Capítulo 607:

Después de sus momentos íntimos, seguía siendo responsabilidad de Raegan ayudarle con sus cuidados.

Cuando estaba dormido, no presentaba ningún problema. Sin embargo, ahora que estaba despierto, era muy diferente.

Raegan ni siquiera había empezado, pero ya estaba sonrojada.

Para aumentar el desafío, Mitchel se burló de ella: «Eres conocida por tu minuciosidad. ¿A qué se debe ese cambio repentino?».

«Te has despertado. ¿Y si te traemos una enfermera?».

Su voz se volvió ronca. «¿Quieres que alguien más me vea en este estado?».

Las orejas de Raegan ardían de vergüenza. Murmuró en respuesta: «De todos modos, no hay mucho que ver…».

Mitchel rió entre dientes, con voz grave y seductora. «Se trata de la actuación, no del aspecto».

Raegan se quedó sin habla.

Ruborizándose profusamente, Raegan continuó con su tarea.

A pesar de haberla realizado tres veces al día, aún no se había acostumbrado a ella. Sólo ahora aceptaba que era una tarea tan difícil para ella. El contraste entre cuidar a alguien despierto y a alguien inconsciente era asombroso.

Cada centímetro del cuerpo de Mitchel parecía más atractivo al despertar, su aura era abrumadoramente cautivadora.

Después de arreglarse, Raegan se duchó para quitarse el sudor pegajoso.

Cuando salió, Mitchel le cogió la mano sonrojada con ternura, con un atisbo de preocupación en su expresión. «¿Te sientes cansada? ¿Te gustaría tumbarte a mi lado un rato más?».

Raegan, con el corazón palpitante, insistió: «No, no, el médico me regañará».

Mitchel le pellizcó cariñosamente la mejilla, riendo entre dientes. «¿Qué te pasa por la cabeza? Puede que esté dispuesta, pero de momento soy impotente».

Su risa en respuesta a su comentario le permitió relajarse cómodamente a su lado.

La verdad es que estaba completamente agotada. Los últimos días habían sido mental y físicamente agotadores. Sólo a su lado encontraba consuelo y seguridad.

Mitchel tuvo sentimientos encontrados cuando Raegan depositó su confianza en él. Le susurró seductoramente: «Cuando me haya recuperado, lo celebraremos como es debido».

Raegan, sintiendo que le ardían las mejillas, se dio la vuelta, evitando su mirada.

Ansiaba besarla, su timidez lo calentaba, lo acercaba a ella.

Raegan se sintió abrumada por sus inesperados avances. «No más… O acabaremos necesitando otro baño», protestó ella.

«La próxima vez, seré yo quien te bañe». La voz de Mitchel era ronca, lo que hizo que sus mejillas se sonrojaran aún más. Tenía sus propias manos. ¿Por qué iba a necesitar su ayuda para bañarse?

Yacieron entrelazados, sin sentir la atracción del sueño ni el deseo de levantarse, atesorando cada momento de su precioso tiempo juntos.

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