Yo soy tuya y tú eres mío -
Capítulo 251
Capítulo 251:
Momentos antes, cuando Mitchel acababa de regresar, Matteo había dicho que Mitchel y Raegan eran la pareja perfecta tras ver el reluciente certificado de matrimonio.
Mitchel había elogiado a Matteo por una presentación bien elaborada e incluso le había ordenado que reclamara una gratificación al Departamento de Contabilidad por sus esfuerzos.
Como asistente superior, recibió elogios por su excelente presentación en PowerPoint. ¿No es absurdo?
Para decirlo sin rodeos, Mitchel estaba de buen humor y decidió compartir su felicidad de esta manera.
Pero, ¿cómo cambió tan bruscamente el humor de Mitchel?
Al detectar el cambio, Matteo dijo con cautela: «Sr. Dixon, han llamado del restaurante. ¿Aún piensa ir allí como estaba previsto?».
Mitchel se sentó en silencio con cara larga.
Sentía una ansiedad tan abrumadora que engatusó a Raegan para que volviera a casarse con él, deseoso de tener a Raegan a su lado con el certificado de matrimonio.
Todo el proceso le pareció precipitado y en su interior bullía el deseo de celebrarlo con Raegan. Sin embargo, ella no parecía interesada en absoluto, incluso carecía de ganas de hablar con él.
En cuanto a la celebración… Tal vez él era el único que consideraba que su nuevo matrimonio merecía ser celebrado.
Para Raegan, su matrimonio era un mero acuerdo contractual.
Una sonrisa amarga se dibujó en los labios de Mitchel. «Cancela la cita. Ya no la necesito».
Tras darse la vuelta, Matteo se marchó para avisar al restaurante.
«Me temo que el paquete especial no se puede cancelar, así que no habrá reembolso», transmitió Matteo.
El objetivo del paquete era crear un ambiente romántico en el que un amante pudiera pedirle matrimonio a su pareja. Se seleccionarían rosas frescas de la rosaleda del restaurante y se colocarían alrededor de todo el espacio por la mañana.
La escena contaría con más de cien mil rosas, creando un espectáculo realmente espectacular. Era extravagante, pero romántico.
Matteo recordó que Mitchel le había pedido que reservara una comida ayer.
Entre varios establecimientos de lujo, Mitchel eligió este restaurante e hizo una petición particular para utilizar las flores rojas.
Mitchel suspiró y dijo: «De acuerdo, lo entiendo».
Mientras tanto, Raegan, que se encontraba a unos cientos de metros de la estación de metro, fue detenida de repente por dos hombres vestidos con trajes negros.
Raegan los miró con desconfianza. Uno de los hombres dijo respetuosamente: «Señorita Hayes, venga con nosotros, por favor. El señor Brooks quiere hablar con usted».
¿El señor Brooks? Confundida, Raegan se volvió para ver un lujoso coche negro aparcado cerca.
Al bajar la ventanilla, clavó los ojos en Henley, que le sonrió con una sonrisa suave y elegante.
A pesar del gesto aparentemente amistoso, un escalofrío recorrió la espina dorsal de Raegan.
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