Alquilando una mamá
Capítulo 169

Capítulo 169:

Se quedaron hablando hasta tarde; cuando llegó el padre de Anthony, se fueron a cenar. Cindy jugó con Lucy hasta que la niña quiso irse a dormir, entonces regresó a la sala y Ken la llamó para marcharse. Amanda y Anthony subieron al dormitorio, se ducharon y se acostaron”.

“¿Estarás bien sin mí?” le preguntó el muchacho”.

“Sí, contaré el tiempo para que llegues”.

“Haré lo imposible para volver pronto”.

“No te preocupes, haz tu trabajo. Tómate tu tiempo, que yo estaré aquí cuando regreses”.

“Si pasa algo, llámame, ¿Sí? ¿Ya elegiste dónde quieres pasar la luna de miel?”

“No, no tengo idea”.

“¿Quieres ver el mundo conmigo?”

“Lo que sea mientras sea a tu lado.

“No sé qué hice para merecer a una mujer tan maravillosa”.

“Cariño, soy muy feliz a tu lado” suspiró Amanda tocando la mejilla de Anthony.

“Yo también, mi princesa. Nunca olvides que te amo, que eres la mujer de mi vida”.

“Te amaré por siempre”.

“Para siempre” repitió él.

La joven se acostó sobre su pecho y lo abrazó, y se quedaron dormidos. A las cinco, sonó la alarma del celular de Anthony, quien la apagó y se levantó. Fue al baño, se aseó, tomó su maleta y se fue a la cama, desde donde Amanda lo miraba”.

“Vuelve a dormir, es muy temprano” le dijo él.

“¿Ya te vas?”

“Sí, mi amor. Vuelvo pronto”.

“Que tengas un buen viaje. Llámame cuando llegues, ¿De acuerdo?”

“Bueno, gracias”.

“Te amo mucho. Cuídate, ¿Sí?”

“Yo también te amo, princesa. Tú también cuídate.

Anthony sostuvo su rostro y le besó los labios con suavidad; y ella le dio un último abrazo antes de que se fuera. Después pasó por la habitación de Lucy, la arropó y le besó la frente para luego ir al avión. Por su parte, Amanda se volvió a dormir aferrada a la almohada del chico, que estaba impregnada de su aroma y le hacía sentir que él estaba ahí.

Al subir al avión, el piloto le dijo que ya estaban por despegar, y el muchacho se durmió hasta el momento de aterrizar; allí lo esperaba un auto que lo llevó al hotel, donde se cambió antes de ir al lugar de encuentro: el negocio de un empresario, donde siempre se presentaban sus proyectos. Antes de entrar, le envió un mensaje a Amanda para avisarle que había llegado.

Una vez en el lugar saludó a algunos conocidos de entre varias personas importantes y se sentó. Era una mesa enorme; había lugar para veinte personas. El dueño de la empresa, Alexandre, llamó la atención de todos antes de ponerse de pie”.

“Buenos días” los saludó. Estoy feliz de estar con todos ustedes. Siempre estamos reunidos aquí tratando de mejorar y subir cada vez más en el mercado. Hoy recibí una propuesta y quiero presentarles a alguien. Ella es Elsa, de Brasil. Por primera vez tendremos a alguien de ese país en nuestro equipo. ¡Bienvenida!”

“Gracias” respondió Elsa”. Buenos días a todos. Es un gran placer formar parte de esta empresa y poder mostrarles mi trabajo.

Algunos empresarios la saludaron y otros guardaron silencio. Anthony la analizó de arriba abajo y permaneció sentado. Comenzó la reunión y todos hablaban de su trabajo, mostraban gráficas y resultados. Anthony hizo su parte, y aprovechó para mostrar un auto nuevo que estaba preparando. Todos quedaron impresionados con el modelo, la potencia y la calidad, y lo aplaudieron y elogiaron”.

“Anthony, ¿No?” le habló Elsa desde el otro lado de la mesa”.

“Sí”.

“Me gustó mucho tu proyecto. Ya quiero un auto nuevo hecho por tu empresa”.

“Solo pídelo y págalo” bromeó él.

“Genial.

Ella no parecía sentir vergüenza; al contrario, actuaba con naturalidad. Le presentó su empresa y los gráficos. La empresa era de tecnología y estaba presentando cursos, y algunos de los invitados mostraron gran interés; para ser exactos, trece se interesaron y los otros siete no, incluyendo a Anthony.

“Fue genial verlos de nuevo” saludó Alexandre”. Mañana almorzaremos todos en mi casa. Gracias por estar aquí. Una vez más, bienvenida, Elsa.

Hizo una reverencia y terminó la reunión. Algunos se despidieron y se fueron, y otros se quedaron hablando. Anthony entró en el ascensor y, cuando las puertas se estaban cerrando, alguien puso una carpeta en el medio para que volvieran a abrirse. El joven estaba mirando su teléfono para contestarle a Amanda cuando Elsa le llamó la atención.

“No mostró interés en mi trabajo” observó ella. ¿Debo mejorar algo?”

“No, simplemente no me interesa”.

“Estaba pensando en visitar su empresa. Por supuesto, si usted está de acuerdo”.

“Sí, puede ir, mi secretaria le mostrará nuestro trabajo”.

“¿Secretaria?”

“Sí, ¿Algún problema?”

“No, puede estar ocupado, por supuesto. Su secretaria se encargará de todo”.

“Estaré fuera de la empresa por unos días”.

“¿Puedo preguntar por qué?”

“Me voy a casar”.

“Ah, felicidades”.

“Gracias”.

“Entonces puedo esperar a que vuelva o arreglamos para otro momento”.

“No se moleste, puede agendar una cita con mi secretaria; ya que le interesa mi trabajo, no la haré esperar”.

“¿Me puede dar su contacto? Ahora que estamos en la misma red, será bueno hacer negocios”.

“Lo digo una vez más: no me interesa su trabajo. Mi empresa tampoco está disponible. Mi contacto es para las personas más cercanas. Que tenga un buen día, señorita.

El ascensor se abrió y él salió. Elsa pataleó con furia; mientras, el muchacho soltó todo el aire que estaba conteniendo y se subió al auto, regresó al hotel y descansó un rato.

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