Capítulo 817:

A Mitchel se le estaba acabando la paciencia y dijo fríamente: «Si te gusta hacerlo, sal fuera y hazlo».

Aprovechando la oportunidad, la chica se puso rápidamente en pie. «Gracias».

Con lágrimas aún en los ojos, sollozó su gratitud hacia Mitchel.

Con la minifalda, el movimiento deliberado de la chica era sugerente para Mitchel. Sus ojos enrojecidos por las lágrimas le daban un aspecto aún más lamentable.

Era la primera vez que Raegan veía a semejante reina del drama.

Tal vez las frecuentes visitas de la chica a los clubes nocturnos la habían despojado de la vergüenza.

Mitchel preguntó entonces: «¿Cómo te llamas?».

«Ah…» Pillada desprevenida, la chica respondió: «¿Me lo preguntas a mí?».

Mitchel cruzó las manos y fijó su mirada en la chica, lleno de intriga.

La chica sonrió con lágrimas en los ojos, respondiendo: «Me llamo Amilia Wilson».

Mitchel enarcó ligeramente las cejas y repitió: «¿Amilia?».

Rápidamente, la muchacha deletreó: «Sí, A-M-I-L-I-A. Amilia».

«Amilia». Mitchel sonrió y dijo: «Bonito nombre».

Mitchel hizo una señal a un camarero, mostró una tarjeta negra e indicó: «Solicite una membresía para Amilia».

Amilia se quedó tan asombrada que se quedó con la boca abierta. Para ser miembro de este club era necesario tener un patrimonio superior a cien millones de dólares. Concedía acceso a todas las instalaciones gastronómicas y de ocio de lujo. Sólo con la afiliación podía conseguir una reserva.

La afiliación no era sólo un indicador de riqueza, sino también un símbolo de estatus de élite. Era el sueño de muchos, incluida Amilia. Ella nunca había imaginado que llegaría a ser socia en algún momento de su vida.

Abrumada por la alegría, a Amilia le tembló la voz mientras balbuceaba: «Gracias… Gracias…».

Mitchel simplemente sonrió y dijo: «Adelante».

Con un estallido de felicidad, Amilia siguió al camarero para tramitar su ingreso. Antes de irse, lanzó una mirada venenosa a Raegan mientras Mitchel estaba distraído.

A Raegan, aquella mirada le sentó como una bofetada en la cara. Momentos antes, había amenazado con denunciar la falta de afiliación de Amilia.

Sin embargo, en cuestión de segundos, Mitchel le había concedido la membresía a Amilia. Fue algo más que una bofetada. Fue como una serie de cortes deliberados y agonizantes en su corazón.

Sentada e inmóvil, la cara de Raegan se quedó sin color, como si se hubiera tragado una piedra. Se aventuró, con la voz teñida de incomodidad: «Mitchel, ¿no me crees?».

Mitchel, sin mirarla a los ojos, respondió con despreocupación: «Señorita Foster, le está dando demasiada importancia».

En ese momento, Raegan sintió lo absurdo de la situación. Sintió que ya no le reconocía. Se preguntó, para forzar su rendición, qué otras medidas emplearía él.

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