Capítulo 965:

Katie, aturdida y en estado de shock, era un espectáculo espantoso. La sangre se acumulaba a su alrededor y, horrorosamente, junto a ella, en el suelo, yacía un trozo de su propia carne procedente de su boca.

Lorenzo le había cortado la boca a Katie.

Katie yacía indefensa en el suelo, incapaz de defenderse de un ataque tan repentino y brutal. ¿Cómo podía alguien ser tan monstruosamente cruel, entrar sin mediar palabra e infligir semejante daño? Ardía de odio.

Lorenzo miró con indiferencia la forma tendida de Katie, viéndola como nada más que una fracasada, una mujer que, a pesar de sus esfuerzos y ardides, no podía manejar una simple confrontación.

A los ojos de Lorenzo, Katie no era más que un objeto desechable, otra víctima de sus retorcidos juegos.

Sacó un pañuelo de seda para limpiarse las manos y se limpió con cuidado las salpicaduras de sangre que tenía delante, ofreciendo una sonrisa. «Ya que ha aparecido esa mujer, te perdonaré la vida por el bien de Davey. Dale las gracias».

El rostro de Katie estaba fantasmagóricamente pálido. Cerca de ella, un espejo decorativo reflejaba su imagen.

En el espejo, aparecía horriblemente desfigurada, sus rasgos retorcidos en una grotesca semblanza que era casi demasiado dolorosa de contemplar.

Katie estaba furiosa y no se había reconciliado. ¿Por qué? El orgullo siempre había sido su armadura, su creencia inquebrantable en su propia superioridad. ¿Cómo podía verse reducida a esto, a ser tratada como basura?

«Sr. Maxwell…» La voz de Katie era débil. «Usted fue engañado por Mitchel. Sé quién asesinó a su esposa».

Esta afirmación llamó la atención de Lorenzo, deteniéndolo en sus pasos. Dio media vuelta y se acercó a ella, preguntando bruscamente: «¿Quién?».

Aunque Lorenzo no amaba sinceramente a aquella difunta esposa, encontrar a alguien que igualara su propio nivel de malevolencia era raro.

Para Lorenzo, se trataba más bien del reto de la compatibilidad. El asesinato de su esposa no era sólo una pérdida, sino una afrenta directa a su autoridad, una provocación que no podía ignorar. Así que se arriesgó a enfrentarse a Mitchel, impulsado por la necesidad de demostrar que su autoridad no debía ser desafiada.

Los labios destrozados de Katie se movieron para hablar: «Es…».

Lorenzo se inclinó más hacia ella. «¿Quién? ¡Habla más alto!»

«Es el Sr. Richard…» Katie apenas alcanzó a pronunciar el apellido antes de que la mente de Lorenzo empezara a acelerarse, rastreando su memoria en busca de algún adversario con ese nombre.

Pero antes de que Lorenzo pudiera ordenar sus pensamientos, un repentino pinchazo le interrumpió. Mirando hacia abajo, vio una jeringuilla incrustada en su brazo.

Katie, a pesar de sus heridas, sonreía grotescamente, con la boca manchada de sangre.

Lorenzo echó mano a su arma, pero sus reacciones fueron lentas, la droga minaba rápidamente sus fuerzas. Una sensación de entumecimiento se extendió rápidamente por todo su cuerpo. A Lorenzo le habían inyectado un anestésico de alta potencia y acción rápida, que hacía efecto en cuestión de segundos.

«¡Tú!» Fue todo lo que Lorenzo consiguió pronunciar, antes de desplomarse.

La risa de Katie resonó maníacamente mientras se ponía en pie tambaleándose, agarrando el cuchillo que le había mutilado la cara. Con una energía frenética, clavó el cuchillo repetidamente en la cara de Lorenzo.

Una puñalada, luego otra, y otra… Apuntó sólo a su rostro, cada estocada más despiadada que la anterior. Su rostro, antaño apuesto, se transformó brutalmente en una grotesca máscara de sangre y tejido.

Riendo histéricamente, Katie apuñaló sin descanso, cada movimiento acompañado de la maldición: «¡Vete al infierno!».

¿Quién habría imaginado que Lorenzo, el temido señor de Aurora, encontraría la muerte a manos de una mujer a la que había subestimado?

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