Capítulo 541:

«Estoy preparando la cena, cariño». Raegan sonrió.

«Vaya, ¿va a venir alguien especial? Podemos pedirle a papá que nos acompañe? Le echo de menos.» Los ojos de Janey, grandes y llenos de esperanza, brillaban de emoción.

Raegan, ablandada por la adorable cara de su hija, no pudo evitar sonreír. «En realidad, el invitado es tu papá».

«¿Qué?» Los ojos de Janey brillaron de emoción. «¿En serio?»

Raegan asintió con la cabeza.

Janey rebotó de alegría. «¡Es increíble! Mami, ¡te quiero tanto!».

La alegría de Janey se extendió como un reguero de pólvora.

Raegan apretó suavemente la mejilla de Janey y le preguntó: «Janey, ¿serías feliz si tu papá viviera con nosotros todo el tiempo?».

«¡Me encantaría!» Janey sonrió. «Ojalá papá pudiera estar siempre con nosotras y no irse nunca».

Raegan vio el genuino afecto que Janey sentía por Mitchel. Pero ¿era ese afecto fruto del anhelo de una figura paterna o era el vínculo natural del parentesco?

Raegan se agachó hasta quedar a la altura de Janey y le preguntó: «Janey, ¿te gusta Mitchel porque es tu padre o porque de verdad te gusta como persona?».

Janey, desconcertada por la pregunta de Raegan, ofreció su propia comprensión.

«Mi profesora dice que la gente tiene auras. Si te gusta alguien, es porque sientes que tú también le gustas. Siento que papá me quiere tanto como yo a él».

Raegan se sorprendió. Parecía que incluso una niña que aún no había cumplido los cinco años tenía percepciones más profundas que ella.

Después de que Annis llevara a Janey fuera a jugar, la mente de Raegan seguía acelerada. Sabía que su corazón estaba agitado por culpa de Mitchel. Recordó la pregunta que Mitchel le había hecho en la puerta de su casa la última vez y decidió que quería responderla esta noche.

Ya no quería alejarlo. Quería intentarlo. Para Janey, y para ella misma, era hora de dejar atrás el pasado.

Raegan volvió a ocuparse de los preparativos de la cena. Cuando terminó, eran casi las siete de la tarde.

Raegan colocó los platos en la mesa que se calentaba automáticamente, asegurándose de que no se enfriaran en una hora.

Después, Raegan y Janey se sentaron a esperar el regreso de Mitchel.

Por un breve instante, Raegan se sintió como si hubiera retrocedido en el tiempo. Solía esperar a Mitchel así cinco años atrás. Y ahora tenían una hija juntos.

Mientras el tiempo pasaba lentamente, el estómago de Janey empezó a rugir. Con un mohín, miró a Raegan y le preguntó con un deje de tristeza: «Mami, ¿cuándo va a llegar papá?».

Raegan, sintiendo una mezcla de impotencia e impaciencia, respondió: «No estoy segura, cariño. Dame un segundo para llamarle y averiguar dónde está».

Cogiendo el teléfono, Raegan marcó el número de Mitchel.

El teléfono sonó y sonó, pero no hubo respuesta.

En el corazón de Raegan empezó a asentarse una sensación de naufragio. Intuía que Mitchel no vendría esta noche. ¿Por qué? Si sabía que iba a llegar tarde, ¿por qué no le había avisado?

«¿Por qué papá no cogió el teléfono?». Janey no pudo ocultar su decepción cuando notó la mirada preocupada de Raegan.

Tratando de levantar el ánimo, Raegan le ofreció una sonrisa tranquilizadora. «Probablemente esté ocupado con algo ahora mismo. ¿Qué tal si empezamos a cenar primero?».

Sin embargo, Janey negó firmemente con la cabeza, insistiendo: «No, quiero esperar a papá. Estaba deseando compartir mis comidas favoritas con él».

Al ver la terquedad de Janey, Raegan intentó un enfoque diferente, sugiriendo suavemente: «¿Por qué no pruebas primero un poco de las gachas de gambas?».

Después de un poco de persuasión, Janey finalmente accedió a comer un poco de gachas sin esperar a Mitchel.

Al terminar un tazón de gachas, Janey se sintió casi llena. Siguió esperando en la mesa con Raegan, pero al final el cansancio fue demasiado para ella.

Janey solía irse a la cama a las ocho y media de la tarde, y ahora ya eran las nueve.

Raegan le pidió a Annis que ayudara a Janey a acostarse y la acomodara, mientras ella decidía empezar a limpiar la mesa.

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