Capítulo 242:

Raegan había estado en casa, esperando a Mitchel.

A las diez de la noche, Mitchel seguía sin aparecer.

De mala gana, llamó a Matteo, enterándose de que Mitchel estaba en Serenity Villas y que podía buscarlo allí si era necesario.

Raegan no había visitado Serenity Villas desde su divorcio.

Después de pensarlo, Raegan decidió ir allí.

Antes de salir, se duchó y eligió su ropa. En su armario encontró un vestido interior blanco de encaje, regalo de Nicole tras su divorcio.

Se lo había regalado Nicole tras su divorcio. Nunca se lo había puesto, le parecía demasiado atrevido.

Sin embargo, decidió ponérselo esta vez.

Al llegar a Serenity Villas, a Raegan le preocupaba que la dejaran entrar después del divorcio.

Para su sorpresa, el guardia de seguridad le dio una calurosa bienvenida y le dijo que la esperaban.

Confundida pero aliviada, Raegan le dio las gracias.

El guardia de seguridad informó a Raegan: «Señora, tenemos instrucciones de permitirle la entrada siempre que llegue».

Raegan, desconcertada, se quedó sin palabras.

Tras este intercambio, se separó del guardia.

En la puerta principal, se enfrenta a la cerradura de reconocimiento facial.

Para su asombro, le abrió.

Mitchel no la había eliminado del sistema.

Pensó que tal vez Mitchel, ocupado con otros asuntos, no lo había actualizado, sobre todo teniendo en cuenta que probablemente se compraría una casa nueva para cualquier futuro matrimonio en la familia Dixon.

Navegando por la casa con familiaridad, se dio cuenta de que estaba a oscuras, salvo por una pizca de luz procedente del dormitorio.

Cuando Raegan se acercó a la puerta, vio a Mitchel en el balcón a través de un hueco. Estaba allí de pie, con un cigarrillo en la mano, todavía vestido con su traje de etiqueta, como si acabara de regresar de un acto social.

A la luz de la luna, parecía solitario y cansado.

¿»Solitario» para Mitchel? Esa palabra no encajaba bien.

Raegan golpeó suavemente la puerta. Mitchel, tras exhalar una columna de humo, se volvió para mirarla, con una expresión carente de sorpresa o placer.

Su falta de sorpresa se debía a que Matteo le había avisado de su llegada.

Su disgusto surgió al darse cuenta de que la visita de Raegan estaba motivada por su preocupación por Nicole, no por él.

Resopló. Raegan nunca había mostrado tanta preocupación por él como por Nicole.

Esta comprensión ensombreció los ojos de Mitchel.

Decidida a salvar a Nicole, Raegan dio un paso adelante.

Se acercó a Mitchel y habló.

«Mitchel».

Mitchel permaneció en silencio, lo que impulsó a Raegan a continuar: «¿Puedes ayudar a sacar a Nicole del centro de detención?».

Ella creía que aunque no pudiera convencer a Jarrod, Mitchel podría sacar a Nicole del centro de detención.

Al oír su petición, la expresión de Mitchel cambió ligeramente.

Entonces, Raegan fue directamente al grano.

Antes había pedido ayuda a Jarrod para liberar a Nicole. Ahora, se dirigió a él en busca de ayuda con respecto a la situación de Nicole.

Mitchel enarcó una ceja y replicó: «No es algo difícil. Pero, ¿por qué debería ayudarte?».

Respirando hondo, Raegan se acercó a Mitchel. Levantó la cara, rodeándole el cuello con los brazos.

«Te ofreceré lo que quieras a cambio, ¿es justo?».

Para su consternación, Mitchel parecía impasible.

Desesperada, Raegan empezó a desabrocharse el abrigo.

A Mitchel le sorprendió su atrevimiento. Había sabido que Raegan buscó primero la ayuda de Henley.

Ahora, al verla con él, sintió una punzada de decepción hacia ella.

«¿Crees que aceptaré esto?» La voz de Mitchel estaba impregnada de desprecio.

«Te sobreestimas».

Raegan se detuvo, con la piel al aire.

