Capítulo 1630:

Pero Conor no era así. Como asistente muy competente, su papel era aliviar las preocupaciones de su jefe. Tenía que ser flexible y perspicaz, actuando como mediador entre Nicole y Jarrod. Sabía cómo expresar las cosas para que Nicole se sintiera obligada a aceptar.

Al percibir las dudas de Nicole, Conor añadió rápidamente: «Señorita Lawrence, los médicos no consiguen que el señor Schultz escuche. No se lo pediría si no fuera necesario. El señor Schultz nos dio instrucciones de no molestarla, pero…».

Conor hizo una pausa y continuó: «Hay innumerables decisiones pendientes en el Grupo Schultz y numerosas reuniones esperando al señor Schultz. No puedo vigilar constantemente al señor Schultz, y tanta gente depende de él. Estoy desesperado por su pronta recuperación».

Las palabras de Conor, aunque no acusaban directamente a Nicole de negligencia, transmitían la impotencia del personal, lo que hacía que su petición fuera difícil de rechazar.

Nicole, aún indecisa, dijo: «Agradezco tu duro trabajo, Conor. Si tengo tiempo, te visitaré».

Nicole no se comprometió. Dijo que iría si tenía tiempo. ¿Qué significaba «si tenía tiempo»? Ya estaba aquí. Sin embargo, Conor no se atrevió a insistir. «Muy bien, señorita Lawrence, ocúpese primero de sus asuntos. Pero si puede, visite al señor Schultz».

Nicole asintió y se marchó con el termo en la mano. Cuando regresó a la sala de infusión, Rhett parecía dormido.

Nicole no lo despertó y esperó en silencio, notando las ojeras que sugerían que no había dormido bien.

Dado el trauma que Rhett había sufrido, no era de extrañar que no hubiera dormido bien. A pesar de ello, mostró una notable compostura dadas las circunstancias.

Cuando llegó la enfermera para quitarle la vía, Rhett se despertó. Vestida con todo el equipo de protección, la enfermera le quitó la vía con cuidado. La habitación era privada porque eran conscientes del estado de Rhett.

Después de ponerle un parche, la enfermera recordó a Rhett que no podía abandonar el hospital esta noche y que debía quedarse en observación para vigilar si tenía fiebre.

Rhett, al darse cuenta de que Nicole seguía allí, sintió una punzada de vergüenza. «Señorita Lawrence, ha sido de gran ayuda. Siento las molestias».

«No es ninguna molestia», respondió Nicole con una sonrisa tranquilizadora. «Es lo menos que podía hacer». Le dio el agua a Rhett y, justo entonces, sonó su teléfono. Era el repartidor.

Nicole había pedido una olla de sopa de arroz para Rhett, pensando que necesitaba algo ligero para comer. Al no poder cocinar para él, había elegido un restaurante muy bien valorado en la aplicación de reparto.

Nicole se levantó de su asiento. «Iré a por el congee».

«No es necesario, señorita Lawrence. No tengo hambre», dijo Rhett.

Pero tan pronto como habló, su estómago rugió ruidosamente, traicionando sus palabras. Sintió un rubor de vergüenza, y a Nicole le pareció desgarrador que aún no quisiera molestar a nadie.

«Sinceramente, es un placer», dijo Nicole con suavidad. «Déjame hacer algo por ti. Me hará sentir mejor».

Rhett vaciló y luego habló con sorprendente franqueza: «Señorita Lawrence, lo crea o no, no la culpo en absoluto. Este raro suceso que me ha ocurrido sólo puede atribuirse al destino. No es culpa de nadie».

Nicole quedó sorprendida por su franqueza, no se lo esperaba.

«A veces, la vida te obliga a creer en el destino», dijo Rhett, con expresión enigmática.

«El destino se puede cambiar», respondió Nicole con determinación. «Pase lo que pase, sólo tenemos que hacerlo lo mejor que podamos».

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