Capítulo 221:

Un sonido repentino y agudo atravesó la silenciosa noche. El hombre le arrancó el cuello a Raegan.

El aire frío de la noche tocó la piel de Raegan, haciéndola estremecerse.

«¡Ah!» Raegan gritó, con el cuerpo debilitado por los efectos de las drogas, lo que le impidió levantar una mano para detener al hombre.

«Por favor… Perdóname».

Haciendo acopio de sus últimas fuerzas, Raegan intentó retroceder, mientras las lágrimas humedecían la venda que le cubría los ojos.

Consiguió ver al hombre que tenía delante. Sin embargo, no pudo distinguir sus rasgos.

A juzgar por su complexión, Raegan estaba segura de que no era Mitchel.

El hombre se quedó quieto un momento mientras miraba en silencio a Raegan.

De repente se inclinó hacia ella y su olor la envolvió.

Un parpadeo de reconocimiento cruzó la mente de Raegan, pero no pudo precisarlo.

El miedo se apoderó instintivamente de ella y preguntó: «¿Qué quieres?».

Las yemas de los dedos del hombre recorrieron el cuello de Raegan, deslizándose suavemente hacia abajo mientras le quitaba el colgante que llevaba puesto.

«¿Es tuyo?» Su voz tenía un tono áspero, como si la hubiera pasado por un aparato para cambiar la voz.

Raegan asintió.

«Sí, es mío. No vale mucho. Por favor, no te lo lleves. Puedo darte dinero en su lugar».

El colgante había estado con Raegan desde que era una niña. Su abuela se lo quitó un día, pero se lo devolvió antes de morir.

Raegan no podía soportar perder el colgante, ya que tenía un valor sentimental para ella.

El hombre dio un paso atrás, sin avanzar más, y se detuvo.

Al cabo de unos minutos, dijo en voz baja: «¿Por qué eres tú?».

Su voz temblaba, cargada de emociones no expresadas.

Raegan se sobresaltó al sentir que el hombre volvía a acercarse a ella. El miedo la paralizó y se sintió incapaz de huir.

Sin embargo, el hombre volvió a colocarle el colgante con calma. Sus movimientos eran atentos y tiernos, para su asombro.

De algún modo, sintió que el hombre era amable con ella.

La imagen de alguien pasó fugazmente por la mente de Raegan. Sin embargo, su dolor de cabeza era tan intenso que no podía concentrarse en pensar.

La puerta se cerró de golpe y el hombre salió apresuradamente, dándole un momento para recuperar el aliento.

Pero antes de que Raegan pudiera recuperarse del todo, otra figura entró en la habitación.

Sin previo aviso, un golpe brutal golpeó el cuello de Raegan, sumiéndola de nuevo en la inconsciencia.

Después de lo que pareció una eternidad, Raegan se despertó sobresaltada.

Alguien la había salpicado con agua helada.

Parpadeando por la desorientación, Raegan se encontró fuertemente atada con cuerdas. Tenía las manos inmovilizadas, pero los pies tenían una libertad limitada.

El entorno parecía un edificio escolar abandonado lleno de mesas y sillas rotas.

Encaramado sobre una estructura elevada que parecía de tres pisos, reflejaba el inquietante escenario de su anterior secuestro, creando un déja vu perturbador.

Al recordar el sufrimiento por el que había pasado la última vez, un escalofrío recorrió la espalda de Raegan.

De pie ante Raegan, Tessa parecía aún más desquiciada y retorcida, con las cicatrices de incontables terrores.

«¡Parece que has dormido bien!». La voz de Tessa, áspera y dura, cortó el aire.

Raegan se armó de valor y se enfrentó a Tessa.

«Tessa, es la segunda vez que me secuestras. ¿Es esta tu forma de buscarte la vida tras la barra cometiendo crimen tras crimen?».

«¿Crimen? ¡Qué gracioso! Realmente no tienes ni idea de lo que es un verdadero crimen!»

Con movimientos lentos y deliberados, Tessa se quitó el sombrero y la máscara, revelando un semblante que horrorizó a Raegan.

El rostro de Tessa mostraba claramente su sufrimiento. Era un grotesco mosaico de cortes y heridas supurantes.

El hedor de la carne en descomposición flotaba en el aire. Era repugnante y nauseabundo. Era realmente insoportable.

Acercándose, Tessa preguntó burlonamente a Raegan: «¿Lo has visto claramente?

No puedo volver a los días en que era una dama decente de familia adinerada. ¿Qué más me queda que temer en este mundo?».

Los ojos de Raegan se abrieron de par en par y se quedó sin habla. No podía comprender por lo que había pasado Tessa.

El rostro desfigurado de Tessa era terrible de ver. Era capaz de hacer llorar a los niños e infligir pesadillas a los adultos.

«¿Sabes por qué tengo este aspecto?».

Raegan consiguió liberar las manos de la cuerda que llevaba a la espalda y preguntó: «¿Por qué?».

«¡Todo es gracias a Mitchel! Lanzó una intensa e implacable persecución contra mí. Mientras la policía me seguía la pista, él le echó una mano, bloqueando todas las posibles vías de escape. Desesperada y sin dinero, busqué refugio con un anciano pescador en una remota isla costera…».

