Yo soy tuya y tú eres mío -
Capítulo 714
Capítulo 714:
Raegan sintió una oleada de esperanza tan repentina que las lágrimas amenazaron con derramarse.
La incredulidad tiñó su voz cuando preguntó: «¿En serio?».
Mitchel la miró, con voz suave. «Confía en mí».
«Confío en ti», afirmó Raegan sin vacilar.
Una suave sonrisa se dibujó en los labios de Mitchel. «No te muevas. Yo me encargaré de la dirección».
Las largas piernas de Mitchel se extendieron desde el lado del pasajero, invadiendo el espacio del conductor, que de repente se sintió apretado.
«Mitchel…» Incapaz de ver la carretera, la ansiedad de Raegan aumentó.
«No pasa nada», la tranquilizó Mitchel, poniéndole una mano en el hombro.
«Es una ruta preestablecida».
Una ruta preestablecida significaba que el rumbo del vehículo estaba predeterminado, independientemente de la visibilidad del conductor.
Mitchel explicó que Matteo había dispuesto que otro vehículo se adelantara y colocara un airbag largo. Aunque Raegan saltara, no resultaría herida.
Sintiéndose ligeramente más tranquila, Raegan asintió.
«¿Estás lista?» inquirió Mitchel.
Raegan asintió y preguntó ansiosa: «¿Por qué no saltas conmigo?».
«No podemos saltar los dos», explicó Mitchel con urgencia. «No hay tiempo que perder».
Raegan se dio cuenta de que tenía razón y se sumió en un tenso silencio.
«Contaré hasta tres y luego saltarás tú, ¿de acuerdo?». dijo Mitchel.
Antes de que Raegan pudiera responder, los fríos labios de Mitchel rozaron ligeramente su frente. Un beso sin pasión, pero cargado de emoción tácita.
Mientras Raegan temblaba, a punto de hablar, Mitchel le cubrió los ojos con la mano.
«No mires», le ordenó.
«Uno, dos, tres…»
Al instante siguiente, la puerta del coche se abrió de golpe.
Con una ráfaga de aire, un débil «te quiero» se perdió en el viento.
Raegan no saltó del coche. Fue Mitchel quien la empujó con fuerza.
Raegan sintió una oleada de esperanza tan repentina que las lágrimas amenazaron con derramarse.
La incredulidad tiñó su voz cuando preguntó: «¿En serio?».
Mitchel la miró, con voz suave. «Confía en mí».
«Confío en ti», afirmó Raegan sin vacilar.
Una suave sonrisa se dibujó en los labios de Mitchel. «No te muevas. Yo me encargaré de la dirección».
Las largas piernas de Mitchel se extendieron desde el lado del pasajero, invadiendo el espacio del conductor, que de repente se sintió apretado.
«Mitchel…» Incapaz de ver la carretera, la ansiedad de Raegan aumentó.
«No pasa nada», la tranquilizó Mitchel, poniéndole una mano en el hombro.
«Es una ruta preestablecida».
Una ruta preestablecida significaba que el rumbo del vehículo estaba predeterminado, independientemente de la visibilidad del conductor.
Mitchel explicó que Matteo había dispuesto que otro vehículo se adelantara y colocara un airbag largo. Aunque Raegan saltara, no resultaría herida.
Sintiéndose ligeramente más tranquila, Raegan asintió.
«¿Estás lista?» preguntó Mitchel.
«¿Vas a saltar conmigo?».
«No podemos saltar los dos», explicó Mitchel con urgencia. «No hay tiempo que perder».
Raegan se dio cuenta de que tenía razón y se sumió en un tenso silencio.
«Contaré hasta tres y luego saltarás tú, ¿de acuerdo?». dijo Mitchel.
Antes de que Raegan pudiera responder, los fríos labios de Mitchel rozaron ligeramente su frente. Un beso sin pasión, pero cargado de emoción tácita.
Mientras Raegan temblaba, a punto de hablar, Mitchel le cubrió los ojos con la mano.
«No mires», le ordenó.
«Uno, dos, tres…»
Al instante siguiente, la puerta del coche se abrió de golpe.
Con una ráfaga de aire, un débil «te quiero» se perdió en el viento.
Raegan no saltó del coche. Fue Mitchel quien la empujó con fuerza.
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