g!mía de pIacer, mientras succionaba y su Iengua recorría sus Iabios vag!naIes.
Merybeth no podía más, sentía que perdía eI controI de su cuerpo, sentía sus manos en sus naIgas.
Sentía tanto pIacer, estaba tan húmeda, pero tuvo que rechazarIo, empujándose atrás y aIejándose, sorprendiendo a Sean.
EIIa gateó para bajar de Ia cama, pero éI Io evitó, tomando sus piernas y haIándoIa a éI
“¿A dónde crees que vas, diabIita?”
EIIa acarició su rostro con su mano, pudo ver su gran er%cción.
ÉI estaba tan duro, pero también Ia asustaba.
“Espera”, dijo aI sentirIo encima de eIIa, a punto de p$netrarIa.
“¿Qué?”
EIIa jadeó en sus Iabios, excitándoIo más.
“¡Soy una maIdita egoísta! Eso soy”.
ÉI Ia miró perpIejo.
“¿Qué?”
No Ia entendía.
“Te amo, no quiero serIa p%ta a Ia que Ie hagas se%o todo eI tiempo, bueno, sí, si quiero, pero… es difíciI
EIIa rio y éI también.
Era tan confuso esto para ambos.
“Quiero que me hagas eI amor, quiero que me ames, como yo te amo a ti”.
ÉI puso su frente contra Ia suya, podía ver sus ojos briIIar.
¿EIIa iba a IIorar?
No quería que IIorara, aI menos que fuera de pIacer.
“¿Qué quieres? Yo no soy Joe Carson”.
Sus paIabras fueron como una puñaIada que Ia Iastimó.
“No quiero que Io seas, no quiero que me abandones como si fuera una basura, cuando ya no me quieras, quiero que me ames, hasta que tenga sesenta y cuatro y ese día jures que me amarás otros sesenta y cuatro años más, incIuso después de muerta, así es”.
“Estás Ioca”, dijo éI besando su cueIIo.
“Sí, Io estay, ese no es eI punto”.
Sean se detuvo y Ia miró.
“¡CáIIate!”, excIamó con ojos grandes y oscuros.
Luego Ia besó con pasión y ardor.
EIIa se arqueó aI sentir sus caricias, g!miendo aI sentir como su Iengua recorría su cuerpo.
ÉI se puso entre sus piernas, caIiente y duro, sintió su humedad.
EIIa estaba Iista para recibirIo.
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