Los recuerdos llenaron la mente de Tessa en un instante.

Al principio, el pescador la trató bien, dándole comida y ropa limpia.

Pero la esperanza pronto se convirtió en desesperación cuando descubrió la oscura verdad.

El pescador mantenía cautivas a numerosas mujeres y las sometía a tormentos inimaginables.

Sus actos sádicos habían dejado cicatrices en sus cuerpos. También había echado sal en sus heridas para evitar la putrefacción.

Cuando acogió a Tessa, la última cautiva apenas respiraba, con las piernas y el cuerpo cubiertos de cortes sangrientos.

El pescador había puesto sal tranquilamente en la herida de la mujer y le había dicho: «Haciendo esto, no apestará».

Tessa estaba atrapada en aquella pesadilla viviente y no se atrevió a resistirse.

Se ocupaba de las necesidades del pescador y cocinaba para él durante el día. Por la noche, sufría sus brutales abusos, agravados por el consumo de una misteriosa medicina.

El tormento se prolongaba durante toda la noche, atormentando a Tessa hasta que el pescador sucumbía a un profundo sueño en las horas diurnas.

La frágil figura de Tessa, desgastada y curtida, mostraba las cicatrices de su angustiosa experiencia.

Un fatídico día, cuando el pescador se embarcó en sus expediciones de pesca, Tessa se dio cuenta de que había llegado su momento.

Su cuerpo se había convertido en algo desechable, carente de cualquier valor.

Tessa se aprovechó de la situación y echó en la bebida del pescador una cantidad excesiva de la medicina que consumía con frecuencia.

La medicina, antes beneficiosa, se convirtió en un veneno mortal.

El pescador murió violentamente y Tessa prendió fuego a su casa antes de escapar en su barco.

Con el dinero robado en la mano, se refugió en una discreta posada, ocultando su rostro desfigurado por miedo y en secreto.

Pocos días después, las noticias informaban de que la barca del pescador se había incendiado y se habían descubierto numerosos cadáveres. La policía descubrió que el pescador era un asesino.

Los días se convirtieron en semanas, y los escasos fondos de Tessa disminuyeron, dejándola en una situación desesperada y sin medios para buscar tratamiento para sus heridas.

Entonces se produjo un sorprendente giro de los acontecimientos. Un día, al volver a su habitación, encontró sobre la cama un paquete con dinero, un teléfono y la dirección de Raegan.

Cuando sonó el teléfono, contestó, y una voz misteriosa al otro lado le ofreció una oportunidad de vengarse junto con instrucciones específicas.

Finalmente, llegó el día en que Tessa consiguió secuestrar a Raegan.

Inesperadamente, Raegan se salvó de las garras de Tessa cuando un hombre enmascarado apareció de la nada y se llevó con éxito a Raegan.

Tessa fracasó en su intento de acabar con Raegan la última vez debido a esos dos estúpidos hombres que contrató.

No dispuesta a aceptar el fracaso de nuevo, Tessa se propuso acabar con Raegan, trasladando todo su sufrimiento erróneamente a Raegan.

Mientras el enmascarado estaba distraído, Tessa aprovechó la oportunidad para secuestrar de nuevo a Raegan y atarla firmemente en aquel edificio en ruinas.

Esta vez, Tessa estaba decidida a no repetir sus errores anteriores, sin conceder ninguna oportunidad a Raegan de escapar de un miserable final.

Mientras Tessa relataba su historia, Raegan llegó a la conclusión de que la propia Tessa era la culpable de su caída. Se lo tenía merecido por todas sus fechorías.

Raegan no era capaz de sentir lástima por Tessa.

Tessa tuvo oportunidades de escapar, como demuestra su habilidad para eliminar al pescador. Sin embargo, optó por soportar los brutales e inhumanos abusos por miedo a ser capturada por la policía tras huir.

Con la compostura intacta, Raegan preguntó con calma: «¿Qué quieres?».

«¿Qué quieres?» Los ojos de Tessa brillaron con malicia mientras sacaba una afilada daga.

«¡Quiero que Mitchel y tú paguéis el precio!».

El corazón de Raegan dio un vuelco al mirar la hoja reluciente.

Se serenó y preguntó: «Tessa, ¿estás desconectada de la realidad? Mitchel y yo nos divorciamos hace mucho tiempo. ¿No lo sabes?»

«¿Qué? ¿Os divorciasteis?» Ajena a esta novedad, la sorpresa de Tessa era visible en su rostro.

En un intento de apelar al sentido común de Tessa, Raegan la consoló: «Aunque yo muera, no afectará a Mitchel en lo más mínimo. Pero si me asesinas, no podrás escapar de la justicia. La policía seguirá persiguiéndote».

Raegan añadió: «Sólo quieres dinero, ¿verdad? Puedo reunir la suma por ti».

En tono áspero y grosero, Tessa replicó: «¿Sabes lo que dijo Mitchel cuando le pedí cinco millones de dólares por tu vida?».

Raegan seguía luchando por liberar sus manos de las cuerdas mientras fingía curiosidad.

«¿Qué dijo?»

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar