Capítulo 687:

El ceño de Mitchel se frunció, deteniendo sus pasos al instante.

La mirada de Mitchel se detuvo en el vientre de Katie, llena de profundos sentimientos.

Katie sintió que el corazón se le aceleraba ante tan intenso escrutinio.

«¿Tres meses y medio?» La expresión de Mitchel cambió a su frialdad desapegada habitual al hacerse eco de las palabras de Luciana.

Katie sintió un zumbido en los oídos y su mente se quedó momentáneamente en blanco.

Su resentimiento hacia Luciana se intensificó en ese momento.

Luciana acababa de soltar el mes de embarazo de Katie a pesar de su promesa de no decirlo.

Mientras Katie buscaba una respuesta, Mitchel se dirigió a Luciana: «Mamá, descansa un poco. Dejaré a Marcelo contigo para cualquier ayuda que necesites».

Marcelo Clifford era el asistente dispuesto por Mitchel para el cuidado de Luciana. Mitchel debía dedicarle más tiempo a Luciana debido a la lesión de ésta. Pero como Luciana se empeñaba en mantener a Katie aquí, Mitchel no tenía ganas de quedarse.

Además, con un montón de criados en la casa y seguridad extra que Mitchel había dispuesto discretamente, se sentía cómodo dejando atrás a Marcelo para evitar que Katie causara problemas.

Raegan se despidió cortésmente de Luciana: «Deseándole lo mejor y un descanso tranquilo».

Luciana se limitó a lanzar una mirada indiferente a Raegan y no mostró ningún interés en interactuar con ella.

Pero a Raegan no le importó, ya que había mostrado el respeto y la cortesía que se esperaba de ella. No le dio importancia a si Luciana le gustaba o no. Dudaba que pudieran llevarse bien.

«Vámonos», dijo Mitchel, cogiendo la mano de Raegan con una nueva suavidad en la voz. Su mano emanaba calidez al envolver la de ella, su pulgar la acariciaba con ternura, ofreciéndole consuelo.

Los ojos de Raegan se iluminaron y sonrió, indicando que estaba bien.

Mitchel le devolvió la sonrisa, despojándose de su gélida conducta para revelar una encantadora calidez.

Katie observó su interacción y sintió una oleada de celos en el pecho. Cerró las manos en puños, abrumada por la envidia.

«Mitchel, ¿cómo puedes irte sin más? ¿Y tu madre?» La voz de Katie temblaba, consternada porque ni siquiera la difícil situación de Luciana podía hacer que Mitchel se quedara.

«¿Por qué me voy? Seguro que lo sabes». El tono de Mitchel era plano y gélido.

Katie se quedó paralizada, sin palabras.

«No quiero verte», afirmó Mitchel con frialdad.

Katie se quedó en blanco. La inquebrantable frialdad de la voz de Mitchel aumentó su humillación. Su indiferencia ante la posibilidad de que sus palabras la hirieran era evidente.

Los ojos se le llenaron de lágrimas cuando Katie protestó: «Mitchel, estoy embarazada de ti. ¿De verdad tienes que ser tan duro?».

«¿Me has llamado duro?» Mitchel se burló, «Déjame que te lo aclare. Raegan es la única mujer que será la madre de mis hijos. Nadie más ostentará jamás ese título».

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