Capítulo 581:

Lowe no tardó en levantarse y salir corriendo. Luego bramó por el pasillo: «¡Maldita sea! Ven aquí ahora!»

La mujer se puso en pie, empuñando la botella como si quisiera reclamar algo. Con tono azucarado, dijo: «Señor Hampton, espero una recompensa. Quiero ser su aliada para atrapar a más mujeres como ésta».

Nicole cayó en la cuenta de que aquella mujer engañosa no era otra que Melissa, que tenía un parecido asombroso con ella. Las marcas reveladoras de la cirugía estética llevaron a Nicole a preguntarse si se trataba de un acto deliberado.

Lowe miró lascivamente, acariciando el trasero de Melissa. «¡Claro que sí! Melissa, tienes un valor incalculable. Te encantará lo que tengo preparado».

Al escuchar su intercambio, Nicole comprendió la gravedad de la situación. Esta no era la primera vez que Melissa había instigado los actos nefastos de Lowe.

Melissa probablemente empleaba tácticas similares para someter a otras chicas a Lowe. Su siniestra asociación era evidente.

Con mirada férrea, Nicole se aferró a su herida, dispuesta a perseguir a Lowe.

Pero el sonido de pasos que se acercaban la detuvo.

Nicole pulsó rápidamente el botón del ascensor para sellar su huida.

Melissa intentó interceptar a Nicole en la puerta del ascensor, pero la patada de Nicole la hizo caer.

«¡Ay!» El grito de Melissa resonó al chocar contra la pared.

Cuando las puertas del ascensor empezaron a cerrarse, la frustración de Lowe se desbordó.

«¡Cierren todas las salidas! La encontraremos, aunque tengamos que desmantelar este lugar. Es como si estuviera muerta».

Los guardaespaldas se dispersaron, cada uno se movió para asegurar una salida.

Cuatro guardaespaldas siguieron a Lowe hasta el aparcamiento subterráneo.

Nicole, al llegar a su motocicleta en el garaje, no perdió tiempo y se subió.

El rastro de sangre de su herida dejaba un camino claro tras ella. Su única opción era acelerar y romper el bloqueo.

En el momento en que Nicole encendió la motocicleta, apareció Lowe. Al ver que Nicole se preparaba para huir, hizo un gesto firme y ordenó: «¡Bloqueadle el paso!».

Inmediatamente, aparecieron numerosos guardias, formando un estrecho círculo alrededor de Nicole, con sus escudos en la mano, acercándose a ella.

Nicole, apretando los dientes contra el dolor de su brazo, aceleró la motocicleta y el motor rugió desafiante. Sabía que no la dejarían marchar sin luchar. Su única opción era abrirse paso entre sus filas.

El motor de la moto rugió con más fuerza. Giró el acelerador, intentando acelerar, pero la moto derrapó y se estrelló contra el suelo.

Nicole salió despedida y aterrizó con fuerza.

La causa no tardó en hacerse evidente. Había clavos esparcidos por el suelo, pinchando los dos neumáticos de la moto.

Nicole quedó tendida, atormentada por el dolor, sintiendo cómo cada centímetro de su cuerpo gritaba de agonía.

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