Capítulo 312:

Por un momento, la mente de Nicole se quedó en blanco.

Un torrente de ira, desgana y odio surgió en su interior.

Había perdido su oportunidad, y Jarrod no le concedería otra.

Se le saltaron las lágrimas y le temblaron los hombros.

Jarrod soltó una risita. «¿Cómo? ¿Demasiado enfadada para llorar?».

Las lágrimas llenaron los ojos de Nicole, dejándola sin habla. Sus hombros temblaban y su corazón se consumía de odio. Despreciaba su propia incapacidad para acabar con su vida.

El corazón de Jarrod se retorció al ver las lágrimas de Nicole.

¿Cómo podía ella ablandar continuamente su endurecido corazón?

Había pensado que su relación se basaba únicamente en el odio.

Pero ahora, parecía irrelevante si odiaba a Nicole o no.

Estaban unidos por una dinámica compleja y malsana, una mezcla de amor y odio, demasiado enredada para poder clasificarla. Ni el amor ni el odio por sí solos podían definir o resolver la intrincada red de emociones que compartían.

En medio de sus emociones enmarañadas, la determinación de Jarrod era clara.

No podia dejar marchar a Nicole.

Reflexiono sobre los engaños de Jamie. Si los relatos de Jamie eran todos mentira, ¿podría ser realidad la supuesta muerte inminente de Nicole a causa de un cáncer de estómago?

Este pensamiento hizo que el pánico invadiera a Jarrod.

Agarrando la cara de Nicole, sus ojos una tempestad de emociones, Jarrod declaro: «Nicole, ahora estamos en paz, pero no voy a dejarte marchar todavia. Entiende mis palabras».

No era una petición. Era algo que él había decidido.

Consciente de la repulsión que sus palabras podrían provocar en Nicole, Jarrod optó por ser sincero.

Después de todo, ella ya lo detestaba, ¿no?

«Algún día te daré esa oportunidad», dijo, aludiendo a la posibilidad de que ella acabara con su vida.

Nicole, con la desesperación evidente en su voz, preguntó: «Jarrod, ¿quieres decir que sólo la muerte podría hacerme escapar de ti?».

«¡No, no te dejaré morir!» respondió bruscamente Jarrod, con los ojos brillantes. «¡Si se te ocurre morir, iré a por todos los que te han ayudado!».

Nicole apenas se dio cuenta de sus palabras. Su miedo no era la muerte, sino vivir una vida impregnada de odio.

Jarrod advirtió: «Recuerda lo que he dicho».

Sin embargo, Nicole permaneció en silencio, sumida en sus pensamientos.

Al amanecer, señal de un nuevo día, llegó el momento de incinerar los restos de Wesson.

Mitchel y Raegan se unieron para presentar sus últimos respetos.

Tras la incineración, Nicole, con voz apenas por encima de un susurro, reveló: «Jarrod, el último deseo de mi padre era que sus cenizas se esparcieran en el mar».

Al oírlo, Jarrod frunció el ceño y la miró. A pesar de sus reservas, fue incapaz de oponerse.

Antes de entrar en el coche, Nicole se volvió hacia Raegan. «Ser tu amiga ha sido lo mejor de mi vida».

Los ojos de Raegan se humedecieron de inmediato, las lágrimas cayeron en cascada por sus mejillas.

Agarrándose a la muñeca de Nicole, Raegan logró decir entre sollozos: «Estaré aquí, esperándote».

Con una inclinación de cabeza hacia Raegan, Nicole entró en el coche de Jarrod.

Jarrod había estado vigilando atentamente a Nicole durante los dos últimos días, asegurándose de estar siempre cerca.

Nicole se fijó en la herida no tratada del brazo de Jarrod, la carne aún visible bajo la manga.

Al captar su mirada, Jarrod murmuró: «Decidí dejármela». Se refería a la mordedura que Nicole le había dejado.

Nicole frunció el ceño, arrepentida de su acción impulsiva. Nunca tuvo intención de dejar ninguna marca en aquel hombre al que consideraba vil.

Al llegar a la orilla del mar, Nicole esparció solemnemente las cenizas de Wesson en el océano.

En ese momento, sus lágrimas se habían secado.

Su mente repasó la agitación reciente. Habían ocurrido tantas cosas.

El papel forzado de amante, las palizas, el diagnóstico de cáncer, la inculpación y el encarcelamiento, y ahora, la pérdida de su padre y de su madre moribunda.

Sólo habían pasado unos meses, pero parecía que había pasado una eternidad.

Aguantar hasta este momento no había sido fácil para Nicole.

Nicole quiso elogiarse a sí misma: «Bien hecho, Nicole. Lo has dado todo».

Al concluir el funeral, una ráfaga de viento recorrió la zona.

El sombrero negro de Nicole, atrapado por el viento, salió volando de su cabeza.

«¡Mi sombrero! Mi sombrero!» gritó Nicole.

Sin pensar en su seguridad, se lanzó tras él, pero Jarrod la agarró rápidamente por la cintura.

«¿Te has vuelto loca?» la increpó Jarrod. «¡Esa zona es peligrosa! ¿No has visto la señal de advertencia?».

Nicole, embargada por la emoción, lloró. «¡Ese sombrero era de mi padre! Él me lo regaló».

La expresión de Jarrod se endureció. «Quédate aquí».

Avanzó, pasando por encima de la cadena para recuperar el sombrero.

Justo cuando lo cogía, la voz de Nicole sonó desde atrás.

«¡Jarrod Schultz!»

Jarrod se dio la vuelta, su corazón se hundió al verlo.

Nicole había cruzado la cadena, de pie peligrosamente en el borde de la ladera del acantilado.

Su breve viaje estaba llegando a su fin en ese momento.

Sin embargo, encontró consuelo en la idea de que ya no tendría que soportar su absurda y triste existencia.

Con lágrimas en los ojos y una voz llena de odio, Nicole declaró: «¡Enhorabuena! Has ganado. Voy a suicidarme».

Con esas palabras y una sonrisa resignada, se inclinó hacia atrás, cayendo por el acantilado.

«¡No! ¡Nicole!» El rugido de Jarrod estaba lleno de histeria mientras se precipitaba hacia el borde del acantilado.

El mar se agitaba bajo un cielo tormentoso, y Jarrod escudriñaba frenéticamente las turbulentas aguas en busca de cualquier señal de Nicole.

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