Yo soy tuya y tú eres mío -
Capítulo 893
Capítulo 893:
Claramente todavía aturdida, Elin aún no se había levantado del todo del sueño.
Pero su suave voz despertó algo dentro de Erick. En aquel momento, el aspecto desaliñado de Elin, con las mejillas sonrojadas y las pestañas húmedas, la hacía irresistiblemente frágil. Naturalmente cautivadora, su vulnerabilidad bastaba por sí sola para despertar las emociones de un hombre.
Inquieto por su propia reacción, Erick carraspeó ligeramente, intentando aliviar la tensión, y preguntó: «¿Ya estás completamente despierta? ¿Quieres un poco de agua?».
Elin permaneció en silencio, sus ojos rebosaban de un encanto irresistible similar a la frescura de la primavera, sus pestañas agitadas parecían gotear rocío, removiendo las profundidades. Encarnaba un deseo sin límites.
Erick casi se mordió el labio para contenerse, apartándose físicamente para mantener una distancia segura con ella. Se excusó para coger agua, con la esperanza de que un chorrito de agua fría le ayudara a calmar el calor que le invadía.
Pero Elin le cogió por sorpresa y le agarró del brazo. Al darse la vuelta, sorprendido, se encontró con la suave presión de sus labios contra los suyos.
El beso de Elin, aunque inexperto, era tierno y afectuoso, y encendió una llama en su interior.
Erick se irguió, despojándose del pijama, que cayó al suelo con un suave ruido sordo. Las yemas de sus dedos recorrieron la curva de su clavícula, descendiendo, mientras murmuraba: «Permíteme».
Sus abdominales eran firmes y un delicado brillo de sudor acentuaba el atractivo de su cinturón de Adonis.
Elin, a pesar de su inexperiencia, saboreó la exquisita sensación.
Haciendo acopio de valor, se despojó de sus inhibiciones, envolviéndole la espalda en un tierno abrazo, con lágrimas de euforia amenazando con derramarse…
Concentrado en el placer de Elin, Erick se apoyó en un brazo, con la otra mano recorriendo los contornos de su espalda, exhalando suavemente. «Llámame…»
Las mejillas de Elin se sonrojaron, su cuerpo se tensó mientras se mordía el labio, resistiendo el impulso de vocalizar sus deseos.
Pero Erick, experto en burlas, ralentizó deliberadamente sus movimientos, explorando con precisión sus puntos sensibles.
En cuestiones de intimidad, Erick poseía una delicadeza natural.
Abrumada por las sensaciones, Elin no pudo contenerse y suplicó: «Sr. Foster, por favor…».
Erick le agarró la barbilla, con el sudor resbalando por su cincelada mandíbula, y dijo: «Eso no».
Finalmente, Elin exhaló sin aliento: «Erick…».
Los dos hicieron el amor durante casi la mitad de la noche, hasta que Elin se quedó completamente agotada y no tuvo fuerzas ni para darse una ducha.
Al final, Erick la llevó tiernamente al cuarto de baño para que se aseara.
Después, se retiraron a la cama. Elin estaba tan cansada que le resultaba imposible distinguir entre levantarse y acostarse, por no hablar de pensar en otra cosa.
Erick le acarició suavemente el pelo, observándola durante un rato, como si captara alguna verdad profunda en su corazón. Algunas emociones, al parecer, eran inherentemente diferentes desde el principio.
A medida que se acercaba el día de la gran boda de Mitchel con Katie, Raegan se encontró trabajando incansablemente para acelerar su marcha, en parte por echar de menos a Janey y en parte porque no soportaba presenciar la extravagante ceremonia de Katie con Mitchel.
Un día, Raegan visitó la fábrica de tintes para inspeccionar un lote de telas. Debido a la positiva colaboración entre sus empresas, el dueño de la fábrica invitó a Raegan a una comida.
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