Capítulo 1617:

Jarrod ahogó su dolor cuando el ácido sulfúrico golpeó principalmente el suelo a su lado, aunque algo salpicó su espalda.

El inconfundible olor de la carne carcomida por el ácido sulfúrico era intenso.

Mientras que cualquier otra persona habría sucumbido al dolor, Jarrod se limitó a gemir suavemente, soportando estoicamente la agonía.

Nicole estaba tan cerca de él que oyó el gemido ahogado.

El inesperado incidente conmocionó a todos los presentes.

En medio del caos, Rhett había inmovilizado a la enloquecida Doreen en el suelo justo antes de que los guardias de seguridad se abalanzaran sobre ella para apresarla.

Doreen sólo había fingido locura, movida por un profundo resentimiento. Esperaba desfigurar a Nicole y librarse de los cargos penales fingiendo estar loca.

Sin embargo, el plan le salió mal cuando el ácido sulfúrico salpicó a Jarrod.

Aterrorizada por las consecuencias de sus actos, Doreen permaneció sin habla durante un largo momento. No fue hasta que estuvo inmovilizada en el suelo cuando empezó a sollozar: «Jarrod… Ayúdame. No quería que pasara esto. Jarrod…»

Con expresión adusta, Jarrod se levantó y ayudó con cuidado a Nicole a ponerse en pie.

Después de asegurarse de que Nicole estaba de pie, Jarrod preguntó con preocupación: «¿Estás bien? ¿Te ha salpicado algo del ácido sulfúrico?».

Mientras hablaba, Jarrod examinó detenidamente a Nicole. Para él, Nicole era un tesoro de valor incalculable que no debía ser dañado.

«Estoy bien», respondió Nicole, con la voz aún conmocionada.

«¿En serio?» preguntó Jarrod, con evidente preocupación.

Nicole negó con la cabeza, y Jarrod suspiró aliviado, confirmando que, en efecto, estaba ilesa.

Me alegro. Eso está bien -murmuró, aliviado.

Mientras tanto, Doreen seguía gritando detrás de él: «Jarrod, pídeles que me dejen ir… Me duele mucho. Por favor, ¡que paren!».

Jarrod se volvió para mirar a Doreen, luchando por conciliar la imagen de la chica que recordaba con la persona que tenía delante.

Doreen ya no era la niña inocente y vibrante que una vez conoció.

«Doreen, me has decepcionado», dijo Jarrod, con la voz cargada de sentimientos encontrados. No se había imaginado que su propia familia intentaría hacer daño a Nicole, por no hablar del bebé que llevaba en su vientre.

Si no hubiera protegido a Nicole a tiempo, el arrepentimiento le habría perseguido para siempre. Se dio cuenta entonces de que ya no podía excusar las acciones de Doreen por lealtad familiar.

Doreen sintió un parpadeo de miedo, pero quedó rápidamente eclipsado por su confianza en la indulgencia de Jarrod hacia ella.

Estaba segura de que sus lágrimas provocarían su perdón, como tantas otras veces. No importaba la travesura, Jarrod siempre había estado ahí para sacarla del apuro.

Este patrón la había envalentonado para actuar con altanería.

Doreen gritó, suplicante: «Jarrod… Jarrod. No quería hacer eso. Lo siento. Por favor, no te enfades…».

Esta vez, sin embargo, Jarrod no se conmovió por sus lágrimas. Ordenó fríamente a los guardias de seguridad: «Hagan lo que deben hacer».

La directiva de Jarrod era clara. Los guardias de seguridad debían entregar a Doreen a la policía.

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