Capítulo 1576:

El coche blanco se dirigió poco a poco hacia una zona desierta. Manteniendo una distancia prudencial, Nicole apagó los faros para evitar ser detectada.

Sin embargo, cuando el coche blanco entró en la zona desierta, Nicole lo perdió de vista en una bifurcación de la carretera. Para evitar ser descubierta, mantuvo la distancia.

Se detuvo junto a la carretera y comprobó las huellas de los neumáticos para determinar la ruta. Afortunadamente, estos caminos rurales eran todos de una sola dirección, lo que hacía difícil perder el rastro. Nicole confirmó la ruta, volvió al coche y continuó siguiendo.

Inesperadamente, Nicole volvió a ver el coche blanco después de recorrer una corta distancia. Gracias a su silencioso coche eléctrico y a las luces tenues, pasó desapercibida. Detuvo el coche con cuidado, camuflándose en la noche, asegurándose de no estar demasiado cerca para que la vieran.

Sin embargo, el coche blanco se detuvo y no se movió.

El conductor se dio cuenta de que Callie llevaba una máscara, pero admiró sus hermosos ojos. Empezó a burlarse de ella y le preguntó: «Niña, ¿a dónde vas tan tarde?».

Callie respondió cautelosamente: «Voy a buscar a mi padre».

«¿Buscas a tu padre?», le preguntó el conductor, riendo. «Es muy tarde y tu padre no está en casa. ¿Ha salido a jugar o a hacer otra cosa?».

Callie se sentía incómoda hablando con el conductor, sobre todo con su vulgar sonrisa que le producía escalofríos. Agachó la cabeza y contestó en voz baja: «Mi padre está trabajando».

«Oh, tu padre está trabajando, ¿y te deja a ti, su preciosa hija, salir tan tarde a buscarle? Qué descuidado». Mientras el conductor hablaba, sus ojos no estaban en la carretera sino fijos en el pecho de ella, su risa lasciva e inquietante.

El miedo empezó a invadir la mente de Callie. Agachó la cabeza y tanteó el teléfono con la intención de enviar un mensaje a su padre. Justo cuando empezaba a teclear, el conductor aceleró de repente y frenó en seco.

La cabeza de Callie chocó contra el respaldo del asiento delantero y el teléfono se le resbaló de la mano. «Ah…», gritó suavemente de dolor.

Fingiendo preocupación, el conductor le preguntó: «¿Estás bien?».

Callie se sujetó la cabeza dolorida, pero no se atrevió a enfrentarse a él. Frunció el ceño y contestó suavemente: «Estoy bien».

«Bien. Entonces conduciré más despacio», dijo el conductor.

Respirando hondo, Callie empezó a buscar su teléfono. Vio que se había deslizado hasta el fondo del asiento delantero. Se agachó con cuidado para cogerlo, pero a medida que el coche se movía, el teléfono seguía deslizándose hacia delante. Al darse cuenta de que no podría recuperarlo a menos que el coche se detuviera, preguntó con cautela: «Señor, ¿podría parar el coche para que pueda coger mi teléfono?».

El conductor parecía incómodo. «Aquí hay cámaras de tráfico. No podemos parar o nos multarán».

Callie no estaba segura de si había cámaras de tráfico, pero se dio cuenta de que la carretera se estaba volviendo más oscura mientras que la zona actual aún tenía algo de luz. Su miedo se intensificó. «Señor, ¿podría parar el coche un momento?». Su voz era pequeña y tímida.

«Oye, ¿por qué te pones tan difícil?», refunfuñó el conductor, frunciendo el ceño. «¿Te das cuenta de cuánto es la multa si paramos aquí? No te impediré que cojas el teléfono».

Callie sintió una oleada de miedo y no pudo reunir el valor para responder. Lo único que quería era coger el teléfono y sentirse segura. Deseó que su padre viniera a reunirse con ella.

Respiró hondo y volvió a intentarlo: «Señor, ¿podría parar el coche un momento? Yo pagaré la multa. Tengo miedo de que llame mi padre y no pueda contestar. Podría preocuparse».

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