Capítulo 655:

Un susurro de Mitchel, cargado de cansancio, rompió el silencio entre ellos. «Raegan, te he echado de menos».

Mitchel estrechó a Raegan con una tierna cautela, como si fuera consciente de su fragilidad, su tacto ligero para evitar cualquier incomodidad.

La constante consideración de Mitchel hacia ella, incluso en su propia angustia, tocó una fibra sensible de Raegan. Su corazón estaba con él, sobre todo porque Erick le había informado de los sombríos acontecimientos del día.

La traición de Alexis, Henley, Katie y Luciana: cada una de ellas, que se suponía que debían ser el apoyo de Mitchel, le habían dado la espalda. Habían desenvainado sus puñales, dejando a Mitchel a su suerte en el frío del abandono. ¡La frialdad que debió de soportar!

Raegan sabía que la broma de Mitchel de no tener hogar trascendía la ausencia de un refugio físico. Significaba estar desprovisto de un santuario para el alma.

Abrazando a Mitchel con más firmeza, Raegan le tranquilizó con una voz suave como una caricia: «Todavía nos tienes a mí y a Janey. Estamos aquí contigo».

Ante sus palabras, la postura de Mitchel se tensó ligeramente, un reconocimiento silencioso del peso que llevaban. Raegan, con su bondad inherente, había conseguido una vez más remover lo más profundo de su corazón.

«Por eso estoy aquí», le susurró suavemente al oído.

En el santuario de su abrazo, la respuesta de Raegan fue una afirmación amortiguada.

Poco después, Mitchel le levantó suavemente la cara hasta que sus frentes se encontraron, con un tierno murmullo en la voz. «Prometed que os quedaréis conmigo, los dos, para siempre, ¿vale?».

La seriedad de su mirada, estrellada y radiante, hizo que el corazón de Raegan se acelerara, obligándola a asentir como si estuviera hechizada.

Al sentir su asentimiento, el pecho de Mitchel se llenó de calor, una sensación parecida a la de su corazón envuelto en el suave abrazo de un algodón de azúcar.

Mitchel se inclinó entonces para besarla, una lenta unión de labios que hablaba de momentos compartidos y promesas silenciosas.

Tras el beso, le mordisqueó el labio, con voz ronca.

«Raegan, ¿cómo consigues ser tan increíble?

Apoyada contra él, aún sin aliento por sus apasionados besos, Raegan murmuró: «Porque te mereces todo lo bueno, Mitchel. De verdad». Su amabilidad hacia ella hizo que su apoyo hacia él fuera natural, inquebrantable.

Una vez dentro, la mirada de Mitchel recorrió los alrededores, con un tono de expectación en la voz. «¿Dónde está Janey?»

«Está en un campamento de verano durante una semana», respondió Raegan.

Una sombra pasó por el rostro de Mitchel ante la noticia, la decepción parpadeó en sus ojos.

Raegan reflexionó sobre las pruebas a las que Mitchel se había enfrentado durante el día, incluida la pérdida de tiempo con Janey. Vacilante, aventuró: «¿Te gustaría descansar un poco?».

La profunda mirada de él respondió a su ofrecimiento, provocando una oleada de pánico en Raegan.

Apresuradamente, Raegan añadió: «Quiero decir… Descansar podría ayudarte a sentirte mejor, dado todo lo que ha pasado».

Sus manos se agitaron en el aire mientras se apresuraba a aclarar: «No quería decir… No de esa manera, juntos».

La risa de Mitchel rompió la incomodidad, su respuesta alegre. «Hmm, descansar parece una buena idea. Antes me daré una ducha».

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