Yo soy tuya y tú eres mío -
Capítulo 822
Capítulo 822:
Las duras luces del exterior iluminaban el maltrecho rostro de Amilia, revelando una inquietante escena de heridas: una mejilla hinchada, arañazos en carne viva en el cuello, moratones oscuros en los brazos y el pelo revuelto enmarcándole la cara como un halo trágico. Parecía que acababa de salir de una feroz batalla.
En efecto, Amilia lo había hecho. Acababa de soportar un duro enfrentamiento con su supuesta amiga, Felice. Felice afirmaba haber presenciado cómo Mitchel le entregaba a Amilia una tarjeta de visita, pero Amilia lo negaba con vehemencia.
No convencida, Felice pasó a la acción, propinando dos fuertes bofetadas a Amilia, exigiéndole la tarjeta.
Sin embargo, Amilia se mantuvo firme, aferrándose a la tarjeta como a un salvavidas vital. Representaba su única oportunidad de ascender a los estratos superiores de la sociedad.
A pesar de su supuesta amistad, Felice siempre había tratado a Amilia con desprecio, un recordatorio constante de sus orígenes dispares.
Gracias a sus contactos y recursos, Felice pudo conseguir una invitación para el exclusivo Club Kingbel, un mundo al que Amilia ansiaba unirse.
Amilia actuaba como intermediaria, obteniendo para Felice los datos de contacto de los hombres elegibles. Sólo cuando Felice consideraba que los prospectos no eran adecuados, llegaban a Amilia.
¿Por qué iba Amilia a acatar las órdenes de Felice cuando se le presentaba la oportunidad de ascender? En ese momento, ella poseía una membresía para el estimado Club Kingbel. Armada con esta credencial, en adelante podría mezclarse sin esfuerzo con los privilegiados. Felice, al carecer de tal membresía, ya no podía ser considerada su igual.
Tras su enfrentamiento, Amilia no tardó en informar a la dirección del club de la entrada fraudulenta de Felice.
A continuación, los guardias de seguridad detuvieron a Felice, captaron su imagen y la escoltaron hasta la salida. La decisión fue definitiva.
Felice sería expulsada permanentemente del Club Kingbel y de todos sus locales asociados.
Un sentimiento de satisfacción envolvió a Amilia cuando recordó la expresión contorsionada de Felice, los ecos de sus maldiciones persistiendo en su mente.
«Observa esto. Todo esto es resultado de ti. Acabo de tener una terrible discusión con mi mejor amiga». Amilia enterró la cara entre las manos, asumiendo el papel de víctima inocente.
Mitchel hizo caso omiso de Amilia, avanzando firmemente sin una sola mirada atrás.
Los ojos de Amilia se detuvieron en la ancha silueta de Mitchel, con el corazón latiéndole en el pecho como un lejano tambor de guerra. Este encuentro marcó su primera conversación con un hombre tan llamativo, y la peculiar intimidad de su velada la dejó decidida a aprovechar este momento a cualquier precio.
«Espera…» gritó Amilia, con voz coqueta, corriendo tras Mitchel. Su plan de fingir una intoxicación y enlazar los brazos con él fue desviado por la impaciente evasiva de él.
«No me persigas», respondió Mitchel, con una máscara estoica en el rostro. Sin embargo, bajo ella latía una irritación latente.
Los ojos de Amilia se encendieron de color carmesí y su cuerpo tembló mientras murmuraba: «¿Puedes llevarme adondequiera que vayas…?».
Mitchel la ignoró, su expresión severa delataba irritación ante su súplica. «¿Eres incapaz de comprender un discurso sencillo?», replicó con frialdad.
Amilia se quedó paralizada, con la cara hecha una maraña de confusión y dolor, y los ojos llenos de lágrimas, a punto de caer en cascada por sus mejillas.
En la habitación poco iluminada hacía unos instantes, Amilia supuso que Mitchel la había envuelto en su abrazo.
Conociendo bien la rutina del club, Amilia se había colocado estratégicamente cerca de Mitchel, sin prever en ningún momento que se vería envuelta en un abrazo. Cuando las luces se encendieron de repente, fue bruscamente empujada hacia atrás, encontrándose cara a cara con Mitchel. Instintivamente, había confundido a la persona que la abrazaba con el propio Mitchel.
Amilia se esforzó por comprender el repentino cambio de actitud de Mitchel hacia ella. ¿Cómo podían cambiar las cosas tan drásticamente en tan poco tiempo?
Mientras Mitchel se alejaba con pasos pesados, Amilia permanecía clavada en su sitio, temerosa de provocar su disgusto e incapaz de seguirlo.
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