Alquilando una mamá -
Capítulo 36
Capítulo 36:
Amanda agregó:
“Sí, no fue una vez ni dos, fueron cuatro las veces que bebiste y entraste por la puerta de la sala con una mujer diferente”.
“Lo siento, hija” se disculpó él.
“Besa a mamá, papá”.
“Lucy.
“Eso no es necesario, princesa” intervino Amanda una vez más. Anthony la miró y le dio un beso en la mejilla.
“ Así no, papá. Ya no te hablaré” dijo, volteándose.
“Esta niña es imposible”.
“Es solo que me haría feliz ver a mi mamá y a mi papá haciendo el amor”.
“¡¿De dónde sacaste eso?!” se alarmó Anthony.
“De la escuela, tengo novio.
“¿Qué dices, Lucy?”
“Tranquilo, Anthony” lo calmó Amanda.
“Pero no puedo besarlo, solo cuando sea grande como mamá”.
“Así es, ahora solo pueden tomarse de la mano” accedió él.
“Sí. Ahora besa a mamá”.
Cansado del tema, Anthony tomó la cara de Amanda rápidamente con ambas manos y le plantó un beso. Ella se sonrojó de vergüenza y se levantó al instante.
“¡Eeeh!” festejó la niña. Mi papá y mi mamá están de novios, ¡Son novios!”
“Nada de novios. Vamos a darnos una ducha o vas a llegar tarde” respondió Amanda.
“No quiero ir, mamá…”
“Hoy vamos a dar un paseo, pero mañana vas a ir a la escuela, jovencita”.
“¡Sí!” volvió a festejar Lucy.
“¿Es por eso que no vas a trabajar?” se sorprendió Amanda.
“Después de todas las lágrimas que derramaron, ustedes dos merecen sonreír”.
“Entonces duchémonos y pongámonos un lindo atuendo para el desayuno” respondió ella.
“Iremos después del almuerzo, ¿De acuerdo?”
“Sí, jefe” bromeó Amanda.
“Sí, jefe” repitió la niña, y comenzó a reír.
“Ustedes dos son algo único” dijo Anthony.
“Tu papá está nervioso, creo que necesita unas cosquillas” dijo Amanda entre risas.
“¡Vamos a hacerle cosquillas a papá!” se entusiasmó Lucy.
“Ni lo piensen, me voy”.
Pero Amanda lo rodeó con los brazos y lo tiró en la cama. Lucy comenzó a hacerle cosquillas en el cuello y Amanda en los brazos y él no podía parar de reír. En un intento de frenarlas, jaló a Amanda, que terminó cayendo encima de él. En ese momento, Lucy empujó la cabeza de Amanda hacia abajo y provocó que se besaran.
La niña gritaba de alegría y Anthony sonreía. Amanda, que ya estaba otra vez ruborizada, se levantó e intentó empezar a tender la cama, pero de repente advirtió que ahora la víctima era ella: Lucy había comenzado a hacerle cosquillas en los brazos y Anthony en el vientre. Con aquellos juegos, llenaron la mañana de risas. Luego fue el turno de hacerle cosquillas a Lucy y, cuando se detuvieron, Anthony se acostó en la cama y las abrazó a las dos. Se quedaron allí, acostados y abrazados, recuperando el aliento y disfrutando del presente.
Amanda tenía sentimientos encontrados: allí, en esa cama, eran como una familia. Sabía que estaba mal pensar en eso, pero era imposible no hacerlo. Anthony la miró, sonriendo, y ella se sintió aún más confundida, sin saber si ella le gustaría o si solo se estaba dejando llevar por el momento.
Anthony nunca había sentido tanta felicidad. Había tenido el corazón muy lastimado como para escuchar a Lucy; sabía que ella había perdido una madre, pero no se había dado cuenta de que él la había hecho perder también a su padre. Haber escuchado todo lo que ella le dijo lo había hecho sentir una basura, alguien que estaba muy lejos de ser un verdadero padre. Se prometió a sí mismo que mejoraría y viviría para ella. Ese momento con su hija y con Amanda lo hizo darse cuenta del valor de una familia y de que la verdadera felicidad no era el alcohol ni las mujeres, sino la familia y la vida del hogar, incluso a pesar de que Amanda no fuera suya.
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