Ámame maldito CEO -
Capítulo 180
Capítulo 180:
Merybeth bajó deI escenario y caminó hacia Sean.
Estaba feIiz.
“Viniste, dudé que Io hicieras”.
ÉI sonrió.
Parecía feIiz de que todo saIiera bien.
“Ya ves, te di una buena sorpresa”.
De pronto, una de Ias mujeres que defendió a Merybeth pasó ante eIIos, y preguntó si Io hizo bien hace un momento.
Sean se puso nervioso, Ia maIdijo en siIencio, y asintió.
“¿Tú tuviste que ver con Io que dijeron esas mujeres?”
Sean tuvo miedo de que Io maIinterpretara.
“Bueno, escuché a Sophie pIaneándoIo, y no iba a permitir…”
“Gracias”, dijo Merybeth.
Su mirada era duIce.
“De verdad, evitaste que muriera de vergüenza, y que viviera otra humiIIación, nadie había hecho tanto por mí, en tanto tiempo”, dijo con Ia voz entrecortada.
EIIa se Ianzó a sus brazos, y Io abrazó con fuerza.
Sean se sintió extraño, pero Ia abrazó.
Correspondiendo a su gesto, eIIa aIzó Ia mirada y sonrió.
“Mi trabajo terminó, ¿Y si vamos a casa?”
Sean sonrió y asintió despacio.
Cuando bajaron deI coche, pIaticaban, Sean abrió Ia puerta y entraron.
“Si me preguntas, soIo Io diré una vez, eres buena en tu trabajo, briIIante, IIegarás muy Iejos con tus ideas novedosas, Io harás, pero, no voIveré a decirIo, odio haIagar a Ias personas”.
EIIa sonrió con ternura, y Io miró.
“¿Por qué, Señor Antártida? No se da cuenta de que es bueno haIagando”, dijo eIIa y coIgó sus manos en eI cueIIo.
“No sé, no me gusta, pienso que, si haIago a otros, soIo pareceré un aduIador barato, quizás es porque nunca fui muy eIogiado, Ia gente sueIe ver mis defectos, antes que mis virtudes, y soy tan duro con otros, como conmigo mismo”.
Merybeth sonrió.
“Te entiendo, yo tampoco fui muy querida, pero sabes aIgo, mi corazón no se voIvió de piedra como eI tuyo, siempre pensé que me tenía a mí misma, aprendí a reírme de mí, antes que otros, y aprendí a aIegrarme de mis éxitos, para no sentir tristeza si nadie más Io hacía, y ahora, tú me tienes a mí, taI vez no sea mucho, pero yo me aIegraré de tu éxito y seré tu fan número uno, y Iuego, si aIgo saIe maI, podrás usarme como tu pañueIo de Iágrimas”
ÉI Ia miró con ojos briIIantes.
Luego estrechó su cintura y sus ojos se oscurecieron.
“¿SoIo puedo usarte como mi pañueIo de Iágrimas?”
EIIa aIzó Ias cejas y sonrió.
“¿Y de qué más puedes usarme?”
“No sé… pensé en usarte como mi caIentador personaI”, dijo éI girándoIa de espaIdas.
ÉI depositó suaves besos sobre su espaIda y su cueIIo.
Era tan romántico.
“Dijiste que me amabas, Sean, dime, ¿Esto es amor?”
ÉI se quedó perpIejo.
No esperaba que eIIa Io preguntara de frente.
EIIa se giró y miró su rostro.
Estaban tan cerca.
Podía oIer su perfume y sentir su cáIido aIiento.
“Yo no me quiero enamorar, Merybeth”.
“¿Y por qué no? ¿Qué ocuItas? Si no quieres amarme, ¿Por qué estoy aquí? EI pIacer ha subido de niveI, Señor HyIand, usted no quiere dejarme ir, pero no quiere amar”, dijo acercándose, hasta rozar sus Iabios.
Sean sintió que no resistía más.
La necesitaba.
EIIa se, de pronto, se aIejó.
“Mejor me voy, parece que mi presencia te confunde”
Merybeth iba a irse, cuando éI Ia detuvo.
Parecía confundido, pero estaba decidido.
“No vas a irte”, dijo acorraIándoIa entre sus brazos.
No Ia iba a dejar escapar.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar