Capítulo 1548:

Al retirar el brazo, la sangre brotó de la herida.

Con escasos medicamentos disponibles para detener la hemorragia, Jarrod utilizó lo poco que tenían en el muñón de Alec.

Sin más opciones, y con su propia ropa hecha jirones, Jarrod arrancó rápidamente la chaqueta del guardaespaldas y la envolvió con fuerza alrededor de la herida de Alec.

Sin embargo, el vendaje improvisado no tardó en saturarse, y la sangre tiñó el suelo bajo ellos de un rojo intenso.

La expresión de Jarrod se tornó sombría y miró hacia arriba, buscando alguna señal del helicóptero. Indicó a los otros dos hombres que buscaran un terreno más elevado para pedir ayuda.

Esperaron lo que pareció una eternidad, aunque sólo fue un minuto. Nicole, observando en silencio, sintió su propio tormento. Aunque Jarrod permanecía en silencio, de él irradiaba una tensión gélida y palpable que afectaba a todos los que estaban cerca.

El guardaespaldas regresó por fin, anunciando la llegada del helicóptero con el sonido de sus motores surcando el aire, lo que proporcionó a Nicole una profunda sensación de alivio. Alec aún podía ser rescatado.

El helicóptero, incapaz de aterrizar debido a lo accidentado del terreno, soltó una cuerda de rescate con una colchoneta hinchable. Los guardaespaldas colocaron meticulosamente a Alec en la colchoneta, lo aseguraron y lo izaron poco a poco.

Como el helicóptero tenía una capacidad limitada, tres guardaespaldas permanecieron en tierra, preparándose para esperar la próxima oportunidad de salir.

Nicole pensó inicialmente que se quedaría con los tres guardaespaldas. Sin embargo, cuando Jarrod subió al helicóptero, se detuvo para mirar hacia atrás, con tono cortante. «¿A qué estás esperando?»

Nicole, sorprendida, se quedó inmóvil.

«Sube», ordenó Jarrod, con voz áspera y autoritaria.

Nicole vaciló, con la mente llena de preocupaciones por dejar atrás a Roscoe. Aunque el fuego había reducido considerablemente la amenaza de los parásitos, no podía estar segura de que todos hubieran sido eliminados.

Su confianza en los guardaespaldas restantes se tambaleaba, sobre todo porque uno de ellos no había podido retener a Roscoe.

Sin embargo, no era el momento de hacer suposiciones. Nicole conocía demasiado bien a Jarrod. Una vez que se decidía por algo, ninguna discusión podía hacerle cambiar de opinión.

Jarrod, dándose cuenta de su reticencia, añadió con frialdad: «Si no quieres que esta noche sea el festín de los animales salvajes, sube a bordo ahora».

Con estas palabras, Jarrod se dio la vuelta y ascendió por la escalera de cuerda hasta el helicóptero.

Nicole sintió el aguijón de sus palabras y la tensión la inundó, empalideciendo su rostro. Reconoció la creciente división entre ella y Jarrod, que parecía insalvable.

En ese momento, Roscoe, al notar su vacilación, la tranquilizó suavemente: «Nicole, estaré bien. Ve con el señor Schultz. Yo cogeré el siguiente».

La preocupación de Roscoe no era por sí mismo, sino por dejar a Nicole en condiciones tan peligrosas. Su prioridad era garantizar su seguridad abandonando la zona lo antes posible.

Nicole comprendió que su insistencia en quedarse podría agravar la situación y poner a Roscoe en mayor peligro.

Con la confusión que rodeaba el caso de su padre y la familia Watts, sabía que no era el momento de provocar a Jarrod.

Volviéndose hacia los tres guardaespaldas, Nicole no se encontró inmediatamente con la mirada de Roscoe, sino que emitió una directiva firme.

«Asegúrense de que el señor Watts esté bien cuidado. Si le ocurre algo, tendréis que rendir cuentas personalmente». Su voz era severa, impregnada de autoridad.

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