Alquilando una mamá -
Capítulo 132
Capítulo 132:
Amanda se pasó la noche con Lucy en el sofá y Anthony se quedó en otra parte con su padre trabajando en la computadora. Sabrina estaba usando su teléfono y mostrando algunas fotos de vestidos de novia.
Los ojos de la joven brillaron cuando vio los modelos, estaba muy ansiosa y no podía esperar para probárselos. Más tarde, sirvieron la cena y todos fueron a la mesa. Amanda tomaba sopa y, como la niña quería comer lo mismo, se quedó en su regazo. Anthony estaba muy pendiente de ella y la miraba para ver si estaba bien.
Después de la cena, regresaron a la sala y conversaron, Amanda jugó con Lucy hasta que se cansó y Anthony la llevó a la cama. La joven ya estaba en la habitación cuando se oyó, desde la sala, que estaba vomitando, y el hombre volvió a subir de inmediato. La encontró aferrada al inodoro con todas sus fuerzas, y él le sostuvo el cabello hasta que terminó. Se levantó con su ayuda y él vio que le caían lágrimas.
“¿Estás bien? ¿Tienes dolor?” preguntó preocupado.
“Estoy bien, ya pasó”.
“¿Entonces por qué lloras?”
“No estoy llorando, me cayeron lágrimas porque vomité”.
“¿Dónde te duele? ¿Quieres tomar algún medicamento?”
“No es necesario, ahora estoy bien. Nada más me dolió la garganta por el esfuerzo, pero ya está”.
“Voy a buscar tu medicina, siéntate aquí y no te muevas”.
La dejó sentada en el inodoro y se fue. Regresó a los pocos minutos con un vaso y una pastilla. Amanda la tomó y se lavó los dientes, luego su novio la llevó a la cama con cuidado y ella se acostó.
“¿Estás segura de que estás bien, amor?”
“Sí”.
“Podemos ir al hospital” propuso él.
“No, ya estoy harta del hospital”.
“Bueno, descansa un poco, vuelvo enseguida”.
La besó en la frente y salió de la habitación, mientras Amanda se puso a descansar y terminó quedándose dormida. Cuando el hombre regresó, la vio así y fue a acostarse a su lado.
Al día siguiente, Anthony se despertó por una llamada y fue a atender al balcón”.
“Habla” dijo al teléfono.
“Señor, no pudimos obtener las imágenes porque fueron eliminadas, pero olvidaron una. No se ve mucho, solo a ellos llegando a la fiesta, lo que sigue no está más”.
“Maldita sea, vuelve de inmediato”.
“Sí, señor” dijo Walter.
Anthony colgó y respiró hondo tratando de mantener la calma, volvió a la habitación y fue a darse una ducha. Cuando Amanda se despertó y vio que él no estaba en la cama, dedujo que se estaba bañando por el ruido del agua. Entonces, fue a asearse y él la escuchó cepillándose los dientes y salió a verla, aun mojado.
“Buenos días, princesa”.
“Buenos días, amor”.
“¿Dormiste bien?” pregunta abrazándola.
“Sí, pero me estás mojando” se rio ella.
“No pasa nada, me gustas húmeda”.
“Entiendo tu intención oculta” dijo entre risas.
Él fue sonriendo al clóset y ella se quedó en el baño. Cuando Amanda fue a cambiarse, el hombre ya estaba vestido. Ella se arregló y fue a la habitación de Lucy.
“Buenos días, mi princesita”.
“Buenos días, mamá”.
“Alguien aprendió a decir buenos días. Qué orgullo. ¿Vamos a la escuela?”
“Mamá, ¿No puedo quedarme en casa hoy?”
“Cuánta flojera, hija. Debes ir, mi amor”
“Tengo sueño”.
“Vamos al baño a quitártelo”.
Amanda la recogió y la llevó allí; cuando la niña estuvo lista, bajaron a la sala y fueron a desayunar a la mesa.
Luego subieron al coche y Anthony condujo a la escuela para dejar a Lucy y volver a casa. Esa fue la rutina durante toda la semana. Después, Amanda volvió al médico, se hizo nuevos análisis y el médico dio la buena noticia de que estaba bien y que sus pulmones estaban como nuevos. Su crisis alérgica había pasado y se sentía muy bien.
Ese día iba a ir con Sabrina a buscar el vestido de novia, así que estaba muy ansiosa. Su suegra también iba a elegir su atuendo y el de Lucy, que iba a ser la dama de honor. La joven también había invitado a Cindy para que la acompañara y, por supuesto, ella aceptó. Se encontraron en la tienda y ambas estaban nerviosísimas.
“No puedo creer que te vayas a casar” dijo su amiga riéndose.
“¿Sigues en estado de shock?” preguntó Sabrina.
“Sé que va a pasar, pero no lo asimilaré hasta que no lo vea” explicó.
“No puedo esperar a que llegue el día” dijo Amanda emocionada.
“¿Entramos?” propuso Sabrina.
Una vez allí, una mujer les dio atención personalizada. Sabrina pidió que les mostraran los vestidos de novia y la chica preparó modelos de acuerdo con su gusto. Amanda estaba encantada con las opciones y separó algunas que le gustaban más.
Luego, las tres pasaron a la sala para las pruebas. Después de probarse siete vestidos de encaje y con pedrería, por fin estaba contenta y emocionada con el que tenía puesto. No era demasiado llamativo ni muy sencillo, le quedaba perfecto y era elegante. Sabrina y Cindy sonrieron extasiadas al verla; Amanda se cambió y se dispuso a ayudarlas.
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