Capítulo 376:

«¡Te juro que si intentas emparejarme con Sadie, tendré que hacer de celestina de Raegan con otros jóvenes! Ardlens está lleno de jóvenes ricos y ansiosos estos días…» dijo Luis.

Antes de que Luis pudiera terminar sus palabras, Mitchel le cortó: «Señorita Miller».

Luis respondió con tono relajado: «Déjate de tonterías, ¿quieres? Ni siquiera intentes usar este nombre para intimidarme. No tengo miedo de…».

«¡Mitchel!» Una nítida voz femenina cortó a Luis.

Al instante, Luis se agarró la cabeza y maldijo en silencio a Mitchel: «¡Hijo de puta!».

Mitchel, sin embargo, se limitó a ignorar a Luis y se volvió hacia Sadie, diciendo despreocupadamente: «Ha pasado tiempo. Luis, ¿por qué no saludas a Sadie? Hace años que no os veis».

«¿Luis? ¿De verdad está aquí?» Exclamó Sadie y se dio la vuelta bruscamente.

«¿De verdad eres tú? ¿Luis?»

«Lo siento, señorita. Parece que me ha confundido con otra persona».

Luis se cubrió la cara con ambas manos, dispuesto a entrar en el ascensor con Mitchel, pero Sadie le detuvo.

«¡Luis! Sé que eres tú!» Sadie se lanzó sobre Luis.

Cogido desprevenido, Luis no tuvo más remedio que ver cómo la puerta del ascensor se cerraba delante de él.

Luis maldijo a Mitchel en silencio. Se preguntó cómo podría desalentar los avances de Sadie.

Mientras tanto, en un rincón del pasillo, la mirada de Jarrod estaba clavada en el rostro de Nicole. Tuvo que recordarse una y otra vez que aquello no era un sueño.

Parecía absurdo, pero a Jarrod le aterrorizaba que no fuera real, igual que esos extraños sueños que había tenido en los últimos años.

Nicole, apoyada en la pared con los brazos cruzados, levantó los párpados y pronunció en tono perezoso e impaciente: «Señor Schultz, vaya al grano. No quiero perder el tiempo».

Los labios de Jarrod se movieron ligeramente y su voz era áspera. «¿Cómo has estado todos estos años?».

Cuando esas palabras escaparon de sus labios, se quedó atónito. No esperaba preocuparse instintivamente por ella. ¿No debía enfrentarse a ella? Debía preguntarle a Nicole por qué se había metido con él, ¿no?

Pero cuando empezó a hablar, se dio cuenta de que no le importaba la respuesta. Lo que realmente importaba era saber por lo que ella había pasado…

«¿Cómo he estado?» Nicole se quedó sorprendida por la inesperada pregunta de Jarrod.

La pregunta de Jarrod arrastró a Nicole a aquellos tiempos difíciles.

La única paz que Nicole había encontrado en los últimos cinco años fue cuando se había caído al mar y había perdido el conocimiento. La tranquilidad la liberaba de toda preocupación.

Pero despertar no sólo trajo consigo la dura recuperación, sino también un odio profundamente arraigado hacia Jarrod. El fuerte sentimiento de odio la llevó a odiar el mundo, perder el interés por la vida y rechazarlo todo.

En ese momento, el silencio que rodeaba a Nicole parecía hacerse eco del dolor de su pasado. Jarrod estaba de pie frente a Nicole, su presencia como un demonio aterrador que parecía ahogarla cada noche. Aquellos sueños atormentadores encendían una ira feroz en el corazón de Nicole. Fantaseaba con vengarse de Jarrod de la forma más instintiva.

Incapaz de contener su rabia por más tiempo, Nicole se enfrentó a él: «Señor Schultz, ¿ha venido a burlarse de mí? Por favor, no diga que de repente se ha dado cuenta de que me ama sólo porque salté de un acantilado».

«I…» Jarrod empezó a replicar, pero Nicole le cortó con una risa desdeñosa. «Quizá sigo vivo por tu culpa. Tus acciones me repugnan. Por eso he vuelto, para evitar que manches mi nombre, de ninguna manera».

El llamativo rostro de Jarrod se volvió de piedra, las palabras le fallaron.

«¿Hay algo más que quieras decir? Si no, apártate de mi vista.

Esta es nuestra última conversación cara a cara. No habrá otra oportunidad», afirmó Nicole, con voz fría y distante.

Nicole se dio la vuelta para alejarse, pero en un instante, la fuerte mano de Jarrod la empujó contra la pared.

La mirada penetrante de Jarrod se clavó en ella. Luchó por contenerse y evitar cualquier acción precipitada. Con voz áspera, dijo: «¿Y si te digo que el accidente me hizo darme cuenta de lo mucho que significas para mí?».

A él mismo le costaba creer que hubiera pronunciado esas palabras.

Después de soportar cinco largos años de infierno sin Nicole, Jarrod había cambiado.

Ya no quería volver a aquellos días oscuros llenos de confusión y falta de esperanza.

Ahora, lo único que deseaba era aferrarse a Nicole, la única persona que de verdad quería en su vida.

Con los ojos enrojecidos, Jarrod insistió: «Nicole, si te digo que no puedo vivir sin ti, ¿qué harías?».

Jarrod observó atentamente el rostro de Nicole, sin perderse ni una sola expresión. Pero lo único que pudo ver en sus ojos fue asco y odio.

Esa era la innegable verdad.

Nicole no hizo ningún esfuerzo por ocultar su repugnancia mientras miraba a Jarrod.

Sólo quería que él conociera la profundidad de su odio. Para ella, no era más que un pedazo de mierda.

«¡Jarrod, me das asco!» Nicole gritó.

Sin embargo, Jarrod permaneció imperturbable ante sus palabras. «Nicole, no puedes provocarme», respondió sonriendo. Se había despojado del comportamiento irritable que tenía cinco años atrás.

«Estoy dispuesto a hacer lo que sea por ti». Con expresión seria, Jarrod la miró fijamente y declaró: «Nicole, quiero que vuelvas a mi vida».

Nicole sólo pudo burlarse. Jarrod siempre había sido un engreído. Y ahora, además de arrogante, parecía delirante.

Nicole se inclinó hacia él, apretando juguetonamente la corbata alrededor del cuello de Jarrod con sus delicados dedos. «Sabe, señor Schultz, soy la intérprete oficial de este maldito lugar. Si desaparezco, es probable que mi supervisor avise enseguida a la embajada».

Mientras hablaba, Nicole enrolló juguetonamente la corbata de Jarrod alrededor de sus dedos, apretándola poco a poco. Se burlaba de él con un tono juguetón, casi como si pretendiera asfixiarlo.

«Escuche, señor Schultz, si no quiere acabar en una desordenada batalla legal internacional, ¡le sugiero que mantenga las manos quietas!».

le advirtió Nicole.

Jarrod sintió que la corbata le apretaba el cuello, casi asfixiándolo, pero permaneció imperturbable, su apuesto rostro tranquilo mientras respondía despreocupadamente: «¿De verdad cree que eso me asusta?».

La verdad era que la organización para la que trabajaba Nicole estaba aprovechando la ocasión para explorar un posible proyecto a largo plazo en el país.

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