Yo soy tuya y tú eres mío -
Capítulo 272
Capítulo 272:
Ya no tenía otra salida.
Mitchel ya no tenía piedad. Se inclinó y mordió su hermoso cuello sin descanso.
Raegan se mordió con fuerza el labio inferior, sintiendo el insoportable dolor. Se sentía indignada y resentida al mismo tiempo.
«Mitchel… Eres un imbécil…».
Las manos grandes y algo ásperas de Mitchel frotaban cruelmente los pechos de Raegan.
«Te encanta maldecirme, ¿eh? Tengo suficiente energía para que te canses demasiado de maldecirme».
Raegan cerró inmediatamente la boca, sin atreverse a decir una sola palabra dura.
Estaba acostumbrada a su falta de moderación, así que podía tolerarlo. Pero esta vez era diferente. Había un bebé en su vientre.
Al pensar en su bebé, el rostro de Raegan palideció. Suplicó: «Mitchel, probemos otra…».
Pero Mitchel selló de repente sus labios con los suyos para impedirle hablar.
Al momento siguiente, el tiempo volvió a hacerse largo e insoportable.
Mitchel era feroz, actuaba como un animal. No paró hasta que el cielo exterior se iluminó lentamente.
Raegan estaba tan agotada que cayó en un profundo sueño.
El cielo ya estaba un poco oscuro cuando se despertó.
De repente recordó que hoy tenía que trabajar. Se levantó apresuradamente y, sin darse cuenta, sus ojos se posaron en el cubo de basura que había cerca de la puerta. Vio el pijama roto que llevaba anoche tirado allí.
Esta visión le recordó a Raegan el prolongado tormento de anoche. Su rostro palideció de inmediato.
Corrió hacia el armario presa del pánico, con la esperanza de encontrar algo que ponerse. Cuando lo abrió, se sorprendió al ver que estaba lleno de ropa femenina de lujo de la temporada. Todas eran nuevas y aún llevaban las etiquetas puestas.
Algunas de las prendas y accesorios le resultaron familiares a Raegan. Eran de la última colección de invierno que Mitchel había pedido a la dependienta de la tienda que le entregara a principios de otoño.
Cuando se divorciaron, no se llevó ni una sola prenda. No esperaba que siguieran ordenadas aquí.
Raegan no tuvo tiempo de pensar demasiado. Eligió un vestido al azar, se lo puso y se dirigió a la puerta.
Pero cuando tiró de la puerta, ésta no se abría. Lo intentó varias veces, pero fracasó.
Salió al balcón y vio que la puerta trasera también estaba cerrada.
No sólo las puertas, sino también las ventanas y otros puntos de acceso estaban sellados.
No tenía escapatoria.
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