Intentó armarse de valor, pero las duras palabras de Mitchel le aplastaron el ánimo.

Raegan se sentía profundamente humillada con su cuerpo expuesto.

La expresión de Mitchel cambió, sorprendido por su elección de atuendo.

Su respiración se hizo pesada.

La vergüenza consumía a Raegan.

Nunca antes se había vestido así.

Las duras palabras de Mitchel, que indicaban su negativa a ayudarla, hicieron que se le llenaran los ojos de lágrimas.

Se envolvió apresuradamente el abrigo, dejándolo desabrochado mientras se dirigía a la puerta.

Pero antes de que pudiera salir, la mano de Mitchel la atrapó. La tiró hacia atrás con fuerza, empujándola contra un armario.

Con un rápido movimiento, le abrió el abrigo, dejando al descubierto su figura.

Raegan sintió un dolor agudo en la espalda e instintivamente intentó proteger su figura, pero Mitchel le agarró la mano con fuerza, inmovilizándola.

«¡Suéltame, Mitchel!»

Su súplica se ahogó en lágrimas, sus ojos enrojecieron.

Mitchel, con la mirada encendida por el deseo y la ira, replicó con dureza: «¿Que te suelte? ¿Para que te pongas esto para suplicar a otro hombre?».

Sus palabras la pintaron bajo una luz vergonzosa.

Raegan, temblando y sollozando, protestó: «¿Qué te pasa? Suéltame El agarre de Mitchel en la barbilla la obligó a mirarle a los ojos mientras él se burlaba: «¿Qué? ¿Henley no te ayudó? ¿Cuántas veces te acostaste con él? Bueno… Parece blando, así que no se le debió dar bien. ¿Era yo mejor que él?»

Los celos nublaron la razón de Mitchel, su mente se fijó en la imaginación de Raegan dejándose tocar por otros hombres.

Sintió como si un fuego ardiera en su interior, impulsándolo a darle una lección a Raegan.

La ira y la conmoción sacudieron a Raegan, con la voz temblorosa: «¿Me has estado siguiendo?».

Mitchel, mirándola a los ojos llorosos, entrecerró los suyos.

«¿Cómo si no iba a saber lo que hiciste, todo por tu amiga?».

Su tono estaba impregnado de celos mientras se burlaba: «Raegan, me has sorprendido».

Sus palabras se sintieron como flechas atravesando el corazón de Raegan, dejándola completamente derrotada.

Con los ojos llenos de lágrimas, Raegan exigió: «¡Suéltame, Mitchel!».

Al notar su expresión de dolor, Mitchel pensó que podría haberla herido, así que aflojó el agarre.

Raegan retiró rápidamente la mano.

¡Aplauso! Con un rápido movimiento, Raegan abofeteó a Mitchel en toda la cara.

Con los ojos enrojecidos por la emoción, se enfrentó a él.

«Mitchel Dixon, no es asunto tuyo en cuántas citas he estado. ¿Qué derecho tienes a cuestionar mis actos?».

La expresión de Mitchel cambió radicalmente.

Las palabras de Raegan implicaban que ya no tenían relación, lo que hacía que sus sentimientos de celos y sus críticas carecieran de sentido.

Su corazón se hundió. Sintió una aplastante sensación de impotencia.

La mano de Raegan temblaba de rabia.

«¿Por qué ofrecer esperanza sólo para humillarme? ¿O ése era tu plan desde el principio?»

Mientras Raegan intentaba contener las lágrimas, la ira se apoderó de ella.

Agarró su bolso y golpeó a Mitchel con fiereza.

«Tu deseo se ha cumplido. Eres despreciable».

Mitchel le había dado esperanzas a través de Matteo, sólo para degradarla ahora.

¡Bastardo! ¡Hijo de puta absoluto!

Con la cabeza inclinada, Raegan se secó las lágrimas, preparándose para marcharse.

Mitchel, conmovido por sus lágrimas, luchó contra sus instintos. Su mente le instaba a dejarla marchar, considerándola indigna.

Sin embargo, no podía soportar verla llorar y dejarla marchar.

Dio un paso adelante, deteniendo su marcha.

«Te ayudaré».

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