Capítulo 778:

Mientras Nicole perseguía a Jarrod hasta la puerta, su deportivo plateado, con Vicki ya sentada dentro, se había puesto en marcha. «¡Jarrod!» gritó Nicole.

El deportivo plateado arrancó sin detenerse, dejando una estela de humo arrogante.

Nicole apretó los puños. Sin duda la había visto. Sin embargo, se marchó con cara de satisfacción, como si ya hubiera triunfado.

Esto aumentó la preocupación de Nicole, que temía que Jarrod pudiera hacer daño a Roscoe. Le temblaban tanto las manos que le resultaba imposible conducir. Se apresuró a pedir un taxi y corrió al lugar de trabajo de Roscoe.

En el taxi, Nicole repasó mentalmente los acontecimientos del día.

Supuso que la familia Hampton habría guardado rencor a Jarrod y no le echarían una mano a causa de la humillación causada por Jarrod y sus duras maneras de tratar a los parientes de la familia Hampton. Unido al golpe que habían supuesto los comportamientos desdeñosos de Lowe, supuso que la familia Hampton se defendería a toda costa, haciendo oídos sordos al dilema de Jarrod.

Nicole había acertado en todos los aspectos excepto en el de Vicki. Vicki apreciaba a Jarrod y tal vez buscara la ayuda de su familia para el problema de Jarrod. El breve intercambio de palabras entre Jarrod y Vicki había confirmado sus sospechas.

Jarrod era excepcionalmente vengativo y Nicole estaba segura de que ya había descubierto cómo tratarla.

Sabía lo que tenía en mente. Parecía un siniestro juego del gato y el ratón, en el que Jarrod disfrutaba prolongando la persecución antes de asestar un golpe devastador. Sin embargo, no mostraría la misma paciencia con Roscoe.

Además, la decisión de Roscoe de volverse contra la familia Watts y presentar esas pruebas supondría un desastre para él.

Mientras Nicole observaba el paisaje alejarse por la ventanilla del coche, tomó una decisión firme. Tenía que proteger a Roscoe. Era un alma tan bondadosa que la había apoyado tanto. Si le ocurría algo por su culpa, nunca se lo perdonaría.

Finalmente, el taxi se detuvo frente al edificio donde trabajaba Roscoe.

Nicole salió del taxi y se dirigió a la entrada, pero la recepcionista le cerró el paso. «Señorita, lo siento, ¿tiene una cita?».

«No, estoy buscando…» Nicole hizo una pausa, luchando con la formalidad.

«Al Sr. Watts».

«Lo siento, hoy no ha venido a la oficina», le informó la recepcionista.

Nicole sintió que se le hacía un nudo en el estómago y preguntó con urgencia: «¿Y ayer? ¿Vino entonces? ¿Cuándo se fue?».

«Lo siento. No puedo revelar su paradero», respondió la recepcionista negando con la cabeza.

Nicole recordó su conversación telefónica con Roscoe del día anterior. Le había dicho que seguía en el trabajo y que aún no se había ido a casa. Si no había vuelto a casa anoche, seguramente algo había ido mal.

Cuanto más reflexionaba Nicole, más crecía su miedo, y el sudor frío se apoderaba de su frente.

Al terminar una llamada, la recepcionista se dio cuenta de que Nicole se había quedado paralizada y le preguntó: «Señorita, ¿me da su nombre? Necesito registrarlo».

«Nicole Lawrence».

«Señorita Lawrence, ¿correcto?» La voz de la recepcionista se alzó ligeramente en señal de pregunta.

«Sí», respondió Nicole, ajena a la mirada de sorpresa de la recepcionista.

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