Yo soy tuya y tú eres mío -
Capítulo 531
Capítulo 531:
La señora actuó con rapidez, subiéndose al coche de Raegan y cogiendo las llaves. Dijo con descaro: «Si no pagas, hoy no vas a ninguna parte».
El hombre repitió entre dientes: «Mujer bonita…».
Raegan se acercó a la señora, intentando recuperar las llaves de su coche.
Pero la señora reaccionó al instante, colocándose delante del vehículo de Raegan, gritando y rodando por el suelo. «¡Me está pegando! ¡Me está pegando! Me va a matar…».
Raegan estaba estupefacta. Su actuación fue impecable, ejecutada con facilidad. Raegan se dio cuenta de que eran estafadores profesionales.
Los alrededores eran remotos, sin tiendas ni casas alrededor, y mucho menos cámaras de seguridad. Tenía sentido que hubieran elegido aquel lugar.
Raegan sugirió con calma: «No llevo efectivo y mi tarjeta no funciona. ¿Podría llamar a alguien para que le traiga el dinero?».
La señora puso cara de duda. «No me estará gastando una broma, ¿verdad?».
«No, claro que no. Este coche de lujo no es mío. Es alquilado. Me gusta parecer más rica de lo que soy y no quiero que nadie se entere de que le he reventado una rueda. Ha llegado justo a tiempo», le aseguró Raegan a la señora, con muestras de seriedad.
Ah, tengo la pierna herida por la caída. No basta con pagar la rueda».
«¿Cuánto pide?» preguntó Raegan.
La expresión de la señora cambió ligeramente. «¡Necesitaría algo así como veinte o treinta mil para mi recuperación!».
Y eso era además de los ocho mil ochocientos por ese neumático barato. ¡Qué petición tan atrevida!
La mente de Raegan se agitó, sabiendo que los estafadores eran desconfiados por naturaleza.
«Realmente no puedo permitirme tanto», respondió Raegan con sinceridad.
«Pedir tanto no es razonable. Pongámonos de acuerdo en una cantidad realista».
Al ver a Raegan negociar, la señora supuso que Raegan podría ser crédula y dijo: «De acuerdo, dieciocho mil, nada menos».
«¿Y quince mil?» replicó Raegan.
La señora, creyendo que Raegan se estaba implicando de verdad en la negociación, relajó sus sospechas y aceptó: «Vale, me parece bien».
La señora le pasó entonces su propio teléfono a Raegan para que hiciera una llamada.
Raegan marcó y dijo: «Amber, ¿puedes traerme algo de dinero?».
Una vez que la dirección fue entregada por Raegan, la señora sintió que sus esquemas lo habían logrado, sonriendo Raegan le dijo a la señora, «No te preocupes. Amber está cerca. Llegará en no más de veinte minutos».
La señora no pudo ocultar su felicidad.
Mientras tanto, el hombre seguía mirando lascivamente a Raegan, su mirada babeante era desconcertante.
Cuando el momento pareció oportuno, Raegan fingió recordar algo y exclamó: «¡Oh! Acabo de acordarme. Tengo tres mil en efectivo en el coche. Deje que se lo coja».
La señora, emocionada por la mención del dinero, animó: «Vale, querida, ve a cogerlo».
A continuación, la señora devolvió las llaves del coche a Raegan.
Con calma, Raegan abrió la puerta del coche y entró.
La señora observó con impaciencia cómo Raegan parecía buscar en la guantera, sólo para ver cómo cerraba rápidamente la puerta y echaba el cerrojo desde dentro.
La cara de la señora se contorsionó de rabia e intentó abrir la puerta de un tirón, pero no se movió. Amortiguada por las ventanillas del coche, maldijo al máximo de sus pulmones.
El coche estaba muy bien insonorizado. Raegan sólo pudo captar las airadas palabras a través de la lectura de los labios.
En un arrebato de ira, el hombre cogió una piedra y la lanzó contra el coche de Raegan.
Antes de que el hombre pudiera lanzar la roca, un tipo musculoso intervino, agarrando la cintura del hombre
y lo arrojó al pavimento con un fuerte golpe.
Los ojos de Raegan se abrieron de par en par al ver a Stefan de pie ante ella. No entendía cómo había aparecido en aquella carretera desierta.
Al ver que su hijo era tratado con rudeza, la dama atacó a Stefan sin pensárselo dos veces.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar