Capítulo 643:

«¡Qué asco!» Katie retrocedió con repulsión.

El golpe fue abrumador para Abel, con la visión nublada por su propia sangre. A pesar de ello, volvió a levantar temblorosamente el palo de golf, preparándose para golpearse a sí mismo, arriesgándose a sufrir graves lesiones.

«¡Basta!» Katie intervino, finalmente. No por preocupación por su vida, sino porque aún tenía tareas para él.

A pesar de sus heridas, Abel logró jadear, «Gracias..»

«¡Lárgate de aquí! Me estás ensuciando el coche», dijo Katie con frialdad.

El coche se detuvo, y Abel fue arrastrado fuera como un cuerpo sin vida, dejado en el suelo mientras el coche de Katie se alejaba rápidamente.

Al llegar a la villa, Katie acababa de bajarse cuando un supercoche azul oscuro chirrió hasta detenerse frente a ella, perfectamente sincronizado.

La puerta del coche se abrió, dejando ver unos zapatos de cuero brillante.

Entonces, Mitchel se acercó a Katie con paso firme, mirando solemnemente.

Katie, asustada, se agarró el pecho y luego el estómago. «¿Qué… qué planeas hacer?», tartamudeó mientras retrocedía, asustada, el ambiente amenazador que rodeaba a Mitchel era demasiado para soportarlo.

En un instante, el agarre de hierro de Mitchel rodeó el cuello de Katie.

«Ah…» El intento de gritar de Katie fue abruptamente silenciado. Su cara se puso morada, su respiración débil. Por un segundo, realmente pensó que Mitchel podría matarla.

Finalmente, cuando Katie sintió que se desvanecía, Mitchel la soltó con disgusto.

Katie se tambaleó, apoyándose en la puerta del coche, tosiendo violentamente.

Después de toser un rato, Katie levantó los ojos para ver el rostro frío e implacable de Mitchel, y empezaron a caer lágrimas. «Mitchel… Lo has perdido… Estoy embarazada de ti. Mitchel la miró sin expresión, su tono helado. «Katie, ¿acabas de ignorar mis palabras?».

A Katie le dolía mucho el cuello. Siempre la habían cuidado, nunca había experimentado tanta rudeza. Aunque se sentía agraviada, no tuvo más remedio que reprimir sus quejas contra su ira.

Con lágrimas en los ojos, Katie explicó: «Mitchel… Yo no fui a buscar a Raegan. Nos conocimos por casualidad en el centro comercial. Si no me crees, pregúntale a tu madre…».

«¡Cállate!» Mitchel la cortó bruscamente. «El niño que llevas en el vientre no es mío. ¿Cuántas veces tengo que decirlo?»

Ante esto, Katie no pudo contener las lágrimas y se apresuró a decir: «¡Mitchel, te prometo que este bebé es tuyo!».

«¿De verdad?» El rostro de Mitchel estaba inexpresivo. «¿Estás diciendo que estás embarazada de mi hijo, sin que yo esté involucrada?».

«YO… YO…» Katie tropezó con sus palabras, su voz temblorosa. «Mitchel, tienes que creerme. Este niño es tuyo».

«¿Creerte?» Mitchel enarcó una ceja con escepticismo. «Katie, ¿crees que soy tan fácil de engañar?».

Su abierto desdén envió una clara señal a Katie. Lo que ella deseaba seguiría siendo sólo un deseo.

Ruborizada por la vergüenza y la ira, Katie protestó: «Mitchel, estoy diciendo la verdad. Es tu hijo. Te guste o no, ésa es la verdad».

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