Alquilando una mamá
Capítulo 11

Capítulo 11:

Los padres de su jefe eran muy educados y elegantes, siempre tenían una buena predisposición y eran muy amables. Tras ubicarse en la sala, el joven comenzó a charlar con su padre, mientras que Sabrina se levantó para sentarse más cerca de Amanda.

Con disimulo, Anthony prestaba atención a lo que decían las mujeres, a pesar de que ya estaba teniendo una conversación.

“¿Y esta niña? ¡Qué hermosa estás, mi amor!” exclamó Sabrina mirando a su nieta y agarrándole las mejillas.

“Me vistió papá”. Sonrió la pequeña.

“¿En serio? ¡Qué bueno! Tiene muy buen gusto entonces”.

“Sí, pareces una princesa” agregó Amanda, y la sonrisa de Lucy brilló el doble ante el halago. La abuela de la niña las miraba con ternura.

“Se ve que le agradas mucho” comentó dirigiéndose a la joven.

“Es encantadora”.

“Te agradezco por ayudarnos y cuidar a mi nieta”.

“No es nada. Al principio, la propuesta me pareció muy extraña porque desempeñar un rol tan importante de la noche a la mañana es como si se cayera un meteorito; pero, cuando vi a esta princesita, me encanto desde el primer momento y me convenció.

“No me sorprende. Parecen madre e hija.

“Yo no tengo mamá, abuela” interrumpió la niña mirándola con ojos grandes.

“Pero Amanda te cuida mucho y siempre lo hará” respondió la señora.

“¿Es mi mamá?” Parecía confundida.

“Sí, ella puede ser tu mamá”.

“¿Como papá?”

“Exacto, como tu papá”.

“Qué niña tan inteligente” comentó Geoffrey, que también había escuchado la conversación.

“¡Abuelo, ahora tengo mamá!” anunció Lucy mientras se dirigía a su regazo con los brazos abiertos y una sonrisa resplandeciente.

“¿Te agrada Amanda?” preguntó su abuelo acariciándole el cabello.

“¡Sí! Juega conmigo y me baña”.

Todos se echaron a reír por el comentario. La joven se secó algunas lágrimas de los ojos, pues le enternecía que la pequeña estuviera tan feliz de que fuera su madre postiza.

“Te ganaste el corazón de mi nieta” dijo Geoffrey.

“Sí, es adorable”. Amanda asintió con una sonrisa.

“Solo queda conquistar el corazón del padre” bromeó el señor, soltando una carcajada. Su hijo lo miró de inmediato con el ceño fruncido.

“¡Papá!” Estaba indignado.

“No está en mis planes”. Negó la chica con tono serio. “Por el momento, en mi vida no hay lugar para los hombres”.

“Parece que hablas con amargura. ¿Sufriste alguna desilusión?” preguntó Sabrina, preocupada y curiosa”.

“Desilusión es poco. Digamos que son cosas del pasado que es mejor olvidar”.

“Lamento oírlo. Pero no le cierres el corazón al amor. Todavía hay algunos hombres que valen la pena”.

“Lo sé, pero, por ahora, no es lo que quiero” respondió Amanda. La señora parecía decepcionada; sin embargo, al instante se le iluminaron los ojos.

“¿Sabes? Tengo un sobrino que es divino” sugirió entre risitas”.

“Cariño, no insistas. Déjala que busque pareja cuando esté lista”.

“Ya sé, cariño. Solo era una broma. Se rio y miró a la joven como disculpándose.

“No hay problema” aseguró ella.

“¿Y tu familia? ¿Vives con ellos?”

“No, no tengo. Solo somos Dios y yo”.

“¿Fallecieron? Lo lamento mucho” murmuró Sabrina con tristeza. Hubo una pausa breve, pues nadie sabía bien qué decir”.

“No sé si lo mencioné, pero su casa es muy bonita”. La chica atinó a cambiar de tema.

“Gracias”. La señora sonrió, halagada. “Me caes muy bien. Eres alegre, espontánea, amable, no como esas entrometidas que trajo aquí Anthony. Le dedicó una mirada sagaz a su hijo y luego volteó para sonreírle de nuevo a Amanda.

“Cielos” balbuceó el joven, masajeándose la sien.

“Gracias”. La chica se rio.

“Vamos, te mostraré el resto de la casa y tu habitación. Sabrina se puso de pie e hizo un gesto con la mano para que la joven la siguiera.

La casa era tan grande que Amanda ya estaba perdida de dar tantas vueltas. Sin embargo, durante el recorrido, no pudo evitar elogiar cada habitación porque eran todas muy bonitas. Quedó fascinada cuando llegaron al cuarto donde iba a hospedarse: era espacioso y estaba muy bien decorado. Sabrina la dejó para que se acomodara tranquila, y la chica se dirigió a la ventana para admirar el condominio. Luego de unos minutos, alguien llamó a la puerta y Amanda le dijo que pasara. Era Anthony.

“El almuerzo se servirá en breve” anunció.

“De acuerdo”.

“¿Te gusta la habitación?”

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