Capítulo 579:

Uno de los guardaespaldas se marchó, mientras que el otro se quedó, vigilando de cerca a Nicole.

Nicole intuyó que Lowe buscaba una oportunidad para cambiar las tornas. Ordenó: «Él también tiene que irse».

Intentando rebajar la tensión, Lowe levantó la mano en broma. «¿Qué te pasa? ¿Tienes miedo?»

Pero Nicole rápidamente le agarró la mano, empujándole con la rodilla en el cuello, con la punta de la daga peligrosamente cerca de su arteria.

Lowe aulló de dolor: «¡Para! Me duele…».

La expresión de Nicole era fría mientras miraba al guardaespaldas.

«¿Piensas intentar algo?»

El intento de Lowe de comunicarse con su guardaespaldas terminó en fracaso.

Ni el guardaespaldas ni Lowe se atrevieron a moverse.

Inmovilizado contra el sofá, Lowe gritó al guardaespaldas: «¡Fuera!».

El guardaespaldas salió rápidamente.

Nicole mantuvo a Lowe inmovilizado, con la rodilla en el cuello contra el sofá, durante quince minutos antes de soltarlo.

Lowe, agotado, yacía tendido en el sofá. No era más que un playboy mimado, debilitado por una vida de extravagancia. Su capacidad de intimidación dependía enteramente de los expertos guardaespaldas que le proporcionaba su padre.

Jadeando, Lowe resolló. «Basta, estoy agotado». Sentía como si su cuello se hubiera roto, cada sacudida enviaba rayos de agonía a través de él, manteniéndolo contorsionado. ¿Quién demonios era esta mujer salvaje?

Un golpe interrumpió la tensa atmósfera.

Nicole mantuvo su daga apuntando a Lowe y dijo con autoridad: «¡Entrad!».

El guardaespaldas que había salido antes volvió a entrar, sosteniendo un sobre de archivo marrón.

«Déjalo aquí y vete», le indicó Nicole.

El guardaespaldas miró a Lowe en busca de orden, quien lo despidió con enfado.

«¡Lárgate, no eres de ayuda!».

Lowe estaba frustrado de que sus guardaespaldas no pudieran manejar a Nicole, dejándole en este aprieto. Esperaba que Nicole simplemente cogiera los documentos y se marchara.

Nicole cogió el sobre del expediente. Ver la letra que reconocía atenuó la luz de sus ojos, ensombreciéndolos.

Las lágrimas cayeron como cristales rotos. Murmuró en silencio: «Papá…». Era como si un peso inmenso pesara sobre su pecho, causándole una profunda pena.

Su casco ocultaba su rostro, ocultando su vulnerabilidad a la vista de Lowe.

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