Capítulo 988:

La enfermera no se alteró en absoluto. Al contrario, su distanciamiento le parecía aún más seductor. Al fin y al cabo, era un director general. Con su estatus, era natural que fuera frío y reservado.

Siendo tímida, la enfermera golpeó suavemente el dorso de la mano de Mitchel para encontrar la vena.

Cuando Mitchel la miró fríamente, la enfermera se sonrojó aún más y dijo: «Lo siento. ¿Le he hecho daño? Seré más suave». Su tono era coqueto, tratando de seducir a Mitchel.

Mitchel frunció el ceño. Dijo severamente con voz grave: «Date prisa».

«De acuerdo, señor». La enfermera dio unos golpecitos más y por fin encontró la vena. Luego insertó la aguja con cuidado.

Mitchel tenía las cejas fruncidas y retiró la mano inmediatamente.

Pero la enfermera le cogió la mano y le dijo con ternura: «Señor, ¿no le resultará incómodo así? Deje que se lo fije en el atril».

Al decir esto, se inclinó deliberadamente y su amplio pecho rozó su mano.

La enfermera confiaba en su figura y creía que Mitchel se conmovería. Después de todo, llevaba tanto tiempo confinado en una cama de enfermo.

Pero, para su sorpresa, antes de que pudiera hacer más acciones, Mitchel le apartó la mano con fuerza y dijo desdeñosamente: «No hace falta. Ya puedes irte».

Pero ante una oportunidad tan excepcional, ¿cómo iba a renunciar la enfermera de buena gana? Se armó de valor y dijo: «Señor, puedo hacer muchas cosas. Esta noche, le acompañaré. ¿Qué le parece?»

La enfermera miró a Mitchel con ojos brillantes y llorosos, que la hacían parecer seductora más allá de las palabras.

Las hermosas cejas de Mitchel se fruncieron aún más. Una sensación de asco surgió en su corazón.

Sin embargo, la enfermera no detectó la repulsión de Mitchel. Se bajó deliberadamente el escote del uniforme y dijo con descaro y seducción: «Señor… ¿Quiere probar?».

La expresión de Mitchel no cambió ni un ápice. Sus finos labios se curvaron ligeramente. «¿Cómo te llamas?»

La enfermera se quedó atónita. Pero cuando se dio cuenta de lo que había dicho, se puso eufórica. Puesto que Mitchel preguntó por su nombre, él debe estar interesado en ella. Su rostro se tiñó de carmesí. Dijo emocionada: «Me llamo Charli Singh».

Mitchel no le dedicó ni una mirada más. Cogió el teléfono que había junto a la cama y pulsó el botón del número uno.

Al otro lado contestó: «¡Hola! Soy el director de la oficina de la sala VIP. ¿En qué puedo ayudarle?».

Charli se llenó de alegría al oírlo. ¿Sería que Mitchel quería elogiarla y recomendarla para un ascenso? Pero en comparación con ser ascendida, ella deseaba más casarse con una familia rica.

Pero como Mitchel estaba interesado en ella, le dejaría hacer lo que quisiera. Cuando le conociera mejor, podría hacerle otras peticiones.

Mientras Charli se perdía en sus propios delirios, sonó la fría voz de Mitchel.

«Una enfermera llamada Charli Singh está en mi sala. Se me insinúa de forma inapropiada durante las horas de trabajo. Quiero que la despidan inmediatamente».

Charli estaba completamente estupefacta. ¿Cómo era posible? ¿Mitchel llamó a su jefe para que la despidiera?

«Señor, debe haberse expresado mal. I…»

Cubrió el teléfono con la mano y tartamudeó: «Usted… Debe de haberle dicho algo equivocado a mi representante. ¿Cómo puede pedirle que me despida?».

«¡Fuera de aquí! Ahora!» ordenó Mitchel con frialdad y sin piedad.

En ese momento, Charli se convenció de que lo había oído bien. Al instante le entró el pánico. Se arrodilló en el suelo y suplicó lastimosamente: «Yo… Por favor, tenga un poco de piedad. Señor, sé que me equivoqué. Por favor, no haga que me despidan. Por favor…»

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