Ámame maldito CEO
Capítulo 14

Capítulo 14: 

Cuando Sean tocó a su puerta y ella no abrió, pensó lo peor.

Abrió la puerta, y entró en la alcoba que estaba a oscura.

Pero lo siguiente que vio ante su mirada le pareció inconcebible.

¡Ella no había escapado!

En cambio, Merybeth estaba ahí.

Estaba ante sus ojos.

Ella estaba recostada sobre el suelo inerte.

Incluso aun vestía de novia.

Excepto por el velo tirado sobre el suelo, con el balcón abierto de par en par, parecía dormida.

Sean la miró irresoluto, pero caminó hacia el balcón, lo cerró bien, asegurándose de que nadie del exterior pudiera entrar.

Luego la miró bien

Comprobó por la forma en que respiraba que estaba durmiendo.

Sean tomó su móvil del suelo.

Estaba sin batería y lo llevó a una mesa, dejándolo ahí.

Luego se acercó a la mujer, sintió un poco de lástima de verla así.

Creyó que debía sentirse incómoda.

Entonces, Sean la tomó entre sus brazos, para recostarla en la suave cama.

Apenas la depositó, Merybeth abrió los ojos.

Lo miró, sus largas pestañas y sus ojos brillantes parecían tener un hechizo sobre él, que le impidieron moverse.

Fue como si Sean no fuera consciente de ello.

Solo estaba a merced de su mirada Merybeth aún seguía algo ebria.

Parecía alucinar.

Lo miró, de pronto algo en su gesto le recordó a Joe, pero al menos no mencionó su nombre; solo acarició con su mano su rostro, de una forma tan delicada, que incluso Sean sintió que su cuerpo se estremecía ante semejante caricia.

Tragó saliva, como si pudiese aferrarse a algo de realidad.

Sean Hyland se sentía incapaz de volver a amar a ninguna mujer, luego de que hace años fuera víctima de un cruel engaño.

Pero ante esa chica, sintió que ahora era débil.

Muy débil.

“Señor Antártida, ¿Es usted?”

Él quiso alejarse.

Pero para su sorpresa… ¡Ella sostuvo su mano!

De pronto sus manos se aferraron a su cuello.

Estaba tan cerca de su rostro.

Podía sentirlo.

Tan ardiente sobre su piel.

De pronto ella solo cerró los ojos y besó sus labios.

Era como un ligero roce, y Sean Hyland no era un hombre de piedra.

Cuando pudo prever lo que hacía, la besaba con apremio.

Sujetándola de la cintura, había perdido toda la cordura.

El valor que antes lo mantenía alejado de cualquier mujer, y la besaba como si no hubiese otra oportunidad, como si fuera la última.

Sentía la energía de ese beso, que recorría con sensaciones placenteras todo su cuerpo.

Era un beso tan pasional y ardiente.

También había un toque dulce.

Cuando ella se quedó sin aliento se alejó.

La vio recostarse sobre la almohada y solo cerrar los ojos, para volver a dormirse.

Sean admiró su belleza.

Sí, era la mujer más hermosa que había visto.

Y también la más loca.

Sean tocó sus labios y deseó nunca volver a perder el control como esa noche lo había hecho, él no estaba dispuesto a amar a nadie, nunca más.

A la mañana siguiente…

Cuando Sophie despertó, corrió a tomar su móvil y mirar todos los mensajes que tenía.

De pronto, de la noche a la mañana, ahora ella era muy importante en la red social.

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