Capítulo 880:

Al reflexionar, Erick se dio cuenta de que no había visto a Elin en varios días, probablemente debido a sus recientes preocupaciones.

Claro que estar preocupado no era excusa para evitar a alguien.

En parte, esta evitación se debía al hecho de que, desde su último encuentro, Erick soñaba a menudo con sus momentos íntimos con Elin.

Los suaves gemidos de ella, que recordaban a los de un gatito angustiado, habían provocado en él una respuesta no deseada en esos sueños.

Antes, Erick nunca se había visto como alguien impulsado por el deseo.

Sospechaba que eran sus impulsos juveniles los que le habían hecho perder el control. Sin embargo, cuando las mujeres del bar se acercaron a él, no sintió más que repugnancia. El simple hecho de estar cerca de ellas le resultaba horrible, por no hablar de la idea de intimar.

Su mente era un caos. Por un lado, se sentía monstruoso, ya que Elin acababa de convertirse en adulta y, sin embargo, soñaba repetidamente con acostarse con ella. Por otro, luchaba por comprender sus propios sentimientos y pensamientos. ¿Por qué tenía esos sentimientos sólo por Elin, a pesar de que la consideraba una figura fraternal? Le llenaba de culpa.

Erick dejó el vaso a un lado y sacó del bolsillo un collar de tréboles de cuatro hojas. Un amigo de la infancia se lo había sugerido, mencionando que las chicas apreciaban regalos como pendientes y collares.

Erick se había sentido atraído al instante por aquel collar rojo de trébol de cuatro hojas, símbolo de felicidad. Lo había llevado consigo durante varios días, siempre con la intención de regalárselo a Elin, pero sin encontrar el momento perfecto.

Con determinación, Erick terminó su vaso de limonada helada y decidió regalárselo a Elin al día siguiente.

Al día siguiente, después de resolver unos asuntos de negocios, Erick intentó llamar a Elin. Sin embargo, el tono de la interlocutora sonaba desconectado, lo que le hizo fruncir el ceño. No dispuesto a aceptarlo, volvió a marcar, pero el número seguía desconectado.

Erick se detuvo un momento y envió un signo de interrogación a Elin.

Inmediatamente, apareció un signo de exclamación de color rojo brillante.

Erick nunca había imaginado que Elin le bloquearía. Reflexionó sobre los últimos días, convencido de que no había hecho nada malo. Su evasión no era más que para evitar cualquier incomodidad. Por qué… No le encontraba sentido.

El collar de trébol rojo de cuatro hojas estaba dentro de una bonita caja de regalo sobre la mesa. Erick le echó un vistazo y cerró la caja con firmeza, tirándola a la papelera.

No tenía tiempo para pensar en los pensamientos de una joven. Si era así, que así fuera.

Erick se levantó, dispuesto a asistir a una reunión, pero antes de salir miró la caja de regalo que había en la papelera e impulsivamente se agachó para recogerla.

La papelera de la oficina administrativa estaba vacía, acababa de ser sustituida.

Después de todo, era el primer collar que Erick compraba, y no le pareció correcto tirarlo a la basura. Lo colocó en un rincón apartado de un cajón y lo apartó de su mente.

Poco después, un importante proyecto exigió su atención durante casi tres semanas, manteniéndolo lejos de casa.

Cuando por fin terminó el proyecto, la empresa lo celebró con un gran banquete, en el que Erick bebió bastante. Cuando subió al coche, se sintió completamente agotado.

El conductor le preguntó: «Señor, ¿nos vamos al apartamento o…?».

Erick se masajeó las sienes, sintiendo un ligero dolor en la garganta y un antojo del sabor calmante de la limonada helada. Respondió: «Vamos a casa».

El coche no tardó en llegar a la finca de la familia Foster.

Erick entró y encontró el salón sin cambios. Se despojó del traje y se desplomó en el sofá, exhausto.

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