Yo soy tuya y tú eres mío -
Capítulo 535
Capítulo 535:
Raegan no podía creer lo desvergonzada que era esta familia. Hablaban de actos tan vergonzosos como si fueran perfectamente normales. Su desvergüenza no conocía límites.
Kolton, seducido por el dulce aroma de Raegan, sintió que sus deseos se agitaban.
Al ver que su madre seguía dudando, añadió rápidamente: «¿A qué esperas? Si esa mujer decide llamar a la policía, tendremos problemas».
Al oír esto, la señora se fue rápidamente a buscar a la mujer y al chico.
Con la mujer y el chico fuera, Raegan se sintió un poco menos preocupada.
Con las manos atadas, recurrió a patear las espinillas de Kolton con todas sus fuerzas.
Kolton, furioso, agarró con más fuerza la garganta de Raegan y siseó: «¡Intenta patearme otra vez, zorrita, y te asfixiaré hasta matarte!».
La cara de Raegan se puso morada mientras luchaba por respirar. Pero éste era su momento. Ella rechinó sus dientes en el brazo de Kolton, mordiendo a través de la piel y la carne.
¡La sangre brotó intensamente!
«Ah… ¡Maldita zorra!» Kolton gritó de dolor, aflojando su agarre.
Raegan no perdió ni un segundo. Dio un fuerte cabezazo en la barbilla de Kolton y, mientras éste se tambaleaba, le propinó una patada en la parte íntima.
«¡Ay!» gritó Kolton con todas sus fuerzas, desplomándose en el suelo con una fuerte caída.
Kolton se sintió mareado, y el dolor agudo en su parte privada era insoportable. No podía creer que lo hubiera derribado una mujer delicada.
Raegan acababa de llamar para pedir ayuda utilizando el teléfono de reserva de Stefan. Estaba convencida de que Kolton estaba demasiado herido para volver a ponerse de pie. Su plan era dejarlo en manos de la policía.
Sin embargo, Kolton no dejaba de lanzar insultos. «¡Puta! ¡Vagabundo! ¡Voy a por ti! ¡Puta!»
Kolton no era ajeno a los bajos fondos de la sociedad. Los insultos que escupía eran crudos y chocantes, como nunca se había encontrado Raegan.
Sus ataques verbales se volvieron aún más desagradables. «¡Maldita sea! ¿Cómo se las arregló tu madre para dar a luz a una criatura tan vil como tú? Debe de estar podrida.
Ahora me encargaré de ella. ¡Muestra algo de valor! ¡No te atrevas a huir!»
Raegan acababa de llegar a la puerta cuando oyó eso. No pudo evitar soltar una fría carcajada, agarró una escoba que había cerca y la blandió con todas sus fuerzas contra Kolton.
«¡Pum!» La escoba golpeó a Kolton justo en la cara, haciéndole sangrar la nariz como un loco y cubriéndole la cara de sangre.
Furioso, pero demasiado débil para mantenerse en pie, Kolton se arrastró hacia Raegan, profiriendo insultos mientras avanzaba: «¿Crees que puedes pegarme, zorra? Hoy voy a hacer que te arrepientas. Te haré llorar por tu papá y tu mamá…».
Pero antes de que Kolton pudiera terminar su amenaza, de repente gritó tan fuerte que se convirtió en un chillido agudo.
Raegan le estaba pisando fuerte la mano, aplastándole los dedos.
«¡Ah!» Aulló Kolton con la boca abierta.
Raegan lo miró con ojos de hielo y dijo: «Parece que tu madre se olvidó de enseñarte modales. Bueno, supongo que me toca a mí limpiarte esa boca sucia».
Entonces, cogió una fregona de un cubo que tenía al lado, una que no había sido escurrida, y se la metió en la boca a Kolton.
La fregona chorreaba agua oscura y sucia de limpiar el patio, llena de barro, suciedad y quién sabía qué más.
Kolton se defendió con todas sus fuerzas, su tez cambió de tonalidad.
No era ajeno a las penurias, pues se había enfrentado a la dureza de la vida, pero nunca había imaginado tragar agua de alcantarilla.
Cuanto más intentaba liberarse Kolton, con más fuerza lo sujetaba Raegan.
La cabeza de la fregona, un manojo de tiras de algodón anudadas, parecía demasiado grande para caber en la boca de alguien.
Sin embargo, Raegan se las arregló para meter una pequeña parte en la boca de Kolton, enviando el agua sucia y sin escurrir por su garganta. Y se la tragó.
Una vez retirada la fregona, Kolton boqueó en busca de aire, con la cara una mezcla de negro y azul, tosiendo incontrolablemente.
Cuando por fin recuperó el aliento, Kolton tembló de rabia y señaló a Raegan, tartamudeando: «¡Tú! Cómo te atreves a meterme una fregona en la boca!».
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar